Cristina Fernández de Kirchner habló con tiempo y a sus anchas en un reportaje televisivo respetuoso y profesional, todo el resto vino por añadidura. La señal de cable C5N superó el rating de los canales abiertos, gentes variadas se pegaron a la tele como en un partido de fútbol, sin pausas publicitarias y sin distracciones. La vicepresidenta demostró que es una figura única en la política nacional, cualitativamente superior al resto. Confirmó, por si hiciera falta, lo que venía anunciando desde diciembre del año pasado: no será candidata, “mascota del poder”. Hipotéticos mariscales observaban, algunos comenzaban a buscar el bastón o a cavilar o a retocarse la cabellera.

A cinco meses vista CFK ratificó el anuncio inmediato posterior a la lectura del veredicto en la causa Vialidad. Este cronista escribió en aquel trance que ni ella ni Néstor Kirchner retractaron jamás anuncios públicos. Y que la oradora elocuente que habla sin leer nada o casi nada siempre sabe qué va a decir. El supuesto desenlace estaba expuesto al inicio. ¿Ocurrió, pues, lo inexorable, lo escrito de antemano? ¿U ocurrió uno entre otros porvenires posibles? La discusión se torna abstracta, entra en el pasado.

Aun creyendo siempre que el principio espoileó el final quizá algo pudo cambiar. Pudieron interferir o alterar el rumbo la gente en la calle, la dinámica política, el virtual quilombo “si la tocan” que quedó en veremos.

Desde el remoto diciembre de 2022 corrió harta agua bajo los puentes El desempeño del oficialismo durante 2023 lejos estuvo de enamorar. La inflación está a años luz de medirse con “un 3 adelante”. El peronismo afronta una elección difícil en un contexto mundial fulero, intermitente, teñido por la incerteza, convaleciendo de la pandemia sin elaborarla, negándola…

Tres precandidatos clavados dieron sendos pasos al costado cada quien a su modo: el expresidente Mauricio Macri, el actual Alberto Fernández y la única mujer que llegó dos veces a la Casa Rosada merced al voto popular.

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El peso de las palabras: La palabra de Cristina incide, modifica escenarios, jamás es protocolar. La sarasa le es ajena. El ministro del Interior Eduardo de Pedro y el dirigente social Juan Grabois reaccionaron: se inscribieron dentro de los integrantes de la generación interpelada, agregándole interpretaciones propias. Grabois lanzó su candidatura, en acto público. Wado de Pedro construye su perfil, en parte laburando, en parte articulando con aliados previsibles o chocantes. La “remisería de la Rosada” con la que trabaja su imagen es profesional y coloquial a la vez, como el precandidato. Los rumores, los análisis, los quinchos, las tertulias de café, lo señalan como el más adecuado de los dirigentes de la generación diezmada, el más cercano a Cristina. Esta columna desiste de sobre interpretar a la vicepresidenta, a contadas horas de un nuevo discurso. El ejercicio está de moda pero (como la previa de los partidos de fútbol) aburre y envejece rápido.

El ministro de Economía Sergio Massa capturó la expresión “agarró una papa caliente”: la hizo suya, descalificó a supuestos compañeros que se escondieron. Massa niega ser candidato mientras está en campaña, con un estilo desafiante o hasta peleón por momentos. Rechaza que haya competencia interna en las Primarias Abiertas (PASO), culpa a terceros por los tropiezos de la política económica. Le sobra autoestima aunque hace un rato que le cuesta exhibir resultados satisfactorios o pasables. La papa hierve todavía aunque el Superministro tenga manos de amianto, voluntad férrea, vías de comunicación múltiples, hábil y cómodo manejo mediático.

Sigue en carrera, por un carril extraño, el embajador Daniel Scioli, otro protagonista que se tiene fe y frecuenta el amianto. Los años transcurridos revalorizan su campaña de 2015. Por ahí, le bajaron el precio alegando “el candidato es el proyecto”.

El Jefe de Gabinete Agustín Rossi insinúa voluntad de participar en las PASO y la necesidad de valerse de esa herramienta. Lo condiciona la cercanía con el presidente. Un brete para todos los aspirantes, diferenciarse del oficialismo que integran, se duplica para el Chivo Rossi, hombre de compromiso y militancia comprobados.
Nota al pie, pocas circunstancias son plenamente inéditas a cuarenta años de la recuperación democrática. Eduardo Angeloz se diferenció del presidente Raúl Alfonsín en 1989. Eduardo Duhalde del presidente Carlos Menem en 1999. Fueron vencidos. Pero rondaron un 40 por ciento de los votos que hoy sabría a gloria. Si se corroboran las predicciones más corrientes que Cristina convalidó y repensó. La llamada…

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… elección en tercios: El diputado Javier Milei concretó ya un par de hazañas. Lo ven competitivo sus adversarios, su agenda promueve polémicas. Se hizo conocido (no pregunten por ahora cuánto, dónde, entre quiénes). El horizonte de tres fuerzas pugnando en relativa paridad es el más imaginado en mesas de arena, corroborado por encuestas multicolores, tomado en cuenta por dirigentes de los partidos preponderantes.

