A los 4 años, Dolores Fonzi ya sabía que quería ser actriz. Siendo una niña, no tenía referentes, pero su juego era la interpretación. Después, estudió teatro, y en 1996, luego de cumplir los 17, hizo su primera aparición televisiva en la serie La nena. Dos años más tarde, tuvo su protagónico en Verano del ’98. Cuando concluyó su labor en la tira creada por Cris Morena, comenzó a trabajar en cine: primero integró el elenco de Plata quemada, de Marcelo Piñeyro, y al poco tiempo de Esperando al Mesías, bajo la dirección de Daniel Burman. Desde entonces, su carrera se fue alternando entre la televisión y el cine, y su mirada penetrante, casi podría decirse intimidatoria, pero a la vez cautivante, fue una marca personal. Hoy en día se puede asegurar que definitivamente su lugar en el mundo es el cine. Tanto que con Blondi -que se estrena mañana jueves- debuta como directora de cine. Y tiene la triple corona: actriz protagónica, guionista (junto a Laura Paredes) y realizadora.

Blondi es una película sobre los vínculos entre madre e hijo. Mejor dicho, de una madre inmadura y un hijo maduro, como la propia Fonzi lo definió. No se trata de vínculos asimétricos sino más bien horizontales. La actriz de La patota y La cordillera encarna en Blondi a una madre soltera, que tuvo a su hijo muy joven, con el que comparte gustos de adolescentes. Más que madre es una amiga de su hijo Mirko (Toto Rovito, en una gran actuación tras su trabajo en Argentina, 1985, de Santiago Mitre). Pero si es una película sobre los vínculos, Blondi también habla sobre la relación madre-hija, y de la relación entre hermanas. Con lo cual es también una comedia dramática, por momentos, sobre "lo familiar". En el film hay tópicos muy marcados como la maternidad, el feminismo, la libertad y el derecho a elegir un futuro.

La idea de dirigir una película no fue algo muy pensado. "Se fue dando. A mí y a mis amigos actores o directores nos gusta todo el tiempo estar pensando ideas para hacer. Tuve una idea, Santiago (Mitre, su pareja) me estimuló mucho para que la escriba, y pensamos en Laura Paredes para que me acompañe en el proceso de guión", cuenta Fonzi en diálogo con Página/12. La flamante cineasta confiesa que escribió sin pensar que eso se iba a transformar en una película. "Después, la idea fue ir concretando eso, pero nunca imaginé que lo iba a lograr. Se fue dando y, en un momento, no hubo escapatoria. De pensar que no se iba a lograr pasé a 'Ok, hay que dirigirlo'", agrega.

-¿Cómo te sentiste en el nuevo rol?

-Súper. La pasé bomba. Me encantó esta nueva faceta. Me sentí como pez en el agua y estuve muy contenta. Es una experiencia muy buena porque tenés a todo un equipo de trabajo que cree en lo que pensás y hace posible que esa idea se concrete. Entonces, siento un agradecimiento enorme hacia los actores entregados al guión, el equipo, los productores, y todo el mundo que hace posible que la película que se haya podido hacer.

-¿Qué le pudo aportar la actriz a la directora?

-Muchísimo. La tranquilidad de que la parte actoral mía iba a estar cubierta. Es la tranquilidad de que está bien casteada la actriz. Siendo actriz que dirige, tenés más empatía con lo que es el actor porque sabés lo que es estar del otro lado. Yo no me tenía que preocupar por actuar porque eso ya lo sabía. Me tenía que preguntar por dirigir. Ser actriz me dio la tranquilidad de no tener que estar ocupada en la actuación.

-¿En las películas en las que hay un director o directora te pasa lo mismo? ¿O hay un aporte tuyo a la realización de la película?

-Hay algo similar al trabajar con actores que dirigen, como algo de entender el proceso que tiene el actor. Un actor-director nunca va a hacer cuarenta tomas de un plano (risas). Hay una empatía con el proceso creativo del actor que los actores-directores tienen y que los directores, a veces, no. En ese sentido, hay un código común que, al saber el que te dirige, si actuó alguna vez, entiende lo que estás viviendo.

-¿Y al ser también protagonista implicó una carga muy pesada los dos roles?

