La violencia urbana se instaló en los últimos días entre Ludueña y Empalme Graneros con casi todas sus variantes, y ya alcanzó además de personas, objetivos edilicios de distintas formas del Estado, con balazos y amenazas a comisarías, escuelas, centros de salud y hasta templos religiosos. La escalada parece medir a las fuerzas de seguridad y a la propia gestión del gobierno.

Es que ayer al mediodía, a bordo de una moto, como casi siempre, llegaron hasta un quiosco del pasaje Puelches (Casilda al 2400, a la vuelta del estadio de Tiro Federal), uno de ellos descendió y encaró hacia la ventana, y a quemarropa le pegó dos tiros a Miriam D., de 47 años, que atendía sin esperar el ataque. 

La mujer fue socorrida y ayer permanecía internada en el Hospital Clemente Álvarez, con pronóstico reservado. El vecindario quedó sumido en el pavor porque apenas el jueves a media tarde, y ante la vista de algunos testigos, hombres armados desde un Peugeot 306 descerrajaron al menos 15 disparos contra la parroquia Santa Rita, en la misma cuadra, a metros del kiosco baleado ayer.

Los balazos impactaron en la fachada del humilde edificio, y por milagro no traspasaron al interior, donde había personas reunidas. También en un auto estacionado.

En ese templo funciona, además, un comedor comunitario y en la esquina, la escuela que fundara el párroco Edgardo Montaldo. A las 5 de la tarde, cuando arreciaron los tiros, también los alumnos de ese establecimiento educativo salían de clase.

“Hay un ataque sistemático a lugares sagrados como parroquias, escuelas o clubes que brindan contención y ayudan a la gente a crecer”, lamentó el sacerdote Daniel Siñeriz luego del hecho, en declaraciones radiales.

Los investigadores trabajan sobre una posible relación entre el ataque a la parroquia el jueves, y el de ayer, a la kiosquera vecina. De todos modos, no hubo al parecer un mensaje previo de amenaza que pudiera anticipar este desenlace.

Donde sí apareció una nota intimidante fue en el Centro de Salud N° 17 "Cáritas Guadalupe", en French y Liniers, diez cuadras al norte. Ayer el personal sanitario no abrió las puertas del efector por una “grave amenaza de balas” que recibió la institución en forma de una nota escrita a mano que dejaron en la puerta.

“En el día de hoy, el Centro de Salud permanecerá cerrado por una grave amenaza de balas hacia esta institución”, expresaron los directivos del centro de salud, a través de un cartel en la puerta del edificio. “Ahora les toca a ustedes. Balas para todos”, decía el mensaje escrito con birome y en letra imprenta irregular.

La promesa intimidante guarda relación con otros hechos de violencia urbana ocurridos en estos días, como la balacera contra la comisaría 20ª, de Empalme Graneros, que puso en vilo a la escuela vecina "San Luis Gonzaga"; y el ataque criminal de dos jóvenes en moto y a balazo limpio que causó heridas en dos mujeres y la muerte del albañil paraguayo Gustavo Villalba Sosa, el miércoles en Cullen, entre Juan B. Justo y Sorrento.

Trascendió que por la mañana hubo una reunión entre representantes del Sindicato de Profesionales de la Salud (Siprus) con autoridades provinciales que ofrecieron una custodia policial fija en la esquina. No es seguro que hoy se reanude la atención en ese dispensario que atiende a la comunidad de Ludueña y Empalme Graneros.

Esa populosa barriada del noroeste rosarino ha servido sus calles para engordar la cuenta de 132 asesinatos en lo que va del año. Además de Villalba Sosa el miércoles pasado, acribillado a sangre fría en Cullen al 1500 bis, el 3 de mayo hubo otro homicidio en Gorriti al 5800: la víctima, Kevin Villalba, tenía 31 años, y murió a tiros por gatilleros en moto. Y la semana previa, había sido el turno de otro joven, de 20 años, ejecutado al abrir la puerta de su casa, de Bielsa y Solís. También en abril cayó bajo las balas Juan Pablo Leiva, de 18 años, en Barra y la vía del ferrocarril, y Leonardo Rodríguez (45 años) en Teniente Agneta y la vía. Y en marzo, el crimen conmocionante del niño Máximo Jerez, al caer en una balacera narco en el barrio Los Pumitas. La cuenta de víctimas fatales se hace inabarcable.