La 47ma. edición de la Feria del Libro tuvo una perlita: la presentación de Qatar - Volver a vivir (editorial Octubre). Diario de un viaje alucinante. Librazo de 147 páginas del periodista Juan José Panno, quien a la manera de los viejos cronistas contó el Mundial que ganó la Argentina en diciembre. Lo hizo no sólo desde lo futbolístico, sino desde lo emocional y lo social. Porque Panno recorrió además la periferia del torneo.

A los 73 años salió de la comodidad del periodista acreditado y caminó las calles qataríes para conversar con trabajadores explotados que, dijo, le mostraron su íntima realidad económica: “Vimos el lujo, todo lo imponente de Qatar. Muy particular: una playa sin gente con carteles que decían prohibido jugar a la pelota, prohibido entrar con animales. Y al mismo tiempo íbamos a otros lugares a ver otros mundos. Fuimos dos o tres veces a un barrio pobre porque comíamos barato los Shawarma. Fuimos al barrio donde vivían los tipos que construyeron los estadios. Ahí vimos el partido por el tercer puesto (Croacia-Marruecos). Todos hombres explotados a los que les retenía el pasaporte, todo eso es verdad. Nos decían que no les quedaba otra que trabajar para girar plata a sus familias. Pero en ese tiempo que estuvimos nosotros, un mes, uno no puede juzgar a ninguna sociedad. Nos alucinábamos todo el tiempo con las cosas que veíamos”.

Durante la presentación acompañaron el los periodistas Daniel Míguez y Alejandro Apo y Carlos Flores Romano con su guitarra. Pero entre el público hubo otros enormes referentes del periodismo y amigos del autor. Entre ellos el escritor y director de la Biblioteca Nacional Juan Sasturain y los periodistas Ariel Scher, Alejandro Fabbri y Adrián De Benedictis, quien este miércoles a las 16 presentará en la Sala Ernesto Sábato su trabajo mundialista, escrito junto al colega Pablo Vignone, La final de Todos los Tiempos. De Benedictis fue destacado por el propio Panno por su condición de “compañero de ruta” en la experiencia qatarí.

“El título, Volver a vivir, me apareció cuando lo escribía, porque revivía todo y a la vez pensaba en cómo lo vivirían los que estaban en Argentina. Todo el tiempo fue así. El Mundial terminó siendo una construcción colectiva. Lo ganaron los jugadores en la cancha pero lo sufrimos todos en todos lados. Mi idea era que a cada lector le resonara, mientras lee el libro, lo que le pasaba en ese momento”, resumió Panno. Luego emocionó: “Contra México fui con doble barbijo por el Covid. Fue un partido malo, chivo, en el que no pasaba nada hasta que apareció Messi e hizo el gol. A mí lado había un pibe de 30 o 32 años, de la edad de mi hijo, que estaba con una tablet haciendo el periodismo de hoy: tablet, fotos, y además miraba el partido. Cuando Messi hizo el gol nos miramos y nos dimos uno de esos abrazos que todavía siento en la piel. Fuerte, fuerte, tan fuerte que sentía que ese pibe podía ser mi hijo. Y tal vez él sentía que yo era su padre. Pero no hablamos, no nos dijimos nada. Terminó el partido y fue un ‘chau maestro, chau pibe’. No sé quién es ese pibe. Pero eso es el fútbol. Esa es la síntesis del fútbol: un abrazo”.

Panno, que vio al Seleccionado argentino las tres veces que fue campeón del mundo, tiene una gran trayectoria en el periodismo, a punto tal que se lo considera un maestro de la profesión. Trabajó, entre otros medios, en El Gráfico, Clarín y en este diario, Página 12, donde actualmente es columnista. También es autor de libros, como Mitos y leyendas en la historia de los mundiales y Corazón y pases cortos, entre muchos más. En la foto que aparece en la contratapa de Volver a vivir Panno muestra la réplica de la Copa del Mundo que la FIFA entregó en Qatar a los periodistas que cubrieron nueve o más mundiales. Panno cubrió los de 1974, 1978, 1982, 1986, 1998, 2006, 2014, 2018 y 2022.

“La única vez que lloré en Qatar fue cuando recibí un WhatsApp de mi hija Lucía con el video de los pibes del (Teatro) Colón cantando el ‘Muchaaaaaachoooooooo’. Me emocionó ver ese vídeo. El libro es eso: un poco de fútbol y un poco contar cómo era la vida en Qatar”, dijo.

Fue entonces que resaltó, entre sus vivencias, “el aliento de los argentinos y el apoyo de los hinchas asiáticos. De Bangladesh, Pakistán, India. Creo que tiene que ver con una adoración en principio por Maradona y ahora por Messi. Hay una hinchada argentina de exportación, que llega a todos lados. Los tipos quieren ser parte de eso. Iban con sus camisetas argentinas y cantaban ‘Meeeessi, Meeeessi’ hasta en el subte y se sentían representados”.

“Yo, que no tengo cábalas, empecé a tenerlas a medida que la Selección avanzaba en el Mundial: una selfie movida para mis hijos. Todos se burlaban”, rió poco antes del cierre de la presentación que se convirtió en encuentro de amigos y familiares. Porque sus nietas, Bruna y Cata, se sumaron a la fiesta desde el escenario y tomaron el micrófono para entonar a capella la versión futbolera de Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar. Fueron ellas quienes sin decirlo convocaron a los presentes a la alegría del aplauso musical y a la entonación de la icónica canción. Lo que siguió fueron sonrisas, gritos y abrazos. Igual que en diciembre. Como si esta noche fría y lluviosa de mayo el libro hubiese convocado a celebrar de nuevo el Mundial.