“El Poder Judicial es un gran responsable de las violencias que vivimos las mujeres y pocas veces es señalado como un actor central”, dijo la abogada Sabrina Cartabia, de la Red de Mujeres, al abrir la asamblea feminista convocada al mediodía por el colectivo Ni Una Menos frente al Palacio de Tribunales. Fue una de las tantas asambleas de mujeres que se replicaron ayer en el país, en simultáneo, en plazas, ministerios, otros lugares de trabajo, y espacios comunitarios como parte de la acciones por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y preámbulo de la marcha que confluyó por la tarde en la Plaza de Mayo para reclamar políticas públicas para prevenir, sancionar y erradicar las violencias machistas, medidas concretas que apunten a sus causas estructurales, es decir, la discriminación histórica de las mujeres en la sociedad en todos los ámbitos de sus relaciones interpersonales, y la legalización del aborto, entre otras demandas (ver aparte).  
Las asambleas fueron el sello singular de esta conmemoración, que rescata la memoria de las hermanas Mirabal, Minerva, Patria y Maria Teresa, asesinadas por la dictadura de Trujillo en República Dominicana, 56 años atrás. Entre las múltiples convocatorias, hubo una histórica asamblea con referentes del feminismo latinoamericano en el Hotel Bauen, otra en la que participaron las internas de la Unidad IV de Ezeiza, impulsada por el taller “El cuerpo es mío” que lleva adelante la organización Patria Grande; en los ministerios de Trabajo y de Salud, organizada por el Frente por la Educación Sexual. También frente a la cartera laboral congregó la Confederación de Trabajadores de la Economía Pepular (Cetep). Para debatir sobre derechos y atropellos, para pensar estrategias frente a las violencias machistas y a los retrocesos en las políticas públicas, para seguir articulando acciones en cada territorio. Las tertulias se sucedieron en distintas provincias. Por ejemplo, en la localidad del sureste salteño Joaquín V González, la cita fue en la plaza central. 
En la Plaza Lavalle, frente al Palacio de Tribunales, y a la sombra, un centenar de mujeres y varios varones participaron de la asamblea que articuló NUM y el Sindicato de Trabajadores Judiciales (SITRAJU). A lo largo de una hora y  media, se visibilizaron distintos casos de justicia machista, sexista y misógina, como el de Belén, la joven tucumana que estuvo más de dos años presa y fue condenada tras sufrir un aborto espontáneo. La abogada del Cels Edurne Cárdenas se encargó de repasarlo: “Este caso pone en evidencia que a las mujeres nos criminalizan por salir del rol que tenemos que cumplir, el de ser madres”, observó. La abogada Daniela Fagiolli, del movimiento popular La Dignidad, recordó el escandaloso fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 17 de la Capital Federal, que absolvió al ex esposo de Feliciana Bilat, por el delito de “abuso sexual agravado” en perjuicio de su hija: se trata de un compendio del trato discriminatorio que suelen padecer las madres protectoras –como se las llama a aquellas que acompañan a víctimas de incesto– en juicios por este tipo de hechos, sobre todo cuando el imputado pertenece a sectores medios. “Son cientos de casos como el de Feliciana los que habitualmente acompañamos”, señaló Fagiolli. “Estamos hablando de violencia machista de Estado”, subrayó. “A las madres las obligan a mendigar por sus derechos”, agregó. Más adelante, se leyó un texto enviado por la propia Bilat a la asamblea. La periodista Marta Dillon, integrante del Colectivo NUM, recordó el caso de la la fiscal Paloma Ochoa, castigada en los tribunales federales por participar del paro de mujeres del 19 de octubre. Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA, puso el foco en el encarcelamiento arbitrario e ilegal de Milagro Sala. La periodista María Florencia Alcaraz señaló que un 70 por ciento de las personas de la Tupac Amaru detenidas son mujeres. Hubo también participantes autoconvocadas, como Clotilde, abogada con más de treinta años de ejercicio de su profesión, que llegó con su hija y su nieta. “Los que nos tienen que escuchar son ellos, los jueces”, comentaba a su paso y señalaba el imponente Palacio de Tribunales. Y Graciela Alvarez Agudo, de Flacso, que marcó el hecho de que en la Corte Suprema hay una sola integrante mujer y planteó que se debe exigir que más juezas se incorporen a las cámaras. “No se trata de formar a los operadores de la Justicia en género; hay tratados internacionales con rango constitucional que tienen que cumplir”, arengó. Se mencionó además, el caso de las hermanas Jara, criminalizadas por defenderse de un violador, entre otras graves situaciones de violaciones de los derechos de las víctimas perpetradas por la Justicia. Al cierre de la asamblea, Dillon volvió a tomar la palabra: “Nos siguen convocando las acciones, la posibilidad de crear otros mundos, de seguir pensando cómo desarmar las estructuras patriarcales. Cada una tiene la responsabilidad de contagiar a otras en esta lucha. Somos un actor político de esta sociedad. Estamos haciendo temblar al patriarcado. Queremos ser libres y no tener miedo”, cerró. 
–¿Qué particularidades encontró este 25 N? –preguntó este diario a Verónica Gago, profesora en la UNSAM, periodista, e integrante del Colectivo NUM, quien también participó de la asamblea frente a los tribunales.
–Este 25N tiene una fuerza mayor: es parte del nuevo ciclo de movilizaciones que con el primer paro de mujeres del 19 de octubre pasado tuvo un punto de inflexión. Justamente porque la cuestión de la violencia contra las mujeres, a partir de la reacción masiva frente al crimen de Lucía Pérez y tantas otras, se conectó con una serie de causas que hacen parte sustancial de esas violencias: la precarización de la existencia en general que se manifiesta como una creciente feminización de la pobreza y donde la persistente criminalización del aborto sigue llevándose vidas. En este sentido, en este año hemos visto condensarse y acelerarse cómo la violencia sobre el cuerpo de las mujeres es el primer lugar donde se expresa el ajuste pero también hemos visto que de ahí surge una potencia transversal de movilización y de construcción de formas de solidaridad y autoprotección que ponen un límite práctico al abuso y a las violencias. 
–¿Cómo analiza la fuerza del movimiento Ni Una Menos en este contexto en el que los femicidios no dan tregua?
–Su fuerza tiene que ver con la capacidad de hacer converger el dolor y la rabia con una potencia de auto-organización, de salir del enclaustramiento en que el miedo se hace fuerte. La convergencia en las calles, las resonancias a nivel internacional y el modo en que esto se enhebra con construcciones y resistencias cotidianas son expresión de una iniciativa política que está demostrando ser lo más vital en el escenario tanto nacional como global frente al avance de las derechas racistas, nacionalistas y neoliberales.