El actual juicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada es uno de los más importantes en la historia de los juicios de este país. Por las 789 víctimas que abarca y por el número de 63 victimarios en condiciones de escuchar la sentencia, pero sobre todo porque analiza por primera vez los vuelos de la muerte, la práctica de exterminio masivo de personas que caracterizó al centro clandestino de la ESMA. Las pruebas para reconstruir las imputaciones por los vuelos representan un desafío para la Justicia argentina. Es el único tramo de la operación criminal sin testigos. El juicio mostró, sin embargo, un modo complementario de construcción de la prueba a partir de una monumental base documental que descubrió las estructuras de los vuelos: papeles, legajos y análisis de documentos que permitieron revelar el organigrama clandestino. La abogada Luz Palmas Zaldúa es coordinadora del área jurídica de lesa humanidad del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). En esta entrevista explica paso a paso estos descubrimientos y el aporte del juicio en términos de “verdad” cuando el debate se acerca a la sentencia, luego de un extendido período de los alegatos de los imputados.

–En términos históricos, ¿cuál es el aporte de este juicio a los vuelos de la muerte?

–Nos parece que este juicio amplió enormemente el universo de víctimas y de imputados en relación con los dos juicios anteriores, permitió acumular una cantidad de información novedosa sobre los vuelos de la muerte. Consolidó información que se tenía, pero también agregó una nueva capa de conocimiento. Cuando se mira un proceso judicial en el que ya está probado el centro clandestino, las responsabilidades y las víctimas, parece que nada nuevo va a aparecer. Pero todos los juicios aportan novedades. En este caso, había una reconstrucción histórica sobre los vuelos: testimonios, investigaciones periodísticas, incluso aportes desde la mirada de los perpetradores como Scilingo en 1995 con una confesión plasmada luego en el libro El vuelo, de Horacio Verbitsky. Pero toda esa información se tenía y se reprodujo en el juicio anterior. Este juicio en cambio miró la estructura: cómo hizo la Armada en términos de recursos materiales y de recursos humanos para llevar adelante esa práctica. Es decir, sobre la práctica de eliminación física de personas como vuelo de la muerte este es el juicio que nos permitió conocer cómo la Armada la llevó a cabo y la hizo efectivamente operativa. Ese es el nuevo conocimiento que agrega el proceso judicial a una práctica tan única en el mundo como los vuelos de la muerte en el terrorismo de Estado en Argentina. 

–¿Y qué dice de esa estructura?

–Antes del juicio sabíamos que el vuelo era una práctica de eliminación física de personas. Sabíamos algo de la mecánica interna: que los integrantes del Grupo de Tareas (GT) se encontraban en Los Jorges y definían cuál era la persona que iba a ser eliminada. Que un método por excelencia fueron los vuelos. Que a las personas les decían que iban a ser trasladadas a un granja de recuperación; que eran llevadas a una aeronave; que antes las adormecían y después se las arrojaba al mar. Se sabía. Muchos testigos hablaron de eso en el juicio previo. Pero ahora se pudo ver cómo una Fuerza como la Armada se hizo de recursos para llevar adelante una práctica que requiere de una enorme logística: movilizar aviones; aviones que hacían un recorrido, lanzaban a las personas y volvían. Toda la movilización de aeronaves necesitaba una estructura que excedía al GT. Y el GT podía tener especialistas en secuestrar; especialistas en el traslado al centro clandestino; en llevar adelante sesiones de tortura. Pero cuando entramos al terreno de los vuelos, necesitan de la estructura de la Armada más amplificada y esa estructura la proporcionó el Comando de Operaciones Navales.

–¿Puede explicarlo?

–El Comando de Operaciones Navales estaba ubicado por debajo del Jefe de la Armada. Tenía a su disposición la posibilidad de echar mano de dos instancias de la estructura de la Armada para ofrecer recursos materiales y humanos: la División de Aviación de Prefectura (DIVA) y el Comando de Aviación Naval (COAN). Lo que hizo este juicio fue permitirnos ver cómo la Fuerza de Tareas 3 que operaba en la ESMA elevaba un pedido al Comando de Operaciones Navales en la medida de sus necesidades. Y cómo el Comando de Operaciones Navales tenía estas dos fuentes de recursos: la DIVA y la COAN que abastecían al Comando con aviones y tripulación.  

