En los inicios de la literatura argentina hay un culo roto. “El matadero” (1838) es un relato que muches leemos en el cole sin entender nada hasta que, en el final, uno de los personajes ordena: “Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle verga, bien atado sobre la mesa”. Los federales, que para el narrador son altos salvajes, intentan “darle verga” al unitario que finalmente muere de indignación (literalmente, revienta por la bronca de que le estén mancillando a la fuerza su hombría honorable). En Historia de la literatura gay en Argentina, Adrián Melo detecta que ahí “aparece por primera vez una imagen de sexo anal entre hombres como metáfora de la violencia, del salvajismo y el terrorismo político”. ¿De cuántas cosas más puede ser metáfora un culo roto?

La imagen está tan instalada en nuestro acervo cultural que es inamovible. Peor aún, su sentido es tan funesto ahora como lo era en los tiempos de Esteban Echeverría; tanto que, fuera del insulto o de la burla, el “culo roto” es un tabú. Para Lucas Quelín, médico proctólogo cuyo contenido es furor en las redes sociales, no se trata ya de eliminar la metáfora sino de “desarmar su sentido”. “En la realidad de la consulta proctológica, la pregunta es a qué le llamamos ‘culo roto’. No hay una definición específica en la proctología para eso, no hay algo que se rompa, tampoco que se dañe irreparablemente”, asegura Lucas. “Lo que hay que romper es la idea de que la salud anal se relaciona con un ‘culo roto’”.

¿Quién no tiene un ano? Esta pregunta, con la que Lucas inauguró su contenido en redes, apunta a la absurdidad del tabú. “No hablar del ano es invisibilizarlo, y la peor consecuencia de eso es que nadie se lo chequee ni siquiera ante un síntoma o dolor”, enfatiza Lucas. “Dentro de mi formación, que técnicamente incluye también al colon y al recto, fui descubriendo que en el terreno de la salud anal había mucho trabajo por hacer. Sobre todo, muchos mitos por romper. ‘Romper’, justamente, sin un sentido negativo”.

Médico 360

Hasta hace no mucho, ir al proctólogo era una actividad que les correspondía a los varones de cierta edad cuando, por temor al cáncer, tenían que revisarse las próstatas. En ciertos ámbitos, todavía impera la idea de que, si sos varón y asistís al proctólogo antes de tiempo, seguramente tenés lesiones o problemas relacionados con el placer anal. La caída de esa certeza tuvo que ver, en gran medida, con la intervención profesional en redes sociales.

El doctor Lucas Quelín, cuya matrícula M.N. 156.316 puede leerse en su bio de Instagram, empezó a generar contenido durante la pandemia. “Fue la época de una ‘salida del clóset profesional’. Hoy lo digo con tranquilidad, pero me llevó un tiempo elaborarlo, deconstruirlo. ¿Es necesario que un proctólogo cuente que es gay? La verdad que no, pero que yo lo dije les hizo bien a muchísimas personas, provocó un gran efecto y me permitió generar un espacio seguro para pacientes que fueron maltratades en otros lugares”, cuenta Lucas. “Hoy recibo consultas de todas partes del mundo, muchas de ellas online, y también recibo a pacientes que vienen a verme desde otras ciudades, provincias y países”.

Además de atender al creciente flujo de visitantes que llega a su consultorio de la calle Honduras, en la Ciudad de Buenos Aires, Lucas planifica meticulosamente su contenido digital. “A lo que quiero decir se suma otro contenido, más coyuntural, que surge por determinada polémica o situación a nivel social. Por ejemplo, hace poco estuvo la cuestión sobre si liberamos energía solar por el ano cuando dormimos. ¡Eso decía un video con más de dos millones de reproducciones! El ano genera misterios y disparates que se hacen virales y sobre los que hay que hablar. En este sentido, la coyuntura se lleva un poco puesta mi planificación”.

Procto-comunidad

Lucas identifica el crecimiento de una “procto-comunidad” integrada por usuaries de redes sociales y consultantes que ponen a la salud anal sobre la mesa. “Atiendo a una población LGBT+ muy grande, incluidas muchas personas trans que históricamente no encontraron espacios de atención en la salud pública ni en la salud privada”.

