Nunca hizo tanto frío                      7 puntos

Argentina, 2023

Dirección, guion y producción: Violeta Uman.

Fotografía: Yarará Rodríguez.

Música: Inés Copertino.

Con Cora Roca y Violeta Uman.

Duración: 66 minutos.

Estreno: en El Cultural San Martín (viernes 2 a las 19.30; domingo 4 a las 19; jueves 15 a las 20.30; domingo 18 a las 17; jueves 22 a las 19; sábado 24 a las 17; sábado 1 de julio a las 17; y domingo 2 de julio a las 19 horas).


Dentro del campo del cine documental, el del retrato es uno de los géneros más difíciles de encarar. ¿Cómo hacerlo? ¿Desde qué punto de vista? ¿Cuál es la distancia justa? En Nunca tuve tanto frío, su primer largometraje después de algunos cortos premiados, Violeta Uman –egresada de la carrera de Imagen y Sonido de la UBA- parece haber encontrado las mejores respuestas a esas preguntas.

El mérito no es menor considerando que la retratada es nada menos que su madre. Hay algo de ese vínculo –por amoroso que sea- que se vuelve siempre arduo, complejo. Y más aún cuando ambas, madre e hija, tienen personalidad y carácter fuerte. Pero allí está el núcleo de la materia dramática de Nunca tuve tanto frío: el conflicto. Que no necesita de revelaciones traumáticas ni de secretos sórdidos expuestos a la malsana curiosidad pública. A Uman le basta con transitar la banal cotidianeidad con su madre en un momento delicado, luego de una operación, que las lleva a convivir durante el período de convalecencia de una mujer de 83 años acostumbrada a vivir orgullosamente sola. Los cuidados, los recuerdos, las diapositivas, las películas compartidas pueden ser tanto momentos de armonía como de fricción y desacuerdo. “¿Por qué me peleás tanto?”, le recrimina la madre a su hija, que a veces quizás no tiene toda la paciencia necesaria, o que simplemente la contradice porque no piensa igual que ella y se lo dice sin rodeos.

Que la madre de la realizadora sea Cora Roca, una leyenda en el campo de la formación teatral infantil, y a su vez la investigadora más consecuente que tiene el teatro argentino, con quince libros publicados -el más reciente, Los teatros históricos de la ciudad de Buenos Aires (1783-1930), fue editado por Eudeba- le da al film un interés muy particular. Hay algo de un pasado siempre efímero, evanescente como es el del teatro, que aflora en Nunca tuve tanto frío, como el recuerdo de la pionera Hedy Crilla, esa discípula de Stanislavski escapada del nazismo, que en Buenos Aires fue maestra de grandes actores y actrices y también de la propia Cora, que en los años ’60 participó no sólo de la escena teatral sino también de los primeros cortos de Pino Solanas y Raymundo Gleyzer.

Es simple pero inteligente el recurso que utiliza Uman –la retratista que en el proceso también se vuelve retratada- para disparar los recuerdos y empezar su película con un anclaje fuerte. Mientras en la imagen se suceden fotografías de aquellos años –“Ahí está Pino, se hacía el actor, pero era un desastre, pobre”, dice Cora de quien fue su primer amor- en la banda de sonido madre e hija ensayan la lectura de un texto autobiográfico, sobre el cuál no dejan de “pelearse”, por la entonación de Cora que Violeta encuentra excesivamente dramática, o apenas por la elección de alguna palabra en la que no acuerdan.

La directora incluso le aclara a su madre que esa radiografía que intercala cuando se menciona la grave escoliosis de Cora no es de ella sino una cualquiera, porque la auténtica era “muy borrosa”. En ese detalle, en apariencia nimio, queda expuesta la honestidad intelectual de Nunca tuve tanto frío (el título alude a un momento de fragilidad de Cora), una película que jamás se permite la infección sentimental, pero no por ello deja de tener una calidez que emana de su verdad esencial.