–¿Qué lugar tuvieron los archivos en esto?

–Primero hubo testimonios de sobrevivientes que hablaron de los vuelos. También hubo fisuras en el pacto de silencio de las Fuerzas Armadas. Denuncias que ofrecieron algunos datos. Sobrevivientes que hablan primero de la mecánica interna y en posdictadura tenemos declaraciones que arrojaron datos sobre aeronaves. Y en este juicio, tenés documentos. Documentos del Ministerio de Defensa. Pero también cruce con información de las memorias anuales de la Aviación Naval. Y testimonios de investigadores como María Laura Guembe, que coordinó los equipos de relevamiento de documentos en Defensa y Seguridad y permitieron reconstruir la segunda parte de la logística de los vuelos. Y la logística lleva inevitablemente a las responsabilidades. Al reconstruir la logística, aparece la operatoria: una tarea nada sencilla porque es compleja y clandestina pero permite ver quiénes estuvieron involucrados. También en el juicio se hizo una inspección ocular en la Base Comandante Espora que permitió entender características de las naves usadas porque no cualquiera podía lanzar gente en pleno vuelo. Todo esto que permitió cruzar lo nuevo con lo que se conocía, es lo que se produjo en el juicio. Y a mí me parece muy importante. Muchas veces pudimos reconstruir responsabilidades a partir de observar un CCD. El CCD permite reconstruir la cadena de mandos hacia arriba para ver responsabilidades funcionales. Y reconstruir la organización de la vida del CCD para saber quiénes fueron los autores materiales: quienes garantizaron cautiverio, qué patotas iban a secuestrar. Pero el tramo final de una persona siempre permanecía como incógnita. Un día, sus compañeros dejaron de verlo en el CCD. En los juicios tomamos ese día como el momento de la desaparición. Pero me parece que este juicio permitió ver más allá: superar la barrera del centro clandestino y observar un tramo más en el cautiverio que fue el recorrido de la persona hasta su muerte. Una muerte que se produjo de esta manera tan aberrante y tremenda. Creo que es como avanzar un punto más. Corrió el conocimiento sobre lo que pasó en el tramo final de la vida. Y eso es algo impactante, no sólo por la posibilidad de reconstruir responsabilidades, sino por acceder al ultimo tramo de vida. Por eso es tan indescriptible humanamente como práctica de exterminio: nadie puede contar demasiado qué pasó, pero ahora podemos saber qué aviones, preguntarnos cómo era la mecánica, cómo eran los aviones, qué tipo de puertas tenían. Nos llevó a un lugar de mayor de saber y de excesivo horror. Creo que esa reconstrucción nos llevó, así, más cerca de la muerte.

–¿Se sabe cuántos fueron los aviones? ¿Los pilotos? 

–Por lo pronto, hay algunos que están siendo juzgados. Pudimos determinar características de las aeronaves. Pudimos salir un poco de las preguntas sobre la estructura del GT. Y para este tramo del trabajo criminal sobre vuelos había que apelar a otras estructuras. Por eso, los vuelos nos ponen frente al hecho de que fueron garantizados por una Fuerza Armada, no por un GT. Hubo que echar mano a la estructura general.

–Hasta ahora las pruebas prioritarias en los juicios eran los testimonios. Estas, en cambio, son pruebas documentales. ¿Todo esto habla de una innovación en términos de prueba para el proceso de justicia? 

