Van y viene para atravesar una y otra vez la Panamericana a la altura del kilómetro 48. Son trabajadores; hay remiseros, albañiles y operarios. Podrían ser piqueteros reclamando derechos laborales o mejoras en sus salarios. Pero no. Ninguno interfiere el tránsito. Son jugadores clase obrera que en esta mañana de neblina no se entrenarán en las impecables canchas del Country Mapuche, para preservarlas. Entonces cruzan al trote la autopista por un puente, por arriba, como el equipo al que acaban de llegar. Real Pilar, un club sin pasado, a fines de mayo consiguió lo nunca visto en los 35 años en los que Julio Grondona estuvo al frente de la AFA: la afiliación a la Primera D.

Dante Majori, presidente de la divisional, derriba los postulados burocráticos y le explica a Enganche: “Pedidos oficiales de afiliación hay un montón. Pero no hubo ninguno que después el Comité Ejecutivo haya puesto a consideración de la Asamblea. Este año el presidente consultó al Comité Ejecutivo porque veía con buenos ojos afiliar a algún equipo. Entonces llegó la presentación de Real Pilar, se puso a consideración y se aprobó. Es así como funciona”.

Es así como funciona.

La traducción en nombres de cómo llegó Real Pilar a la D no necesita intérpretes. Sin el brazo político de Daniel Angelici y Claudio “Chiqui” Tapia hubiese sido imposible que un club consiguiera lo que en 1977, en tiempos del interventor Alfredo Cantilo, lograron Laferrere, San Miguel, Defensa y Justicia, Claypole y Argentino de Merlo. Desde entonces, la AFA fue infranqueable. Hasta ahora.

Ignacio Sarraf

 

Los cientos de clubes que no pudieron acceder de modo directo al pasaporte con el sello de la AFA debieron iniciar su peregrinaje por torneos regionales o del Interior, la colectora del fútbol. Ni siquiera logró la afiliación Camioneros, el equipo de Hugo Moyano. Real Pilar, que hace apenas un puñado de días marcó su kilómetro cero, todavía no jugó ni un partido oficial. Aunque su historia es virgen, ya puede considerar que dio una vuelta olímpica. Al menos, en los escritorios.

El presidente del flamante club es César Mansilla, un empresario que, además de gerenciar a Fénix durante diez años, cuenta con dos contactos que en su cuenta en la red Linkedin no pasarían inadvertidos: fue asesor de imagen de Mauricio Macri en 2003, en la campaña para jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y es amigo de Angelici. El vínculo con el PRO se extiende también al intendente de Pilar por Cambiamos, Nicolás Ducoté, uno de los 1.000 socios que, según dicen en el club, ya completaron su ficha para tener carnet.

Un dato que no escapa al entretejido que permitió el arribo de Real Pilar a la AFA por una autopista hasta acá vedada para otros equipos (Atlético Pilar, Hacoaj, Banco Ciudad, sólo por mencionar a algunos) es el vínculo entre Chiqui Tapia y Majori. Además de presidente de la AFA, el yerno de Moyano es el líder de Barracas Central. Majori es el hombre más influyente en la mesa de la D y el presidente de Yupanqui, el club al que la bebida más famosa del mundo popularizó como el de menos hinchas del fútbol argentino. Desde julio, Yupanqui es filial de Barracas Central.

En las afueras de los laberintos políticos, los futbolistas corren y aprovechan las lomadas linderas a la Panamericana para fortalecer sus músculos y alimentar una idea. La mayoría cree haber llegado a un club que no nació para flotar en la D. El entrenador, Roberto Romano, se ilusiona: “Soñamos con el ascenso”. Lucas Quintana, uno de los 26 futbolistas que conforman el plantel, aventura: “Todos nos van a querer ganar”. Gonzalo Pulido, pondera: “El club no parece de la categoría”. Gustavo Fontana, vocero y coordinar del club más joven de Argentina, analiza: “Hay un buen técnico y 10 o 15 jugadores que se destacan. Nos preparamos para estar entre los primeros cuatro o cinco lugares”. Fontana parece un hombre tranquilo, amable, que explica con detalles cómo será el proyecto de Real Pilar. Ex piloto de automovilismo, conocido en la zona de norte del Gran Buenos Aires, ahora maneja cuestiones vinculadas con la organización de un equipo que lo entusiasma: “No me imagino durmiendo el día anterior al debut. Hay tanta efervescencia que calculo que en el primer partido de local habrá unas 2.000 personas”.