-La verdad es que fue una experiencia tan única y tan feliz para mí. Tal vez la felicidad tuvo que ver en haberme tranquilizado que podía hacer las dos cosas a la vez. Cuando se fue dando como yo esperaba, no fue una carga. Al contrario: fue un alivio y una alegría darme cuenta de que podía hacer las dos cosas. Al principio, antes de empezar a filmar, sí tenía incertidumbre que, por no haberlo hecho antes, no sabía cómo iba a resultar. Le di para adelante. Después, en la acción la tranquilidad de poder hacer las dos cosas también fue parte de esa felicidad que sentí.

-¿Cuál fue el germen de la historia?

-En realidad, leí un libro que me encantó y agarré una imagen de eso, que era la de una madre soltera que tenía un hijo. Desde ahí empecé a inventar situaciones entre una madre y un hijo y después derivó en esto, que es la película, que no tiene nada que ver con la novela que leí, pero empezó por ahí. Fue un disparador. Después, lo acerqué más a mí. O sea, las cosas que me divierten para actuar o mostrar.

-En la película contás temas que te interesan en tu vida. ¿Cómo fue, entonces, el trabajo de guión junto a Laura Paredes? ¿Había muchas coincidencias entre ambas?

-Yo tenía una idea muy clara de lo que quería y Laura es muy trabajadora. Entonces, plasmaba perfectamente lo que yo quería y el cómo. Entre las dos armamos un equipo muy bueno de guión. A la vez, es una amiga. Entonces, tenemos un punto en común de cosas que nos hacen reír. Entendía perfectamente el código.

-¿Cómo fue la elección de Toto Rovito, que hace un gran papel?

-Yo lo había visto en Argentina, 1985, me había encantado. Cuando lo conocí sentí que el personaje era para él y después al tiempo se confirmó esa primera intuición que tuve cuando lo ví. Me encanta como actor. Es cálido. Me parecía que fuera así el hijo, más allá de que es un actor increíble. Esta experiencia con él confirmó que esa primera intuición estaba bien.

-Definiste a tu personaje y al de Toto como los de una madre inmadura y un hijo maduro. ¿Te pasó de encontrar situaciones así en la vida real?

-Siempre los hijos te enseñan todo el tiempo desde sus propias perspectivas cosas que vos pensás que tenés claras y por ahí no. En ese sentido, sí. Pero como mi diferencia de edad con mis hijos es mayor, no es lo mismo. Pero los hijos, hijas vienen un poco a mostrarte cosas que pensás que tenés planeadas y después no son así, o hay puntos de vista distintos. Con respecto a la madurez, no, porque mis hijos son adolescentes y yo soy grande. Pero es claro que los hijos te traen cosas nuevas que uno no imagina. De hecho, son las que te causan gracia cuando escuchas a tu hijo con un punto de vista personal sobre las cosas.

Fonzi con Toto Rovito en "Blondi"

-Aun así, ¿tenés algo de tu personaje en tu rol como madre o sos completamente diferente?

-Me siento bastante diferente a Blondi, pero por otro lado hay una manera que intento copiarle al personaje: tener una vida lúdica, divertida o ser una madre divertida para mis hijos. Eso lo intento. Después, Blondi tiene una diferencia de edad bastante corta con el hijo y son como más pares. Hubo algo ahí que no tiene nada que ver conmigo, pero sí intento ser lo más par posible con mis hijos, por momentos. Nunca sos la amiga de tu hijo nada más. Podés ser un poco amiga, pero siempre sos la madre. Ser madre quiere decir ser alguien confiable para tus hijos para que te puedan contar las cosas que les pasa, sin que piensen que los vas a juzgar. En ese sentido, intento ser Blondi.

-¿La construcción del personaje se vio influenciada por el hecho de que vos sos madre, más allá de que seas diferente al personaje?

-Sí, creo que el punto de partida fue el de ser madre, pero en la película está tratado el tema desde otro punto y desde algo más horizontal. Se trata de buscar estos vínculos de las mujeres que se aguantan entre sí y cómo las amigas, las hermanas, las abuelas, cómo todas las mujeres entran en estas redes de contención cuando hay una mujer que tiene un hijo sola. Me interesaba más mostrar esa faceta de la maternidad y los vínculos, como algo más en red, más una crianza colectiva, como una maternidad sostenida en una comunidad pequeña o grande. En este caso, la abuela, la madre y la hermana son partes fundamentales de la crianza del hijo.

