“Una comedia que se vuelve medio extraña”: así es como define Laura Paredes a Todo lo cercano se aleja, que estrena mañana en el Teatro Nacional Cervantes (a las 21 en Libertad 815). La actriz y codirectora del grupo Piel de Lava ganó por este material el Segundo Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, en 2015. La historia transcurre en la costa argentina, en un balneario, entre dos carpas vecinas. Selva llega con su marido para visitar a su madre, que veranea ahí los tres meses. Pero, además, tiene la intención de vender unos terrenos de su padre, que murió hace poco, al Ingeniero, un histórico vecino de carpa. “Está todo atravesado por un duelo”, anticipa la directora a PáginaI12.

“Ella (Selva) vuelve al balneario después de años de no ir. El día va cayendo y tiene el apuro de sacarse de encima unos terrenos que no valen nada. Es una especie de plan deprimente. A medida que la tarde va cayendo, otro de los personajes empieza a perder la memoria. Lo atractivo es el marco equivocado: una persona intentando vender algo en un marco de tiempo muerto,  de vacaciones, cuando no hay que pensar en nada y la guita no existe. Eso genera cierta comicidad, aunque también es una obra triste”, resume la actriz, integrante de Piel de Lava desde hace trece años. Escribió este texto mientras estudiaba dramaturgia en la EMAD y resultó seleccionado a partir de la “Convocatoria de proyectos teatrales para la programación 2017” del TNC.

A Paredes le interesaba, además, “la playa como universo”. “Es un espacio poco visitado pero bastante teatral. Cuando uno mira las carpas, transcurren cosas muy diferentes entre una y otra. Y la gente no se ve, porque está dividida por las lonas”, grafica. “También me interesó lo inevitable del caer de la tarde. Lo que sucede en la obra está mediado por el tiempo que se agota. Eso lo vuelve un poco trágico: tener que lograr algo antes de que termine el día, porque la naturaleza marca los tiempos del Ingeniero”, completa. Entonces, uno de los desafíos del elenco –compuesto por Paula Acuña, Marcelo Mariño, Marcelo Pozzi y Emma Rivera– fue llevar la singularidad del espacio al cuerpo. 

El disparador del texto fue una experiencia playera personal. Al poco tiempo de la muerte de su padre, Paredes volvió al balneario en el que veraneaba en su infancia, acompañada por su madre. “Volví, en otro momento, a un lugar donde mis recuerdos eran sólo de infancia. Me pareció divertido crear un personaje que llega después de años con un fin medio vampiresco, tratando de no hacer foco, negando el recuerdo de haber sido feliz ahí. Por otro lado, hacía mucho que no pasaba un tiempo en carpa, así que pensé mucho en esos espacios, en cierta reproducción de la propiedad privada que se produce. En la obra hay algo de esto”, explica la autora, que se formó con Rafael Spregelburd, Javier Daulte y Alejandro Catalán, y que además dirige en el ámbito independiente La luz es un pozo, en la tradición del grotesco criollo (sábados a las 23 en Abasto Social Club, Yatay 666).

Con Piel de Lava, colectivo de experimentación (Museo, Tren, Neblina, Colores verdaderos), se encuentran preparando una retrospectiva y un workshop que ocurrirán el año próximo en el Teatro Sarmiento, en el marco del proyecto “Artista en Residencia”. “Se van a volver a hacer todas las obras. Algunas tienen diez años. Y vamos a dar un taller sobre el procedimiento de creación grupal, que quizá pueda ayudar a gente que quiere armar grupos y se atemoriza un poco”, adelanta Paredes.

–¿Qué diferencias siente cuando trabaja por fuera del grupo?

–Con Piel de Lava los procesos de investigación son muy largos y el texto siempre es consecuencia de los ensayos o de ese proceso. En cambio, esta obra la escribí entera antes de empezar a ensayar, en un plan dramatúrgico diferente, con devolución de compañeros y de Mauricio (Kartun). Mientras escribía pensaba en los actores, pero no hubo casi modificaciones del texto en los ensayos. Me cuesta mucho escribir sola, no tengo esa gimnasia. Lo hice en el terreno del taller, esa exigencia me hace escribir. La realidad es que, en este proceso, los actores son gente muy amiga y conozco mucho su trabajo. Ellos opinaban y yo preguntaba si tomaba alguna decisión muy drástica. La diferencia es que en grupo naturalmente se reparten las funciones según los puntos fuertes de cada integrante. Acá tenía todo sobre mis espaldas, tomé decisiones sola. Pero lo fundamental es que, cuando dirigimos en grupo, es una cosa que va decantando de a poco, que vamos descubriendo. Estamos dos años ensayando una obra. Acá pude ensayar muy poco tiempo, y al tener escrito el texto tenía en claro cómo era la puesta.

–Los trabajos de Piel de Lava suelen verse en el ámbito independiente. ¿Cómo fue trabajar en el circuito oficial?

–Fue genial. Todo lo que imaginaba se pudo concretar. No hubo impedimentos en relación con la producción. Esta gestión de (Alejandro) Tantanian tiene una línea muy clara. No sólo se abrió el teatro a un montón de gente de la escena alternativa, sino que demostró que tenía mucha convocatoria, como es el caso de La terquedad, que durante meses llenó la sala María Guerrero. Se descubre que hay un montón de público que elige estas obras. Recuerdo una nota del año pasado que le hicieron a (Darío) Lopérfido, cuando todavía era ministro, en la que decía perversamente que el teatro independiente no estaba preparado para ocupar estos espacios, por cuestiones técnicas, porque se hacía en salas chicas. Se está demostrando lo contrario. No pude creer que un ministro dijera eso de un teatro que viaja por el mundo, que se destaca por la búsqueda de lenguaje, y sabiendo que cuando se habla del teatro de la ciudad tiene que ver con el trabajo del independiente. Que el teatro oficial valide eso, y que le dé salas grandes para un público más masivo, es fabuloso.