El caso de “las gemelas” que se arrojaron del tercer piso de un edificio en Sallent, Barcelona reavivó el interés de la sociedad en la problemática del bullying. Pero más allá de este neologismo existen problemáticas estructurales de discriminación hacia las personas trans y los migrantes.

La tarde del 21 de febrero la ciudad catalana de Sallent vivió con pesadumbre un hecho policial estremecedor. Dos hermanas gemelas de 12 años --Alana y Leila-- tras regresar del colegio se arrojaron del balcón de su departamento, ubicado en un tercer piso. Una de ellas falleció en el acto, mientras la otra se encuentra internada en grave estado de salud. Tras conocerse que se trataba de dos ciudadanas argentinas que habían emigrado a España hace tres años, la noticia ocupó el prime time televisivo nacional y despertó curiosidad por los motivos que llevaron a las niñas a tomar tan extrema decisión. El bullying sufrido en el ámbito escolar emergió como la primera hipótesis indicada por vecinos y amigos de las víctimas. Luego se supo que la niña conocida hasta entonces como Alana había pedido ser tratada como varón y ser llamado Iván. Sumado a esto se había cortado el cabello corto y adoptado el uso de ropa masculina.

El fallecimiento de Iván y el grave estado actual de salud de su hermana Leila ha sido adjudicado al bullying experimentado en el ámbito escolar por al menos dos razones: Iván era permanentemente hostigado por su condición trans y llamado por sus compañeros con apodos despectivos y tanto él como su hermana eran apodadas “las argentinas”, señalando su condición migrante y burlándose de su desconocimiento del idioma catalán. Las habituales pasiones nacionalistas y autonomistas en Barcelona y las crecientes polémicas en torno a la aprobación de la Ley Trans en España han avivado el caldo de odios, fascismos y transfobia, afectando directamente la vida de Iván y su hermana. Y aunque el bullying emerge actualmente como un concepto explicativo de las situaciones de acoso y hostigamiento en la infancia, tanto en el ámbito escolar como en las redes sociales, no se debe olvidar que existen condiciones estructurales que sostienen las violencias en la sociedad.

Unicef señala en un reciente informe que 1 de cada 8 migrantes internacionales es menor de edad, lo cual debe alertar a los países que suscriben al Pacto Internacional para una Migración Segura sobre la necesidad de efectivas políticas públicas para atender a las infancias migrantes. El desarraigo de los niños y niñas quintuplica el riesgo de deserción escolar, ya que este ámbito evidencia los tratos discriminatorios. Esta problemática afecta a un total de 36 millones y medio de niños desplazados, migrantes y refugiados alrededor del mundo. La antropóloga e investigadora de Conicet Laura Victoria Martínez recoge en su tesis doctoral un extenso registro etnográfico sobre situaciones de xenofobia en instituciones educativas, aportando elementos a los debates sobre infancia y migración. Martínez llama la atención sobre los modos conflictivos en que la escuela ha articulado los tradicionales discursos nacionalistas y los actuales discursos sobre la diversidad cultural. Su trabajo en distintas instituciones educativas en la zona sur de CABA, donde se concentra el 48,6% de villas y asentamientos y residen 40.863 migrantes de países limítrofes, muestra cómo las voluntades políticas que profesan tolerancia y respeto por la diversidad colapsan y se tropiezan en los tratos cotidianos. Aunque las políticas públicas de la última década alientan en las escuelas un sentimiento latinoamericanista, albergado en las políticas pro-Mercosur, cuando surgen los conflictos entre estudiantes se encienden los rencores nacionalistas y xenófobos.

