¿Quién es el criminal mayor, el que roba un banco o el que lo funda? La pregunta se la hizo Bertolt Brecht cuando decidió en 1928 versionar La ópera del mendigo, obra escrita exactamente dos siglos antes por el británico John Gay para crear La ópera de tres centavos (a veces llamada “de dos centavos”) con música de Kurt Weil. A partir de un cuestionamiento similar, pero tomando al texto de 1728 como punto de partida, un grupo de actores egresados de la Emad vuelve a escena con Mishiadura bailable, bajo la dirección de Manuel Longueira. La obra, proyecto de graduación de la carrera de actuación, fue estrenada el año pasado en la sede que la escuela tiene en el barrio de Once –un dato importante para evaluar la versión–, para luego realizar un recorrido por diferentes salas del conurbano y ahora hacer funciones los domingos a las 20 en El Popular (Chile 2080). Actúan Valentina Cottet, Sofia De Rosas, Eleonora de Souza, Sofía del Tuffo, Juan Ignacio Farías, Camila Grigera, Juan Luca Guardiani, Iván Hochman, Carolina Llargues, Danila Alexia Ludi, Huilen Medina Senn, Melina Paula Rosés, Mailén Salton, Iñaki Vergara y Nadia Zavleon.

“El espectáculo recrea el mundo de los cartoneros y los manteros que todavía estaban en el Once cuando ensayábamos –le dijo Longueira a PáginaI12–, y es por esto que la musicalidad que tiene viene de la cumbia y el cuarteto”. El director agrega que el nombre que le pusieron al espectáculo fue una suerte de homenaje al Fantástico Bailable, boliche emblemático de la zona. Y aunque también se suman el rap y la milonga, la música –obra de Nicolás Wio– además de sostener el ritmo de los acontecimientos apuntala los diversos cambios de escena y situación. La elección del proyecto tuvo en cuenta las características de este grupo, integrado por actores que también tocan instrumentos y cantan, según cuenta Longueira, quien ya realizó con ellos otros montajes.

La obra original de Gay es una ópera que reúne baladas satíricas, canciones folklóricas y hasta himnos religiosos, todas melodías muy difundidas en el siglo XVIII. Protagonizada por mendigos, maleantes y prostitutas, la historia cuenta el modo en que un padre intenta impedir la relación amorosa que mantiene su hija con un conocido delincuente mandándolo a la cárcel. Intervienen a favor y en contra personajes de ética dudosa, reconocibles por el público de la época dado que la ópera tenía la intención de criticar la corrupción del antiguo partido liberal británico, entonces en el poder y hacer un llamado a los valores libertarios naturales del hombre. La versión de Longueira también presenta abogados encargados de proteger y estimular a los tramposos, un jefe de policía y empresarios del cartón, nuevos ricos que prosperan a la sombra de falsos amputados y prostitutas desahuciadas.

–¿Por qué eligió este material?

–Nos permitía hacer un trabajo colectivo con un grupo muy musical: todos tocan instrumentos y cantan. Y además nos interesaba el tema de la pobreza.

–¿Desde qué perspectiva?

–Sobre el negocio de la pobreza, porque es algo que está muy cercano a nuestra realidad. Vemos todo el tiempo que se hace un manejo político de la pobreza. La obra habla sobre el andamiaje que sostienen las clases medias y habla también de sus intereses miserables.

–¿Cómo es ese andamiaje?

–Esta realidad nuestra está sustentada por un sistema colapsado que pareciera que no va a cambiar nunca, que hace que muchos piensen que los males del país están en lo que pasa en La Salada más que en los negociados de las grandes corporaciones o los bancos. Hoy no se puede creer en lo que dicen los medios ni siquiera en las redes sociales, donde también circula la miseria.

–¿Por qué decidió multiplicar a los personajes?

–La multiplicación de los personajes tuvo, en principio, un fin pedagógico, porque les daba a todos los actores la oportunidad de actuar escenas como protagonistas. Y tenía el sentido de acentuar el trabajo grupal sobre el protagonismo individual. Pero después vimos que agregaba algo más, porque se convertía en un artificio interesante.

–¿Por qué el personaje del delincuente Macheath aquí se llama Máquina?

–El nombre de Máquina hace referencia al sistema que produce todo lo que se ve en la obra: los miserables, los truchos, los ricos. Todos están dentro de una maquinaria que funciona aceitadamente y que es imposible cambiar. No habrá esperanzas pero, sin embargo, hay mucha alegría.

–Sí, porque a pesar del tema, el tratamiento del humor llama la atención.

–La obra tiene un humor muy rioplatense, casi grotesco. Y es porque en medio de la desesperanza, la gente humilde, aunque protesta y lucha, nunca deja de lado la celebración, la cerveza, la cumbia y el baile. Y no creo que esa alegría sea un acto de inconsciencia social sino que eso mismo forma parte de su poder de adaptación a lo que les toca vivir.

–Luego les llega el perdón a estos personajes...

–La obra celebra todo lo que la alta burguesía y las clases medias condenan. Y en el ámbito del teatro elegimos, como hizo Gay y también  Brecht, no condenar a estos personajes sino perdonarlos.