Solo por mensajes directos de Instagram, @lucasdeprocto recibe entre 50 y 80 preguntas por día. Responde casi todas. “A veces, me escriben con cuestiones médicas muy puntuales y les tengo que redirigir a una guardia o a otro profesional. Otras veces son dudas muy pequeñas, pero igualmente las respondo”. Este esfuerzo encuentra sentido en la propia experiencia de Lucas como consultante: “Creo que hay una cuestión de responsabilidad y de respeto por la que es importante responder. Yo mismo, hace un tiempo, le escribí a un profesional porque se presentaba como una eminencia y tenía muchísimos seguidores, y nunca recibí una respuesta. Siempre recuerdo desde qué lugar le escribí, por qué lo hice, y cuán defraudado me sentí cuando no me contestó nada”.

Desde luego, no es posible satisfacer ciertas demandas. “No le puedo dar lugar a la exigencia de la inmediatez, del ‘¡respondeme ya!’”, admite Lucas. “A veces, nos cuesta un poco masticar el contenido: une ingresa a mis redes y encuentra información básica sobre cómo sacar un turno o dónde está mi consultorio, pero muches no llegan ahí intuitivamente, me lo preguntan a mí y me exigen rapidez en la respuesta. A elles, les pido paciencia. Trato de leer y responder todo, en la medida de lo posible”.

No se habla del ano, no, no, no

El tabú tiene muchos niveles. Lucas señala que “el más común tiene que ver con, digamos, la función digestiva del ano. Muchas personas lo relacionan enseguida con lo escatológico. En concreto, con la excreción. Algunas vienen al consultorio y se sorprenden de que no haya olor, porque en sus cabezas el ano no puede disociarse de la materia fecal”. Lucas se ríe y se encoge de hombros. “¡Y ni hablar de cuando entramos en la dimensión sexual! Ahí, donde interviene la masculinidad, el tabú se potencia”.

A las presiones del tabú, se suman ciertos rituales higienistas que aumentan la desazón de cualquiera. Muchos proctólogos todavía exigen la aplicación de un enema dos horas antes de la consulta, en una “búsqueda imposible por generar la ilusión de la limpieza”. Las palabras son de Lucas. “Las cosas cambian, se pueden hacer más simples. La misma sociedad médica tiene que cambiar porque las personas así lo requieren. Los espacios de consulta, sobre todo en proctología, pueden ser todavía muy avasallantes. La verdad es que yo, como profesional, no tengo por qué hacer que las cosas sean peor”. Sobre el asunto de la limpieza volveremos más adelante.

El principio del placer

“¿Viste que el ano es siempre considerado el final de todo? Bueno, creo que mirarlo como el principio de algo, del placer, representa un giro de 180°”, propone Lucas. “Hoy, muchas personas se están cuestionando cómo viven su salud anal porque cada vez somos más quienes hablamos de eso en las redes y en los medios públicos, en esta misma nota”.

A las pruebas de remite. “Recibo cada vez más consultas sobre salud sexual porque les consultantes descubren que pueden hablar conmigo al respecto. Hay una apertura mucho mayor, incluso en varones heterocis que vienen con sus parejas, a veces solo para validar conceptos que ya tienen pero necesitan confirmar. En otros casos, vienen mujeres preocupadas de que sus maridos sean gays porque disfrutan del placer anal. Los traen con la idea de ‘vamos al proctólogo para confirmar que no seas gay’. Y esto, aunque suene aparatoso, en realidad puede ser el punto de partida para girar la sexualidad de esa pareja”.

“A ellas les digo: ‘Si tu pareja te está pidiendo una estimulación anal, ¡dale para adelante! Si está confiando en vos, te está haciendo partícipe, ¡avanzá!’. Salir del coitocentrismo según el cual el hombre penetra a la mujer es fundamental. Después están súper agradecides, ¡lo pasan bomba!”.

Salud anal: starter pack

“El ano no tiene la capacidad biológica de lubricarse por sí solo. Entonces, en tu mochila no puede faltar un buen lubricante. Los lubricantes pueden ser distintos y variados, y hay que probar distintas marcas hasta encontrar la que mejor te siente”. Lucas explica que “es como probarse cualquier crema, algunas te van a sentar mejor que otras, alguna te puede irritar, otras no. Lo importante es que los lubricantes siempre sean hidrosolubles”.

Atención: ¡la saliva no es suficiente! “Ese es uno de los grandes mitos y está muy alimentado por el porno”, subraya Lucas. “Lo gracioso es que, seguramente, en el porno usan lubricantes pero el momento en que los aplican no aparece en el corte final. La saliva puede llegar a lubricar de manera transitoria, pero eso no va a ser una práctica saludable a largo plazo. Es muy probable que termines sintiendo alguna molestia o irritación”.