–Los documentos están ahí porque dan cuenta de un tramo diferente que requiere otros aportes. Otras evidencias. Como es el tramo final, no hay sobrevivientes. Tenemos un CCD como la ESMA con sobrevivientes que pudieron reconstruir de manera casi perfecta todo lo que sucedió dentro. Pero los vuelos no tienen sobrevivientes. Se pudieron probar con los indicios que se fueron acumulando: las primeras declaraciones; las fisuras o la confesión de Scilingo. Pero también hubo una profundización en las políticas públicas que relevaron información, reconstruyeron datos. Cruzar todo eso en un proceso judicial con memorias e inspección ocular, lo permitió este proceso judicial. Juntó una política pública de especialistas que saben leer documentos, reconstruir, cruzarlos y dudar. En ese sentido, estas nuevas pruebas son novedosas en sí mismas. Hace unos cuántos años contamos en los juicios con algo que antes no teníamos: los documentos. Desde el Juicio a las Juntas, la única evidencia eran los sobrevivientes o familiares de desaparecidos que trataban de reconstruir lo vivido. La posibilidad de analizar documentos de forma más amplia se dio sobre todo desde 2010 con la decisión de desclasificar archivos y armar equipos de trabajo para leerlos porque no son documentos que pueda leer cualquiera sin formación. Y me parece que esto permitió echar luz en los procesos y generar evidencia.

–¿Cree que a la Justicia argentina tiene un desafío a la hora de valorar estos documentos en la sentencia?

–Creo que un desafío muy importante fue formar personas que pudieran hacer esa lectura de los documentos. Y el desafío que tenemos desde las organizaciones de derechos humanos, víctimas y familiares es que esa política pública se sostenga. Ya es un problema que se haya desmantelado el equipo en Seguridad donde la gente formada en leer documentos fue despedida. En Defensa, siempre sobrevuela la idea del desarmado. Y la verdad es que son importantes porque la lectura de un juez no es suficiente para analizarlos. Ni de las partes. Ni de los abogados. Se necesita otro tipo de formación. Siempre pensamos que estos procesos necesitaban de la interdisciplina. No es suficiente con abogados que podemos pensar teoría jurídica pero es insuficiente. Hay que reconstruir tramas históricas. Hacer lecturas de documentación vinculada a las ciencias sociales, a la historia, a técnicas, a gente que trabajó en archivos y sabe que cada archivo tiene una lógica. Y qué lógicas tuvieron los documentos de la dictadura. 

–¿Entonces cuál sería el desafío? ¿Habilitar la lectura de expertos? 

–Para mí, desde la querella, hay prueba para condenar a todos. Pero si los jueces interpretan que no, creo que no pueden evitar escribir una sentencia donde todo ese cúmulo de documentación y de testimonios quede plasmado. Que quede plasmada la operatoria de los vuelos de la muerte. Porque eso es inevitable. Lo que se acumuló sobre la operatoria es avasallante en términos de conocimiento y de verdad. Es cierto que no tenemos a todos. Que la Justicia debería avanzar sobre otras responsabilidades. Los jueces podrán no tener certeza o sí para condenar, pero lo que es inevitable es que la sentencia tenga una reconstrucción sobre lo que se probó sobre la práctica de exterminio que eligieron los militares en el centro clandestino de la ESMA, que son los vuelos.

–Puede decirse, entonces, que el juicio ya produjo un primer resultado: un efecto de verdad dado que en este momento los defensores discuten participaciones, pero lo hacen desde el encuadre de esa estructura. 

–Exacto. Discuten si (Julio) Poch estuvo o no. Si fue una mala traducción lo que dijo cuando confesó que participó. Su defensor dice que por traducción se entendió que dijo que participó de los vuelos, pero en realidad ahora dice que habló de los vuelos. Cosa que también es un dato porque, en línea con lo que usted dice, ya nadie discute que hubo vuelos de la muerte. Estamos viendo que los propios acusados tratan de desligarse de su participación, pero no hay discusión sobre los vuelos de la muerte. O incluso de las estructuras. Por eso, me parece que es una verdad que se impuso por la fuerza y por la cantidad de prueba. Así como en un momento se impuso que la ESMA fue un centro clandestino y no hay ninguna duda que existió Pecera o Capucha. Así como hay historias que hoy tienen tanta fuerza de verdad que son indiscutibles, creo que este juicio permitió llegar a una etapa en la que ya no hay ninguna discusión sobre vuelos de la muerte, pero tampoco sobre la estructura que sostuvo y los consumó para garantizarlos.