Un año más nos recuerda el nacimiento de Sigmund Freud. Un 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia, veía la luz el hombre que alumbró el siglo veinte desde un nuevo prisma que cambiaría para todos los tiempos el modo de concebir la subjetividad humana.

La historia está hecha de una suma de contingencias que juegan con la vida de los hombres. Borges nos recuerda en La muralla y los libros que es posible que el emperador Shih Huang Ti haya quemado los libros de su reino intentando borra el pasado, solo para borrar el recuerdo de su madre libertina. Ese devenir de la historia entre el determinismo y la casualidad, nos abre siempre la pregunta conjetural: ¿Qué habría sido sí...?

¿Qué habría sido si ese joven Sigmund no se hubiese enamorado perdidamente de Martha Bernays? ¿Qué si Brücke hubiese tenido un lugar para ofrecer en su laboratorio al prominente investigador en histología que asomaba en los trabajos de Freud? Qué --si como nos cuenta Emilio Rodrigué en la Biografía sobre Freud-- hubiese aceptado la recomendación de Nothnagel para emigrar a Buenos Aires. ¿Hubiese sido Sigmund Freud un compañero de José Ingenieros y Ramos Mejía? ¿Hubiera nacido el psicoanálisis en Buenos Aires o no hubiera surgido jamás?

Como en un jardín de senderos bifurcados, un hombre podría haber sido todos los hombres.

Lo cierto es que fue en Paris, en la Salpêtriere, donde el encuentro con Martin Charcot y sus famosas histéricas abrió la puerta para un trabajo que durante más de cuarenta años no dejó de dar frutos y revolucionar la vida de los hombres.

El descubrimiento del inconsciente, la ampliación del concepto de sexualidad, lo determinante de los primeros años de la infancia y la postulación de que conviven en el alma del ser humano unas fuerzas pulsionales que pugnan por construir y destruir en una permanente lucha no solo permitieron abrir una terapéutica de la neurosis, sino que ha legado a la posteridad un formidable instrumento para pensar los procesos culturales actuales.

En este sentido no solo recordamos a un hombre que ha marcado la historia de la humanidad, sino al creador de una teoría que con plena vigencia nos concierne de manera singular y colectiva.

En épocas de turbulencias, siempre es esclarecedor acudir a los desarrollos del Viejo Zorro de Viena para aportar un poco de entendimiento.

Recuerdo que en el año 1974 Lacan es interrogado por el periodista Emilio Granzotto para la revista Magazine Literarie acerca de la crisis del psicoanálisis y de lo obsoleto del pensamiento de Freud. A casi cincuenta años de aquella respuesta la transcribo porque pienso que no ha perdido ni un ápice de actualidad:

“E.G. --Cada vez se habla con más frecuencia de la crisis del psicoanálisis. Se dice que Sigmund Freud está obsoleto, la sociedad moderna ha descubierto que su obra no basta para entender al hombre, ni para interpretar a fondo su relación con el mundo.

J.L. --Esos son cuentos. En primer lugar, la crisis. No existe tal crisis, no puede haberla. El psicoanálisis aún no ha encontrado sus propios límites. Todavía hay tanto por descubrir en la práctica y en el conocimiento. En el psicoanálisis no hay solución inmediata, sólo la larga y paciente investigación de las razones. En segundo lugar, Freud.

¿Cómo puede decirse que está obsoleto si aún no lo hemos entendido a cabalidad? Lo que sí es cierto es que nos ha dado a conocer cosas completamente nuevas que ni siquiera habríamos imaginado antes de él. Desde los problemas del inconsciente hasta la importancia de la sexualidad, desde el acceso a lo simbólico hasta la sujeción a las leyes del lenguaje.

Su doctrina pone en tela de juicio la verdad, es una cuestión que nos concierne a todos y cada uno personalmente. Es algo muy distinto a una crisis. Lo repito: estamos lejos de Freud...”

La obsolescencia del psicoanálisis es algo que vuelve cada vez, en manos de distintas teorías que solo ponen vino viejo en odres nuevos, nos cuentan de lo antiguo y superados que están los descubrimientos del psicoanálisis, y solo se revelan como formas de la resistencia contra el mismo, afortunadamente “los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”.

Recordamos agradecidos el nacimiento de Sigmund Freud y seguiremos utilizando sus descubrimientos para que el sujeto contemporáneo y la cultura que habita goce de un poco más de dignidad.

Osvaldo Rodriguez es profesor adjunto Psicoanálisis Freud Catedra I. Facultad de Psicología UBA.