Que se puede construir un hogar en el camino y que la inspiración puede nacer en el movimiento constante y los nuevos amigos. Esas parecen ser las premisas de Helado Infinito, el dúo binacional de trip pop (y más) que presenta esta semana en Buenos Aires su tercer disco, Cancún Tokyo, con shows en La Plata (8/6 a las 20 en Bici Creación Colectiva) y CABA (10/6 a las 20.30 en Roseti).

Loreta Neira Ocampo (Chile) y Víctor Borget (Argentina) comenzaron a salir en 2014 en Buenos Aires, cuando él tocaba en Tototomás. Luego, juntos y con otros músicos, tocaron en Expediciones Científicas. Helado Infinito surgió en 2016: los viajes y la música se entrelazaron naturalmente. "La vida de la banda siempre se da en el viaje, en el movimiento, porque hemos viajado un montón. Rápidamente se volvió nuestra vida, si bien antes viajabámos para conocer lugares y trabajabámos de cualquier cosa, con las canciones nos invitaron a tocar en distintos lugares y empezamos a viajar por y gracias a la banda", le cuenta Loreta al NO.

Una vida itinerante, pero no por eso a vuelo de pájaro. Víctor la explica: "No viajamos como lo hace la gente en general, que va a un lugar un ratito y se queda en algún hostel, hotel o lo que sea. Nuestro formato de viaje es mudarnos: llegamos a una ciudad y nos quedamos, empezamos a trabajar ahí, a hacer una vida ahí, por más que sea un mes y medio, tres, lo que sea. Eso, en gran parte, permite que se generen experiencias más profundas. En otro tipo de viaje conocés lo que te quieren mostrar de los lugares, pero trabajando o relacionándote con otro tipo de gente generás otra cosa, amistades o conexiones con los espacios más profundas".

► Sí a todo

Su primer destino fue México: los recibió con las puertas abiertas, dieron shows y la cosa fluyó. "Nos dimos cuenta de que podíamos hacer música juntos y también tener una vida muy divertida, conocer mucha gente. Empezamos con esta filosofía de Helado Infinito que es decir que sí a todo y después que venga lo que venga. Básicamente, es confiar en la gente. Te puede salir bien, te puede salir mal, el 90 por ciento de las veces nos ha salido bien. Y de las experiencias que nos han salido mal, al final se saca algo lindo, se convierte en una canción o en anécdota chistosa", relata Loreta.

Uno de sus primeros recitales fue en una cárcel, que ya no existe, frente a Mazatlán, y fue clave para definir el sentido de libertad que los mueve. Pasaron una semana allí. "Estábamos trabajando en un hostel en Mazatlán, un loco cayó, escuchó que dábamos clases de música y nos propuso darlas en la cárcel de Islas Marías. Ahí llevaban a los presos que tenían mejor comportamiento y los dejaban libres dentro de la isla. Se veían pequeñas ciudades de presos sin rejas... Como decimos sí a todo, fuimos", cuenta Víctor.

"Nos llegó un mail que decía que íbamos a ir a la isla en un barco del ejército méxicano. Fue fundacional para nosotros esa experiencia que la licenciada Gabriela Cerón nos habilitó, con este tipo que después nos robó plata, de darle clase a los presos, conocerlos y escuchar la música que estaban haciendo. Nunca habíamos tocado en vivo como Helado Infinito, y teníamos miedo de hacerlo." Los presos estaban en fila, en una explanada mientras los veían tocar. Loreta narra cómo se sintieron: "La recepción fue súper buena, fueron súper cariñosos. Les gustó la música y nos comentaron que las letras los hacían sentir libres. Tocamos dos temas nuestros y uno de El Mató, Mi próximo movimiento, que les encantó". Victor aclara que los presos "amaron el nombre de El Mató".

Luego, la banda tocó por Europa, otra vez por México y regresaron al sur, a sus pagos originales. En 2018, en Chile, grabaron El movimiento del error, su segundo disco, y lo presentaron por México y el Caribe. La gira los llevó también otra vez a Europa, incluidos festivales en Croacia, Alemania y Eslovaquia. En ese último interín conocieron al músico y productor eslovaco Alexander Sasha Mamaev, que se convertiría en un gran aliado para los próximos pasos.