Aunque la condición de migrantes fue una de las razones en las que los acosadores de Leila e Iván justificaban sus actos, también la decisión de Iván de expresar su identidad de género agudizó la violencia a tal punto que en las cartas dejadas a sus padres este último es quien manifiesta abiertamente su deseo de poner fin a su vida. Este sentimiento no es para nada ajeno a las personas trans y no binaries en la sociedad actual. Aunque el paradigma psiquiatrizante y patologizante de la identidad trans que consideraba a las personas trans como sujetos inestables y enfermos haya sido dejado atrás, en la actualidad existe un gran interés por las alarmantes cifras de suicidios entre los jóvenes trans y no binaries, motivados por el rechazo de la familia, el maltrato en el ámbito escolar y el hostigamiento en redes sociales. Según The Trevor Project, una organización con base en los Estados Unidos que provee de asesorías y acompañamientos a personas LGBTQ sobre el suicidio, más del 50% de las adolescentes trans y no binaries en USA han sentido deseos de suicidarse y entre el 16 y el 20% de estos lo han intentado. Estas cifras son mucho más elevadas que los promedios habituales entre los jóvenes cisgénero. Curiosamente, tanto en los estados donde se han votados leyes anti-trans (Texas y Arkansas) cómo en aquellos más progresistas estas cifras son elevadas, lo que pone en evidencia que más allá de las declaraciones políticas de buena voluntad la escuela, las redes sociales y las familias aún ofrecen un espacio hostil para las personas trans. En Argentina, un reciente relevamiento realizado por la organización Hombres Trans de Argentina entre 900 transmasculinidades mostró que el 80% de ellos ha sentido deseos de suicidarse, siendo esta tasa la más alta dentro de la población LGBTQ.

“Las familias también deben ‘transicionar’ junto a las personas trans” dice Fernando Martin, fundador y referente de Hombres Trans Argentina (HTA). Es que no siempre las vidas de los chicos trans tienen los ribetes románticos con la que se retrató la transición de Juani en la telenovela Cien días para enamorarse que popularizó la temática entre la audiencia argentina. La mayoría de las veces son los familiares quienes más resistencia ofrecen a nombrar y reconocer la identidad de sus hijos trans. “Las personas trans sabemos que nuestras familias necesitan atravesar un proceso de cambio cuando salimos del closet como personas trans, para aceptarnos poco a poco. Cuando eso no ocurre sufrimos mucha ansiedad, angustia y un vacío importante” dice Fernando, al tiempo que reflexiona sobre tantos otros casos recientes en los que el fallecimiento pone en conocimiento de la familia el deseo de transicionar. El caso de Iván --como los de Santiago Cancinos, Tehuel de La Torre, y otros chicos trans-- expone las dificultades de las familias para reconocer la identidad autopercibida de sus hijos y las falencias de los medios de comunicación que insisten en mencionarlos con la identidad asignada al nacer. Según Fernando y los integrantes de HTA “Es sumamente importante trabajar en la salud integral de las personas trans y en especial en la salud mental, ya que en nuestra población hay muchos casos de autolesiones, baja autoestima y carencias afectivas que a veces empeoran por el maltrato de las instituciones”.

Consultada sobre el suicidio de Iván y Leila, María Zysman, psicopedagoga, escritora y especialista en bullying, ciberbullying y grooming insiste en la necesaria instrumentación de la Educación Sexual Integral: “La ley está, el tema es cómo se baja y cómo se mira y se trabaja en lo cotidiano. Particularmente pensaba a partir del caso sobre la importancia de revisar las propias prácticas. Al principio yo también me sume a decir 'las gemelas', pero lo correcto es hablar de Iván y Leila. A veces uno no encuentra las palabras, pero está bueno reformulárselo y trabajar mucho con los medios de comunicación para que eso esté claro, debemos marcar esos pequeños detalles que excluyen lo que ‘teóricamente’ sabemos”. Para Zysman además es importante que los padres “acompañen la duda” y cuando se sientan desafiados por el proceso acercarse a profesionales que puedan guiar y dar pistas para resolver esta problemática. A través de la asociación civil Libres de Bullying es posible contactar a equipos de profesionales especializados en el tema. Por su parte, Zulma Olmedo de la Secretaría de Niñeces y Adolescencia Trans y sus Familias de la FALGBT, considera este suceso un llamado de atención a la sociedad argentina sobre las carencias estructurales de la comunidad trans y la necesidad de avanzar en el tratamiento de una Ley Integral Trans que atienda desde una mirada interdisciplinaria e interseccional un problema que supera el simple conflicto interpersonal, evidenciando lo fuertemente arraigadas que están en nuestra sociedad la transfobia y xenofobia.