La polarización entre el peronismo y Juntos por el Cambio caracterizó a la votación de 2019, casi el 90 por ciento en primera vuelta. La perspectiva dominante es que nadie ganará así. Quien les habla está menos convencido que el mainstream pero, ay, un poco desencantado de su propia bola de cristal.

La elección imaginada evocaría con variantes a la de 2003, con preferencias fragmentadas entre cinco competidores. Carlos Menem, Néstor Kirchner, Ricardo López Murphy, Adolfo Rodríguez Saá y Elisa Carrió. Para llegar a noventa por ciento tenían que adicionarse todos. La segunda vuelta pintaba como ineludible.

Fue una contingencia previa a la implantación de las PASO nacionales que modifican el cuadro. Funcionan casi como una primera vuelta porque habilitan-desatan desplazamiento de “votos útiles” en la elección general, separada por un par de meses. Las fluctuaciones, en presidenciales, favorecieron a Juntos por el Cambio.

Las encuestas fallan con asiduidad. Un eximente; las PASO le proponen un reto casi imposible de superar. ¿Qué encuestado puede pensar en dos contiendas sucesivas, en cómo incidirán en su imaginario etcétera? Una minoría escueta, supone quien les habla y encarece argumentos o pruebas que lo refuten.

Los estrategas de campaña, que aguardan el momento de salir a la cancha, tienen que comprender el contexto institucional. En un tramo de la competencia habrá polarización. Segunda vuelta como Kirchner 2003 y Macri 2015. O primera vuelta como Menem 95, Fernando de la Rúa 1999, Cristina 2007 y 2011, Alberto Fernández 2019. La tendencia histórica prevaleciente parecería la menos factible. El horizonte esperado está, empero, sujeto a requisitos. Si Milei sostiene la trepada, si los dos partidos hegemónicos desde 2003 pierden caudal. Nada está escrito en las vísperas.

De nuevo. Incluso en ese supuesto habrá polarización. Nadie llega a la Casa Rosada sin congregar el 40 por ciento con goleada en primera vuelta. O un 50 por ciento en ballotage.

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Candidatos y proyecto: La letanía “presidenta, Cristina presidenta” resonó a través de un semestre, procurando persuadirla o sincerando falta de creatividad, de piné, de alternativas. Los cierres de listas se avecinan. Cunde una idea etapista dentro del peronismo: primero debe concebirse un proyecto común. Las reglas internas para las PASO y los candidatos tendrán que ceñirse al programa. Principio sensato si no se lleva a un extremo.

El peronismo precisa reconectarse con la sociedad, superar el ensimismamiento internista. Renunció a sumar, a congregar fuera de sus fronteras. Debe resultados económicos, en especial referidos a la inflación, el valor adquisitivo de los ingresos y la distribución de la riqueza. Casi nada. Es difícil exagerar cuánto gravita la economía en la vida de la gente común y en el cuarto oscuro. Sin embargo, el proyecto o cómo se llame tiene que trascender la economía. El oficialismo adeuda participación, convocatoria, ideas novedosas. Una lectura precisa de la estructura económico social que mutó, irrevocablemente, desde fines del siglo pasado… por lo menos. Contexto a comprender pronto sin prejuicios, ni atavismos.

Una campaña política lograda trasciende el cotillón, los jingles, la pirotecnia… todos recursos legítimos y válidos. Debe sacudir modorras, iluminar horizontes, mostrar un futuro posible. Convencer de que hay vida mejor accesible contrariando al agobio del día a día, la imposibilidad de planificar ni digamos de ahorrar.

En todos esos sentidos, es inviable imaginar un partido competitivo, que enamore y honre promesas sin un candidato empoderado por la gente, convencido de su misión, abierto a la escucha y caminador. La política crea, las coyunturas electorales catalizan energías sociales adormecidas… en los mejores momentos. Que como todo son creaciones sociales, colectivas. Ojo que las oportunidades desperdiciadas también existen, acechan.

El colosal descreimiento acentúa la problemática sin tornarla insoluble. Por esos bordes transita la historia. Si la patria es el otro hace falta atravesar los límites partidarios. Pronunciarlo es sencillo… hacerlo es imprescindible. La cuenta regresiva corre.

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Tácticas y ética: Se polemiza acerca de la necesidad de PASO competitivas, con varios candidatos versus lista única. Son cuestiones instrumentales, tácticas en jerga… ajenas en principio a la moral o la ética. Pero éstas se imbrican cuando se analizan en conjunto con las aludidas “deudas” políticas, La ética se mestiza con la táctica si la gente espera (consciente o inconscientemente) más participación, menos arreglos de cúpula, más cercanía o más pluralismo. Y sobre todo más atención y respeto.

Cristina queda en el centro de la escena. Alude-convoca a los hijos de la generación diezmada. Hablará ante una plaza colmada el 25 de mayo.

Hay semanas en que la política doméstica parece el día de la marmota. Un plano semestral ayuda a descifrar que todo es más complejo, barroco o dialéctico. Ora vertiginoso, ora cansino. Impredecible quizá en este instante, dentro de un año podremos encajar las piezas del rompecabezas… La gracia, el desafío de “la política” es comprender el contexto ahora para modificarlo, encauzarlo, cambiar la historia dentro de los márgenes de lo posible. Nunca absolutos, nunca nulos ni irrelevantes.

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