Finalmente, el placer anal “es como ejercitarse y andar en bici. Cuanto más te ejercites, mejor vas a andar. Ahí abajo hay un aparato esfinteriano, hay músculos, algo que se tiene que entrenar y cuya habilidad mejora cuantas más prácticas sexuales tengas. Hay que ir probando, ir diciendo ‘esto me gusta, esto no’. Conocé la zona y palpate el ano, porque si no lo hacés, el esfínter no sabe si tiene sensaciones o molestias específicas que deban resolverse en una consulta”.

La higiene imposible

Repitamos juntes: el culo no se rompe ni se entrega. Como señala Lucas, “hay que problematizar la idea de que une ‘entrega’. Eso habilita muchas microviolencias instaladas culturalmente. Es extraña la idea de ‘entregar’, se impone esa pasividad como si une no formara parte de la relación sexual salvo como objeto o como si, en todo caso, estuviera haciendo un regalo. De ahí que muches reserven ‘la entrega’ para ocasiones especiales, como cumpleaños o aniversarios. La verdad es que una persona puede tener relaciones anales sin ser quien ‘entrega’, en una posición totalmente dominante”.

“Otras microviolencias se dan con la imposición de una higiene imposible”, observa Lucas y nos devuelve al asunto de la limpieza. “Se escucha mucho lo de ‘estar preparade’, incluso se utilizan elementos poco saludables para lograrlo. Esto lo veo mucho en varones gays: tiene que haber una situación irreprochable de limpieza, de pulcritud, porque si llega a aparecer la materia fecal en la relación sexual, se arruina todo. Y cuando eso pasa, el ‘pasivo’ lo vive con culpa. En general, todos responden lo mismo: ‘no me molesta la materia fecal en el otro, me molesta la mía propia’. ¿Qué cosa nos estamos autoexigiendo? El hecho de que una persona dependa de un enema para animarse a la relación sexual anal, además de violento, es invalidante”.

También es poco saludable. “Está probado que el uso sistemático del enema o de la famosa manguerita es dañino. Hay estudios, sobre todo a nivel de la microbiota, lo que conocíamos antes como ‘flora intestinal’. Los enemas barren la mucosa, generan trastornos funcionales y constipación”, explica Lucas. “Y aunque te dan la sensación de que vas a estar limpio, la realidad es que solo limpian el espacio rectal, pero el resto del intestino tiene materia fecal todo el tiempo. Entonces, la limpieza ano-rectal es una utopía. Digamos: ya que tu culo no es un quirófano, no lo prepares como si lo fuera”.

En última instancia, ¿qué es un culo sucio? “¿Es tener materia fecal?”, se pregunta Lucas. “La materia fecal es propia del cuerpo, hay que naturalizarla. La higiene que necesita el ano es la misma que cualquier otra parte del cuerpo: con agua y jabón es suficiente. Todo lo demás es innecesario”.

El corazón roto

“En todos los casos, con mis consultantes hablamos también sobre la alimentación y sus rutinas en todos los niveles”, cuenta Lucas. “Hay muchas cosas que pueden hacerse en lo cotidiano para mejorar la salud anal: tomar una buena cantidad de agua y hacer actividad física, en principio. También es importante entender que cualquier actividad que realizamos puede producir un impacto en nuestra salud anal. Muchas personas se sorprenden ante los síntomas porque dicen ‘nunca me pasó nada’, pero no siempre tiene que pasarle algo directamente a tu ano para que los síntomas se presenten”.

Y ante el terror a las fisuras, trae calma: “Si tenés una fisura, ocupate. No es el fin de la vida sexual ni de la defecación. Hay muchísimas alternativas de tratamiento y la mayoría de les pacientes responde bien sin necesidad de llegar a la cirugía. Lo importante es entender que las fisuras no están siempre producidas por las relaciones sexuales, que es otro de los grandes mitos y aleja a las personas del consultorio: alguien a quien le duele el ano y tiene una fisura, a lo mejor no consulta por temor a que se piense que ‘tiene el culo roto’. Una fisura puede producirse por diarrea, por constipación, por un viaje, por estrés, ¡pueden ser múltiples las causas!”.

De última, recordemos que el culo es como el corazón: ninguno se rompe ni está dañado irreparablemente.