Ignacio Sarraf

 

El armado del plantel está bajo la lupa de los otros 15 equipos de la categoría. El pacto implícito para la recepción de un nuevo club incluía reciprocidad. O sea, los famosos códigos. “Tuvimos buena voluntad en firmar el aval para que se afiliaran a la D, pero les pedimos que no contrataran jugadores de nuestros clubes, sino de la zona de Pilar”, le detalla a este medio el presidente de Atlas y vicepresidente de la divisional, David Larrosa. “Al principio no cumplieron con lo pactado”, se queja. De todos modos, reconoce que Mansilla, después de los reproches de los dirigentes, dio la orden de conformar un plantel ajustado a la buena convivencia. Antes, rompió una regla no escrita que le valió la mirada escudriñadora de Argentino de Rosario, el único club de la D que no firmó la carta para garantizar la afiliación de Real Pilar (en rigor, Juventud Unida tampoco firmó, pero adhirió de palabra). El pecado capital fue ofrecerle 12.000 pesos a un futbolista del club rosarino que cobraba la mitad de ese sueldo. Para retenerlo, los dirigentes del Salaíto debieron igualar una oferta que quiebra la vara de una categoría, que hace rato dejó de ser totalmente amateur. “Real Pilar es el nuevo rico en la división más pobre”, lo estigmatiza un presidente de un club de la D que prefiere que su nombre no trascienda.  

El presupuesto mensual de Real Pilar, según Fontana, rondará los 200.000 pesos. Es el doble de lo que proyecta Central Ballester, desde donde Luis Orquera, vicepresidente y entrenador, no condena el método de inclusión del conjunto pilarense, pero aclara: “Me sorprendió que no entraran otros equipos que la vienen remando desde hace años”. Y agrega: “Por más que pongan plata, en la cancha somos once contra once”.

 Aunque ningún dirigente consultado reconoce abiertamente que jugarán por el segundo puesto, muestran preocupación por un equipo que ya evidencia intenciones con su apodo: el Monarca. Además señalan que este club 3.0, que tiene cuenta de Twitter desde enero, un mes antes de ser fundado, e hinchas hasta ahora virtuales, responde a la idea de Angelici y Macri del desembarco de las sociedades anónimas deportivas. Si bien no se trata de un caso testigo, los antecedentes de Mansilla en el fútbol invitan a mirar de cerca a Real Pilar.

 Fontana habla de la identidad de Pilar. Dice que la nomenclatura es representativa de lo que pretenden. “Esto es Pilar, pero Real Pilar”. El estadio municipal con capacidad para 10.000 personas, los diez sponsors con los que ya cuenta, el apoyo de los clubes de la Liga de Escobar, los jugadores atraídos por incentivos económicos y las expectativas de un equipo sin techo son la carta de presentación de Real Pilar. No es casual el diseño de su escudo: por encima del nombre, se destaca la coronita.

Negro, blanco y… rosa

“A la gente de Pilar nos gusta el negro y blanco. Esos colores nos representan”, dice Gustavo Fontana, vocero del club. La camiseta titular de Real Pilar será como quieren los socios fundadores. Los mismos colores que tiene Fénix, el equipo que hasta 2014 tuvo como mesías y vicepresidente a César Mansilla, ahora titular de Real Pilar. Lo insólito es que Fénix no lograba salir de la Primera D, hasta que en 2011 el empresario fue a ver a una bruja. La traba para ascender, según le dijo, eran los colores blanco y negro. Y le sugirió probar con el rosa. Mansilla mandó a confeccionar camisetas de ese color y en el primer partido que las utilizó, Fénix hizo cinco goles. En la fecha posterior el equipo volvió a vestir la camiseta tradicional y perdió. Por ese motivo, el rosa se impuso hasta que ese año Fénix dio el salto a la Primera C. El experimento esotérico se repitió al torneo siguiente con el mismo resultado: otro ascenso. Desde entonces, Fénix habita en la B Metropolitana. “La camiseta suplente de Real Pilar va a ser rosa”, revela Fontana. Porque además de dinero y apoyo político, hay que creer. 

Ignacio Sarraf