“No voy a bajar los brazos jamás. La voy a luchar con toda mi fuerza mientras tenga vida, voy a pelear porque se haga justicia y voy a aguantar todo lo que tenga que aguantar”, dijo María en un chat de WhatsApp a sus compañeras del grupo de terapia para víctimas de violencia de género.

A María Isabel Speratti su ex pareja, Alejandro Nuñez, intentó asesinarla la noche del viernes 15 de julio del 2021. Esa vez no pudo porque mientras la estaba ahorcando en la habitación, uno de sus hijos entró a la pieza y la salvó, mientras el otro corrió a pedir ayuda.

María y sus dos hijos subieron a un patrullero directo al hospital para ser atendida por las lesiones que había sufrido y luego la llevaron a la comisaría de la mujer donde pudo realizar la denuncia correspondiente. Nuñez se quedó en su casa. María llamó a sus hermanas para contarles lo que había pasado y para que la acompañen porque debía volver al mismo lugar donde estaba el hombre que había intentado asesinarla.

“Llegamos a la casa de mi hermana sin ningún tipo de custodia, yo estaba con mi otra hermana y nos acompañó mi cuñado porque teníamos miedo. Entramos con gas pimienta porque no sabíamos cómo iba a reaccionar él. Le pedimos por favor que se vaya mientras María y sus hijos se quedaron en el auto de mi cuñado. Nuñez no quiso irse, negó todo, decía que tenía que hablar con mi hermana y que iba a arreglar las cosas, también dijo que no la había intentado matar y que estaban jugando. Hasta ese día él nunca había mostrado violencia física pero sí ejercía una violencia psicológica muy fuerte contra mi hermana y un nivel de manipulación extrema. Mi hermana no podía reconocer esa violencia”, recuerda Rocío Speratti, hermana de la mujer asesinada, en comunicación con Las12.

María tuvo que refugiarse en la casa de Rocío hasta que al día siguiente le contaron lo sucedido a la hermana del agresor y lo fue a buscar para que deje la casa, no sin antes intentar convencer a María de que no lo denuncie. “Ella tenía marcas en el cuello, derrames en los ojos y manchas petequiales en la cara por la fuerza que hizo intentando soltarse para respirar. Lo que entendimos ese día fue que si no estás media muerta no llevan preso al agresor”, cuenta Rocío.

Siempre la misma justicia patriarcal

María vivía con miedo, nunca logró que la justicia le suministre medidas protección acordes al alto nivel de peligrosidad de su agresor. Solo contaba con una prohibición de acercamiento y un botón de pánico que al mes se lo sacaron porque él no volvió a aparecer, sin embargo, las amenazas continuaron, esta vez, de parte de la familia del agresor. “Una de las hermanas de Nuñez fue a la casa de mi hermana a provocarla, le rompió el teléfono, otra vino a mi casa, nos amenazó a mi y a mi otra hermana, nos dijo que nos iba a prender fuego la casa porque nosotras éramos solo tres y sabían todos nuestros movimientos. Hicimos las respectivas denuncias pero, otra vez, la justicia no hizo nada.”

El pasado jueves 16 de marzo a las siete de la mañana, cuando María salía con sus hijos para llevarlos al colegio, Nuñez apareció de improvisto y le disparó cuatro veces, todo frente a los ojos de los chicos.

“María se cansó de ir a la comisaría de la mujer y a la fiscalía a pedir ayuda. En el juzgado la llamaban para que revincule a los chicos con su padre pero ellos no querían. El lunes a la mañana me llamaron diciendo que los nenes estaban escondidos, rompí el cordón policial porque los oficiales no me dejaban pasar. Les grité que era yo, que los venía ayudar y salieron del mismo lugar donde habían estado escondidos un año y medio atrás. A María la mató el padre de sus hijos y también la justicia”, asegura Karina, amiga de la mujer asesinada.

Nunca es suficientemente grave

Cuando María llegó a la fiscalía luego del primer intento de homicidio, la UFI N°1 de Cañuelas y el juez Martín Rizzo consideró que se trató de un episodio de “lesiones leves” y no un intento de femicidio aun cuando el informe médico constató que luego del ataque María tenía la cara hinchada porque se le habían reventado varias venas producto del ahorcamiento. La fiscalía no investigó, ni tampoco tuvo en cuenta los problemas que ese ataque ocasionó en la salud mental de María que sufría estrés postraumático y estaba en tratamiento psiquiátrico. Nada de eso pareció suficiente.

Las primeras semanas luego del intento de femicidio le otorgaron una custodia policial que no se cumplía debidamente, Rocío explica: “Se suponía que en la puerta de su casa tenía que haber un patrullero las 24 horas, pero el policía le dijo que no se podía quedar y que lo único que podía hacer era pasar muy seguido, a veces cuando podían estaban parados en la casa, pero después hacían rondin policial”.

