► El Kidzapalooza bis de Rojuu

El cansancio y las chances de insolación eran altos a las 3 de la tarde de ayer, en la tercera jornada de Lollapalooza, pero hubiera sido imposible saberlo a juzgar por lo que pasaba en el Perry's. Rojuu, el rapero español de 20 años, corrió, bailó y recorrió el escenario de punta a punta para su público aún más enérgico y aún más joven: si no sabías quién era el rubio platinado y su trap experimental, te lo podrías haber confundido con un show del Kidzapalooza, ni más ni menos.

Conan Gray | Foto: Cecilia Salas

► 50 sombras de Conan Gray

Al otro extremo del predio, en el Samsung, y unos minutos más tarde de lo previsto por las lluvias aisladas, Conan Gray apareció etéreo. Con sus gafas de aviador, su complexión andrógina impoluta, su traje celeste brillante y sus botas altas -un espectro simbólico que va de Prince a Shania Twain-, el californiano criado en Texas ofreció un show pop que le habló directamente a toda una generación de centennials y preadolescentes.

"Vamos a divertirnos hoy, pero no demasiado, porque las canciones que voy a tocar son muy tristes", avisó Gray, pero mintió. El amor no correspondido y la angustia adolescente estuvieron ahí, sí, pero la mayor parte del setlist se nutrió de temas que se ajustan a los parámetros estéticos del pop más convencional: pegajoso, divertido y para nada deprimente. El cantante de 24 años es de la escuela Taylor Swift de compositores: dice que nunca salió con nadie, pero las fantasías afectivas y los corazones rotos dominan la narrativa de sus temas.

Fantasía o realidad, es claro que la música de Conan Gray conecta a nivel emocional con un buen número de centennials, como demostró el ratio de celulares alzados por cabeza durante Heather, la balada acústica que se volvió un hit en plena pandemia. En el vivo, Gray reprodujo la sensación de inconsistencia presente en su discografía: los temas más poperos no siempre terminan de convencer, pero las baladas que presentan el lado más oscuro de todas esas fantasías adolescentes están mejor producidas y la conexión con ellas es difícil de eludir.

Kali Uchis | Foto: Cecilia Salas

► La calentura total de Kali Uchis

El regreso de Kali Uchis a Buenos Aires se hizo esperar. La colombiana, reina del reggaetón de terciopelo, supo identificar al toque las demandas de su público argentino y una vez que arrancó no puso un pie en el freno nunca más. De Por vida (2015) a Red Moon in Venus (2023), su nuevo disco, el entramado del recital se compuso de sus canciones más icónicas y covers reggaetoneros para todos los nacidos el milenio pasado.

La apertura sentó las bases de lo que sería uno de los shows mejor ejecutados del día: después del opening con Frikitona y Telepatía al filo del atardecer, Kali no dudó en mezclar composiciones propias, como Dead to Me, y ajenas, como Pobre Diabla, de Don Omar, o Papi Chulo, de Lorna. La calentura era visible en todos los niveles -la estética de porno soft, el calor del trópico que la artista comentó en varios pasajes del show- y, al final del día, la colombiana estuvo a la altura.

María Becerra | Foto: Cecilia Salas

► María Becerra, la nena del Lollapalooza Argentina

Unos minutos después, en el stage de Flow, las luces de colores y los fuegos artificiales señalaron la llegada de la nena de Argentina al escenario. Prácticamente no hubo sonidos alrededor: María Becerra acaparó toda la atención y, siguiendo la línea de Kali Uchis, dio un recital que combinó hits, covers a dúo y versiones alternativas de temas propios que trasladaron a lo escénico todo eso que la artista mueve en los algoritmos de Spotify.

"Es un honor para mí estar abriendo La nena de Argentina Tour en un lugar como éste", dijo Becerra. Así, con top y pantalón de cuero y todos los ojos sobre ella, la cantante oriunda de Quilmes inició una segunda gira que tendrá la versatilidad de producción como bandera. Es por eso que, en el vivo, hits como High y Automático pueden coexistir tranquilamente con su interpretación de Mentirosa, que cantó a la par de Ráfaga.

También entraron en el juego de lo escénico arreglos propios del rock y coros casi góspel que sumaron textura a los temas menos ostentosos de la Becerra, una artista que sabe que el éxito hoy está en encontrar una fórmula sólida pero difícil de encasillar -por eso va del trap a la balada y de ahí al soft rock nacional- y que está cada vez más cerca de consolidar su identidad como la nena de Argentina.

Lil Nas X | Foto: Alejandra Morasano

► Lil Nas X en el laberinto del Minotauro

El éxodo prácticamente inmediato del público, que dejó temprano a Lil Nas X para amontonarse entre los fans inamovibles de Billie Eilish, no le hizo justicia a la perfo todoterreno del rapero queer que vino con un solo disco (Montero, 2021) y toda la energía que puede caber en un cuerpo de casi 1,90. El baile, los brillos y las cadenas estuvieron presentes en igual proporción dentro de un show que incluyó coreografías ejecutadas con perfección milimétrica, cambios de vestuario, escenografía geométrica, una cobra y hasta un minotauro.

Billie Eilish | Foto: Cecilia Salas


► Billie Eilish: escúchame entre el ruido

En el escenario opuesto, la primera presentación de Billie Eilish en Argentina no fue todo lo que sus fans esperaban. Pero no por culpa de ella: el sonido de otros escenarios (primero de Claptone, después de Skrillex) se filtró casi permanentemente en el Flow, lo que perjudicó varios pasajes del show pensados en formato acústico y de tono íntimo. En Your Power, una canción sobre el abuso de poder sostenida únicamente por la voz de Billie y un riff suave de la guitarra de su hermano FINNEAS, la conexión emocional con el núcleo narrativo -sensible, crudo- fue imposible gracias a los sonidos ajenos.

Sin embargo, la cantante de 21 años surfeó las complicaciones con altura y entregó un setlist que repasó lo mejor de su primer EP y sus dos discos, con Happier Than Ever como final explosivo. Si Eilish no quiso cerrar el disco homónimo con la balada soulera que se transforma progresivamente en un himno catártico de ópera rock porque "nada tendría que terminar en un tono enojado", acá fue el final idóneo.