► Nuevos discos, nuevos amigos, nuevas casas

Helado Infinito suena a muchas cosas. Por momentos recuerda a Juana Molina, en otros a Javiera Mena. Ternura y unos sintes que invitan a bailar. Pero el sonido de la banda es ecléctico, y no es una forma de decir. Es una mezcla de los gustos de los dos: canciones acústicas, música electrónica, hip hop, música brasilera, folk. "Me gusta mucha música diferente, realmente. Escucho algo súper acústico un rato y después me cambio a algo súper electrónico, y no tengo problema. No soy de las personas que ponen una playlist para que todas las canciones suenen iguales", dice Loreta.

Cancún Tokyo, el último disco, fue grabado en Eslovaquia, su nuevo lugar clave en este viaje infinito. Allí vivieron entre 2019 y finales de 2021, antes de grabarlo. "Nos quedamos a vivir porque por algún motivo místico, raro, nos fue bien, los conciertos se llenaban, nos invitaron a festivales y nos llevamos bien con Sasha. Fue muy rápida la conexión y profunda. Empezamos a tocar, viajar, grabar, hicimos otra banda entre medio, todo con él. Después nos volvimos, y cuando surgió en 2022 una nueva gira por Eslovaquia, fuimos y Sasha vino con nosotros. Tocó toda la gira y aprovechamos que estábamos allá tres meses para grabar el nuevo disco con él como coproductor", explica la chilena.

Ya habían pasado mucho tiempo y experiencias musicales con Sasha. Y Eslovaquia se convirtió en otro nuevo hogar-música. "Cuando vengo a Buenos Aires me siento en casa, cuando estoy en Santiago me siento en casa, cuando voy a Eslovaquia ahora me siento en casa también. Era el paso natural para nuestra banda grabar con Sasha. Entre Bratislava y Hradište, que es en el medio del campo, nos prestaron una casa y grabamos el 80 por ciento del disco. El resto lo grabamos en Santiago, donde estamos viviendo ahora."

El nombre del disco es una ruta que Loreta y Víctor comenzaron a buscar mucho en internet, para ver si conseguían algún vuelo pagable, ya que durante uno de los viajes en México una disquera japonesa les editó sus álbumes. Pero el sueño de viajar a Japón todavía no se concretó.

Este disco marcó un gran crecimiento como banda, y sentir la música en el cuerpo fue fundamental. Loreta lo explica: "Eso cambió mucho en los últimos años, que vivimos de tocar, desde 2019. Vivir la música en el cuerpo está reflejado en este disco. Suena más orgánico, hay mucho más groove en los bajos por Sasha, hay percusiones afrocubanas por Juan Martínez, un amigo chileno, y también por Víctor que estaba investigando las percus".

El vivo también es un antes y después para el argentino: "Uno se vuelve mucho más visceral con ciertas cosas. Esos dos años de tocar, ver qué pasaba con la gente y armar las canciones para tocarlas en vivo con un set más desarrollado... todos esos elementos alimentaron una paleta de colores mucho más rica para este disco. También hubo más decisión: qué queríamos y qué no. Cuando la cosa se ponía muy electrónica, impersonal, como no tan tocada por nosotros, nos provocaba rechazo inmediato".

Helado Infinito sigue su ruta. Quizás en el próximo año vuelvan a Europa y pasen por España. Al igual que Loreta, Víctor no planea quedarse quieto: "Recomiendo a los músicos tener esa renovación constante, ya que viví esa vida de estar en La Plata y tocar las canciones una y otra vez para el mismo público. Esta visión mitológica del trovador que iba de pueblo en pueblo cantando existe, tiene sentido ir moviéndose y cantando de un lado a otro, hay algo en eso que hace que las canciones se resignifiquen. Uno las entiende mucho más en ese ida y vuelta, por más que esté buenísimo volver a los lugares. De hecho, siempre volvemos".

La filosofía de Helado Infinito: decir que sí a todo y bancar la que venga | Foto: Cecilia Salas