El pasado 7 de enero se cumplieron 45 años del primer recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. A partir de esa noche seminal en el Bar El Polaco, de la ciudad de Salta, nació un culto inexplicable y pasional que dio para todo. Y que aún hoy sigue siendo motivo de inspiración y de fe. Incluso para lo impensado: un disco de remixes. Lo más próximo que estuvo a la música electrónica la banda comandada por el Indio Solari y Skay Beilinson sucedió en sus dos últimos trabajos de estudio, ya fuera por el uso de bases digitales en algunas canciones o por algo tan elemental como la elección del término “sampler” para definir su último álbum. Salvo por sendas circunstancias, que son más bien parte de la anécdota, el grupo platense fue fundamentalista del rock, por lo que pensarse surfeando en un bombo en negras seguramente era una decisión inverosímil. O posiblemente una herejía.

Digital mambo es el nombre del proyecto discográfico que reinventa a los Redondos en la pista de baile. El impulsor de la idea, Manuel Fernández (más conocido por su álter ego artístico, Manu F), afirma que por el momento nadie se quejó por su osadía. “La devolución ha sido sorprendentemente buena. Desde que lo subimos a SoundCloud, no dejamos de recibir comentarios positivos”, comparte el productor y DJ argentino, al igual que capitán del sello por el que salió este puñado de remixes, Nube Music. “De hecho, varios DJs ya pasaron en sus sets algunos de esos remixes. Tal es el caso de Fernando Ferreyra. Si bien los Redondos es una de las bandas más grandes de la Argentina, actualmente existe una amplitud de música increíble. Por eso la gente se emociona cuando escucha lo que se hizo con esas canciones. Es un golpe al recuerdo, aparte de que el rockero cambió bastante”.

Cultor del progressive house, estilo que tiene en Hernán Cattáneo a su prócer local, Manu F y algunos de los colegas que fueron parte del disco ya son duchos en el oficio de remixar al rock argentino. Cuentan con el antecedente de Primavera Stereo (homenaje a Soda Stereo) y de Bootleg Tribute (dedicado a Sumo). “La idea surgió hace tres o cuatro años, y en la pandemia se afianzó. Pero como cada uno de los DJs que participó tiene su propio proyecto, en 2022 por fin se fue masticando”, explica. “Somos gente que vivió la década de los '90, y la evolución de la música y la tecnología. Remixar a artistas como U2 o Radiohead es hoy algo muy natural. En cambio, en la Argentina el rock y la electrónica encarnan la dicotomía o la famosa pelea de bandos. Nosotros lo asimilamos de otra manera”.

-¿Los integrantes de los Redondos saben sobre este disco?

-Creo que no. Vamos a intentar hacérselos llegar de alguna manera. Nos interesa tener su feedback.

-Si tuvieras que justificarles el trasfondo conceptual de esta iniciativa, más allá de la admiración por la banda, ¿qué argumento les darías?

-En los últimos dos discos de los Redondos, Momo sampler y Ultimo bondi a Finisterre, el Indio advirtió que la electrónica era algo que estaba por venir. El imaginario de sus letras de aquel entonces era algo más futuristas. Y parece que el rockero de esa época lo entendió.

-Si bien se trata de un disco sin fines de lucro, ¿temés que este homenaje se torne en un dolor de cabeza? No hay que olvidar que el dinero terminó distanciando al Indio y a Skay.

-Eso no depende tanto de los artistas sino más bien de las compañías. Sabemos que hay un montón de reversiones, remixes y covers de los Redondos que dan vueltas por ahí, y que nos lo bajaron de las redes. Creemos que no van apuntar hacia nosotros por algo que hicimos gratuitamente.

Lanzado en noviembre pasado, Digital mambo se encuentra constituido por 10 tracks que básicamente recorren la discografía de la banda platense. Los productores y DJs Patricio Mucchiello y Matías Carrera remixaron a cuatro manos el tema “Etiqueta negra”. Y el otro tándem del repertorio, conformado por Francys y AltSenses, hizo lo mismo con “Un poco de amor francés”. Gastón Sosa eligió “Roxana Porchelana”, Ignacio Berardi tomó “Preso en mi ciudad” y Katzen revisitó “Ya nadie va a escuchar tu remera”. Si Cristian Serrichio pidió “Ladrón de mi cerebro”, Juan Erbin eligió “Todo un palo”. Por su parte, Manu F frma dos remixes: los de “Tarea fina” y “Queso ruso”. “Vale la pena aclarar que esto es un tributo a los Redondos y no al Indio, por más que es el autor de las letras”, aclara el ideólogo de esta producción discográfica.

-¿Por qué seleccionaron estas canciones y no “Jijiji” o “La bestia pop”, por mencionar dos de los tantos himnos de la banda?. Tampoco está el tema que inspiró el título del disco, “Criminal mambo”.

-La curaduría tuvo que ver con la parte técnica, con la forma en que podían sonar las canciones, pero la elección fue libre. En ese sentido, fue un acto de osadía de parte de los productores. Cada uno eligió su track y buscó la manera de adaptarlo a su comprensión del progressive house. Se trata de un estilo melodioso y no tan pistero. La intención de los remixes es que tuvieran el espíritu volador propio del género, esos ambientes en la onda de Pink Floyd. Si bien se esperaba que hubiese muchos vocales, la voz del Indio quedó muy bien en las partes que aparece. Incluso con los efectos.

-¿Y la guitarra de Skay?

-Hubo varias maneras de trabajarla. En todos los tracks aparece la voz del Indio, pero en otros casos se hizo hincapié en la guitarra de Skay o en el saxo. A veces no necesariamente están, sino más bien la melodía. Esa manipulación también la hicimos con el Indio. Cambiamos sus notas para que el remix pudiera quedar como queríamos o para generar el groove. Las estructuras de las canciones de los Redondos son complejas y lo que intentamos fue llevarlas al mundo del progressive house. Siempre con sutileza. Desarmamos el rock y lo volvimos a armar de una forma creativa.

-¿Vos elegiste a los remixadores?

-Hubo DJs que ya trabajaron en otros proyectos míos. Sumé a gente que estaba interesada en esta idea, y a la que le gustan el progressive y el rock. Nos une el amor por la música y el rock argentino.

El flamante compilado de Nube Music pone a dialogar a los Redondos con la apropiación argentina del progressive house: dos fenómenos característicos de la cultura local. Si hay que buscar un antecedente para comprender el encuentro de ambos universos, vale la pena postular las ediciones del festival Creamfields que se organizaron en el Autódromo porteño. Fueron el desmbarco de una música hasta entonces exclusiva de una elite en uno de los bastiones territoriales tanto de la mística ricotera como del rock barrial. “Hoy la electrónica ya no es tomada como algo frívolo sino que el argentino la entiende como una pasión. A partir de Cattáneo, eso se trasladó”, reflexiona Manu F. “Hay una escena de la película Trainspotting que dice que cambian las drogas, cambia la música, cambia todo. Sin embargo, en la Argentina eso se sintetiza en el sentimiento. Es algo natural e inherente a nosotros. Hasta en el hecho de exagerarlo”.