En varias oportunidades, María solicitó el cambio de carátula de lesiones leves a intento de femicidio, pedido que le permitiría contar con otro tipo de medidas de protección dado la gravedad del caso y el peligro que corría. “Él vivía con total impunidad a dos cuadras de mi casa. Yo me lo cruzaba todos los días cuando iba a trabajar. Ella quería que vaya preso para poder vivir tranquila porque era una amenaza latente”, cuenta Rocío. María sabía que él era capaz de volver hacerlo y por eso contactó a varixs abogadxs para que la ayudaran en el pedido de cambio de carátula, pero nunca pudo costear los honorarios que le pedían lxs letradxs.

“Para mí el principal responsable es el juez Rizzo que estuvo cara a cara con mi hermana, que hasta le prometió que iba a conseguirle un abogado de oficio y después no cumplió. María no tenía plata para pagar un abogado penalista que moviera la causa. Nosotras averiguamos y de entrada solamente por arrancar, nos pedían cinco mil dólares, eso era imposible, así que decidimos que se iba a seguir la causa con la fiscalía. El primer fiscal, fue Lisandro Damonte quien renunció en abril del año pasado y lo reemplazó Javier Berlingieri, con ninguno hubo avances. Hasta el día anterior a su asesinato mi hermana fue a la fiscalía a pedir el cambio de carátula. Vi que la Secretaría de Género sacó un comunicado contando todas las cosas que hicieron por mi hermana, pero no la acompañaron, ella tuvo que hacerse cargo de todo sola”, asegura Rocio.

Frente a una total desprotección María pidió ayuda a sus vecinxs, les dijo que si veían a Nuñez por el barrio llamen al 911 y les pasó una foto de él y de su auto.

Crónica de un femicidio anunciado

“Hola chicas ¿cómo están? Tengo algunas novedades para contarles. Ayer me presenté a una charla abierta que había en el municipio de Cañuelas, estaba todo muy lindo, una teoría preciosa sobre las masculinidades, levanté la mano, pedí hablar y expuse mi caso. Estaban hablando sobre la Ley Micaela y pregunté cuándo iban a capacitar a la gente de la justicia, les dije que era sobreviviente de un femicidio, que no tengo justicia y que vivo amenazada. Recorrí todas las instituciones, fui a la Comisaría de la Mujer, a la Fiscalía, al Juzgado de Garantías, a la Secretaría de la Mujer y nadie me dio una respuesta. Vivo atemorizada, amenazada, mi familia y yo. Mi agresor nunca fue preso, no estoy siendo defendida como corresponde, no puedo costear un abogado y el Estado me vuelve a violentar una y otra vez en esta situación”, relató María a sus compañeras del grupo de terapia, el 20 de junio del año pasado.

Casualmente en esa charla que menciona estaba el juez de garantías Martín Rizzo, el encargado de su causa, quien enseguida salió a defenderse asegurando que él recibía a todas las personas que llegaban a su juzgado y que las escuchaba. “Hoy estuve en su Juzgado de Garantía y usted no me recibió”, le respondió María. Cuando terminó la charla María le expresó a Rizzo su pedido de cambio de carátula, le explicó que ni el fiscal Damonte ni su sucesor Berlingeri habían tenido en cuenta su pedido y que habían calificado como lesiones leves una agresión en la que casi pierde la vida. El juez le prometió que le asignaría un abogado defensor. Nunca cumplió, María fue asesinada sin acceso a una defensa, después de haber luchado durante casi dos años.

Desde el primer intento de femicidio Nuñez jamás realizó aportes económicos para sus hijos que hoy tienen 17 y 13 años y dejó a María sin ingresos, ya que compartían las ganancias del alquiler de propiedades. Sus hermanas la ayudaron a salir adelante. Empezó a tejer y vendía en las ferias los fines de semana para mantener a sus hijos. “Los chicos no querían tener contacto con él, estaban aterrorizados”, asegura Rocío y agrega: “La familia de Nuñez acusó a María de ejercer manipulación hacia sus hijos para que no vean a su progenitor y decían que los tenía secuestrados cuando, en realidad, los chicos hacían su vida normalmente, tienen celular y si querían se podían comunicar con él, pero no querían verlo.”

Los hijos de María van a quedar al cuidado de su hermana, hoy la familia paterna tiene una prohibición de acercamiento hacia ellos. Rocio exigió que se disponga la misma medida para ella y su otra hermana, ya que, desde hace años vienen sufriendo hostigamiento y amenazas de muerte de parte de la familia de Nuñez.

“Mi hermana fue una valiente que hizo hasta lo imposible. Admiro la fuerza que tenía, cómo luchaba contra las indiferencias del sistema judicial y del Estado. Luchó hasta el último momento porque el día previo a su muerte había estado en la fiscalía para ver cómo iba la causa”, asegura Rocío y concluye: “Ahora hay una condena social hacia él porque ya la mató, ahora no hay dudas de que él era el malo pero cuando pasan estas cosas se sigue diciendo ‘son problemas de pareja, no nos metamos’ sobre todo los hombres. En estos casos las que más se solidarizan son las mujeres, los hombres no se quieren meter, no opinan, hay una complicidad silenciosa y esto lo dije en el funeral de mi hermana. Les pedí a los hombres que reflexionen sobre eso. La última vez que la vi fue en la marcha del 8 marzo.”