-La película muestra que muchas veces ella habla de la amistad con el hijo. ¿Se puede ser madre y amiga a la vez de un hije?

-Para mí es lo que cada vez pasa más porque la autoridad del adulto está puesta en juego porque el adulto tiene autoridad según las cosas que haga, y siempre tenés un hijo, una hija que expone también tu propia limitación. Aceptar que somos adultos pero que no somos unos genios por ser adultos hace que los hijos vengan y te enfrenten a cosas que pensabas que tenías resueltas y tal vez no, o miradas que podrían empatizar más con el otro. Ya no existe más lo verticalista de que la autoridad la tenía el adulto porque sí. Ahora sos adulto, pero tenés autoridad si las cosas que hacés se validan porque están pensadas con empatía hacia el otro. No sólo por ser adulto hoy en día ya sos un genio. Ahora hay que demostrar un montón de cosas para que los hijos, hijas, te respeten y hagan lo que decís. Por supuesto que cuanto más amigo seas de tus hijos es mejor porque se sienten en confianza, pero creo que va cambiando. Antes por ser adulto ya eras la autoridad y ahora no: tenés que validar esa autoridad con acciones. Y las acciones tienen que ver con ser una buena persona.

Imagen: Bernardino Avila

-¿Crees que las relaciones asimétricas entre padres e hijos son, entonces, un concepto anacrónico de familia?

-Sí, por supuesto. Eso ya quedó anacrónico y hoy en día te das cuenta que por ser el padre o madre de alguien no vas a tener algo ganado. Al contrario: tenés que trabajar para que ese vínculo sea bueno. Hay un montón de cosas que hay que hacer para que te quieran. No es que sólo te quieren porque sos el padre o la madre.

-La película busca mostrar que no necesariamente hay tener un poder sofocante sobre los hijes en una crianza, ¿no?

-Claro, porque el camino finalmente es propio. Tiene que ver con cómo acompañás el camino propio de cada persona que te toca criar o acompañar en un crecimiento a una persona que está en tu radar de contención. Es como tratar de balancear y buscar un equilibrio entre ser alguien que contiene, alguien que guía, alguien que escucha, y que respeta ese camino. Ahora, los hijos y las hijas vienen con mucha más información y están más preparados para entender lo que está bien y lo que no. Claramente, alguien que sofoca en la crianza no sé si tiene buenos resultados después con su descendencia.

-Lo que venís hablando tal vez es más fácil de lograr en un contexto como éste en el que los adolescentes son más propensos a criticar la injerencia de los padres en su vida cotidiana.

-Claro, la crianza es más compleja que antes. Los niños y niñas de antes tenían que hacer las cosas que debían hacer y ahora hay una crianza más individualista, le da más bola al individuo, te ocupás de que tu hijo que necesita tal cosa tenga eso, y que tu hija que necesita tal otra tenga eso que necesita. Hay una crianza más volcada hacia potenciar a cada individuo como individuo y no a la niñez en total; o sea, a la niñez como un ente. Distingue más las particularidades de cada individuo. Y tratamos en esta época de darle a cada uno lo que necesita. Antes era: todos los niños, lo mismo, y los adultos por otro lado. Ahora, hay una lectura más sensible sobre las necesidades de cada persona. Es un trabajo más intenso y, a la vez, en un sentido, más conectado.

-Es una casualidad, pero tanto Las fiestas, donde actuaste (que se estrenó en enero) y Blondi esbozan una idea particular de lo que puede ser una familia, pero de manera muy diferente.

-Sí, son los distintos tipos de vínculos con los progenitores. En Las fiestas está esa madre que ocupa mucho espacio en la vida de sus hijos de una manera extraña. Y en Blondi, esta madre ocupa como puede o quiso, sin prejuicios, donde hay algo muy compartido. Es un tema muy de la época porque está todo cambiando.

-¿El gran tema de Blondi es, entonces, cómo se da la construcción de los vínculos?

-Sí, como el trabajo colectivo, la comunidad para criar o para crecer. O sea, cómo los amigos, hermanos te arman un contexto que te ayuda y te acompaña en la crianza, sin que sea lo estipulado por la sociedad de hace años. Y ver los nuevos tipos de familia, las madres solas, el rol de la abuela… Podemos decir que es una película que trata sobre vínculos familiares de una manera distinta.