Cuando a la medianoche del martes, en la quinta de Olivos, Alberto Fernández y su círculo íntimo guardaron la versión final del discurso presidencial, dejaron definido que tendría por lo menos tres climas. Un comienzo “moderado”, donde con un tono reflexivo el Presidente destacaría la institucionalidad democrática que la Argentina cosechó en los últimos 40 años. Momentos emotivos de storytelling argento, para matizar la aguda crisis social con historias de superación y logros de gestión. Y un final explosivo. Fuertes críticas al Poder Judicial con la cámara de televisión enfocando los gélidos rostros de los cortesanos Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz y el feroz abucheo de la oposición de fondo. Así se pensó la jornada y así se desarrolló.

Lo mejor para el final

Como principio básico de todo discurso, el equipo presidencial dejó lo mejor para el final. En uno de sus últimos tramos, Fernández denunció que la Corte Suprema “tomó por asalto” el Consejo de la Magistratura. Habló de la “connivencia” entre magistrados, empresarios de medios, agentes de inteligencia y políticos para operar como “auténticos factores de poder”. Y puso como ejemplo la condena en primera instancia a la vicepresidenta Cristina Kirchner en la denominada causa Vialidad. “Se formularon imputaciones que rayan con el absurdo jurídico buscando su inhabilitación política”, expresó. No habló de “proscripción”. En Casa Rosada aseguran que es una cuestión semántica, que respetó la forma jurídica y aclaran que no recibieron reproches internos.

La decisión de haber cerrado la jornada con los cuestionamientos al Poder Judicial no fue solo una búsqueda de impacto, sino también una necesidad. Se evitó generar discordia con la oposición en el inicio de la sesión para poder desarrollar el discurso con relativa tranquilidad. La calma se rompió cuando el Presidente se enfocó en el vínculo opaco entre la Corte Suprema y el PRO, en el fallo a favor de la Ciudad por la coparticipación federal, y los legisladores opositores lanzaron una catarata de insultos. “Es un honor que me insulte, (Fernando) Iglesias”, respondió punzante el mandatario ante los gritos del diputado macrista. “Sabíamos que se iba a pudrir, por eso dejamos el tema judicial para el final”, explican en el Gobierno. También aseguran que la participación de los cortesanos estaba confirmada desde el martes y que su presencia o ausencia no iba a alterar el texto. “Fue una buena decisión. Si dejaban las sillas vacías era peor para ellos”, concluyen.

La política relatada

En la previa, más allá de la cruzada con el Poder Judicial, la principal preocupación de Fernández era cómo poner en valor la gestión en el marco de una delicada situación social. En el Gobierno entienden que las carencias, los errores y las deudas pendientes tapan los logros de los últimos años. “Entiendo el malestar y la queja de los más débiles. Pero también veo cómo se oculta lo que está bien y cómo se intenta generar desánimo”, lanzó el Presidente. Para acortar la distancia entre los datos estadísticos y la sociedad, se buscó encarnar las políticas públicas con historias de vida. Una técnica narrativa que en Argentina remite a los spots electorales de Cristina Kirchner en 2011 –”La fuerza de Braian”- o a los “timbreos” de Mauricio Macri.

En la jornada de ayer el Presidente apeló a diversas historias personales. Por ejemplo, a María Daniela Parra Fuentes, quien en 2021 recibió las llaves de un departamento en Parque Patricio, gracias a la política de viviendas del gobierno nacional. “Es la primera en tres generaciones en acceder al sueño de la casa propia”, manifestó Fernández al anunciar que en marzo se alcanzan las 100.000 viviendas entregadas.

El Presidente también hizo referencia a Juan José Fernández, un excombatiente de Malvinas, que “se pudo jubilar gracias a la Ley 27.329”. Y a Juliana Cassataro, licenciada en Ciencias Biológicas y doctora en Inmunología, hija de detenidos desaparecidos durante la última dictadura militar, que integra hoy el equipo de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) que desarrolló la primera vacuna argentina contra el COVID que ha iniciado las fases 2 y 3 de los estudios clínicos.

Por último, contó la historia de Belén Sepúlveda, una mujer de 35 años que fue víctima de violencia de género y había quedado desempleada por las condiciones físicas y emocionales en las que iba a trabajar. A partir del programa Obras Tempranas del Ministerio de Desarrollo Social, se pudo incorporar al mercado laboral como asistente de electricista en la Cooperativa Auge. “Solo a través de la igualdad, de crear las condiciones materiales para que todas y todos puedan tener las mismas oportunidades es que un país crece y progresa. Lo digo y lo repito: la verdadera libertad nace de la igualdad”, concluyó.

Moderación

El discurso presidencial comenzó con una postura abiertamente defensiva. En defensa de las instituciones democráticas, a cuatro décadas del regreso de la democracia. Y en defensa de las críticas internas y externas. “En este tiempo, escuché cómo una y otra vez criticaban mi moderación”, lanzó Fernández para luego destacar la renegociación de la deuda que dejó Cambiemos, la gestión de la pandemia –le puse el pecho, dijo– y afianzar el vínculo con líderes populares de América Latina. “Fui yo, con mi moderación, el que se empeñó en que la democracia se respete en toda la región. El que estuvo al lado de Lula cuando injustamente lo apresaron. El que estuvo al lado de Evo Morales en el golpe de Estado. El que está al lado de Cristina cuando se la persigue”, pronunció en un pasaje que buscó el reconocimiento del kirchnerismo.