Tira una, dos, tres, cuatro, cinco, tira mil veces. De espaldas, de aro a aro, con una mano, con dos, con el pie… Grita, festeja, celebra. Se divierte, siempre se divierte. Tiene laderos, no está sólo. Encontró en Germán Beder, el jefe de prensa de la selección argentina de básquetbol y autor intelectual del tremendo éxito “A la cama con Facu”, al interlocutor ideal. Y así nació un nuevo capítulo para Facundo Campazzo: el sheriff. Es que Lucio Redivo anda con ganas de discutirle al enano cordobés su condición de dueño de los tiros más extraños e increíbles dentro de la selección… Pero no, Campazzo tiene el control, siempre lo tiene, porque es cuestión de que lo desafíen para que él de el paso al frente.

Se ríe y contagia. Es genuino hasta los huesos. Son 1,79 metros de altura de pura dinamita. No le teme a nada y se nota. Se puede burlar de él mismo sin problemas. Les hace frente a todos y se ganó el respeto de Scola, Ginóbili y Nocioni. Pero su histrionismo no lo desenfoca porque a la hora de entrar a una cancha es un gigante y es el heredero natural, junto con Nicolás Laprovittola, de la Generación Dorada. Play Station, fútbol, básquetbol, la NBA, Real Madrid, Peñarol, Murcia, tatuajes, sus desafíos personales, son parte de una charla con Enganche que terminó con carcajadas y bromas: el sello del auténtico sheriff de 26 años con el típico acento cordobés.

-¿Cómo puede ser que tengas tanto miedo a la altura y te animes a volcarla?

-No es tan alto el aro (risas). Pero sí, me dan miedo las alturas. Es un problema que tengo de chiquito. Por ejemplo, tirarme de un trampolín de una pileta. Antes era más inconsciente y lo hacía, pero ahora, cuando empecé a pensar más, ya ni me subo. Adentro de la cancha se me van todos los miedos.

-¿Es muy distinto el Facu de adentro de la cancha que el de afuera?

-No soy muy distinto. Soy impulsivo en la vida, y acá (señala la cancha) también. Pienso que como sos en la vida terminás siendo en el básquet. Si estás ordenado, si tenés un equilibrio, acá vas a estar igual. Y si no lo estás, lo sufrís adentro también. Ahora considero que estoy bien, ordenado.

-¿Cómo llega ese proceso?

-Equivocándome muchas veces. Sumando experiencia. Vivir en otro país ayudó mucho. También siento que di un paso adelante con el profesionalismo, hizo que me ordene en mi vida, que esté mejor y que cambie también adentro de la cancha.

-¿Cuánto tuvo que ver tu paso al Real Madrid? Porque en Peñarol, de la mano de Leo Gutiérrez, dominabas la Liga Nacional. ¿Ese primer paso con pocos minutos cuánto te ayudó?

-Cuando fui a Real Madrid sabía que no iba a tener minutos. Pero una cosa es saberlo y otra es vivirlo. En los primeros meses me costó mucho. Me enojaba porque necesitaba sumar confianza. A pesar de que sabía que iba a ser así, me costó asumirlo; cuando lo hice tomé consciencia de que debía hacer lo que quería el entrenador. En Peñarol jugaba cómodo y pasar al Madrid, con ese roce de gente atlética, más alta de la que se ve en Argentina, me ayudó muchísimo.

-Te fuiste al Madrid sabiendo que ibas a tener pocos minutos, pero eras pieza clave de la selección.

-En la selección ya tenía responsabilidades, pero además venía de promediar 38 minutos en Peñarol. Pasé a jugar cinco o diez minutos y casi no tirar. Pero en esa transición de Mar del Plata a Real Madrid me marcó mucho el ejemplo de Leo Gutiérrez, que en el club era el líder, el capitán y el que toma los tiros decisivos, pero cuando iba a la selección se amoldaba a un rol secundario. Lo viví en Londres 2012, le tocó marcar a Nené y lo movió para todos lados. Me sorprendió mucho ver cómo un líder cambia su rol y cede para hacer mejor a sus compañeros.

Carlos Sarraf

 

-¿Cuánto te ayudó foguearte en la selección al lado de Ginóbili, Scola, Nocioni? ¿En qué detalles del profesionalismo de ellos te basaste para cambiar? Se habla mucho de la anécdota del día en que Manu te dijo que nunca había visto un jugador de básquet con tanta panza…

-(Se ríe) No sé quién fue el hijo de puta que escuchó eso y lo dio a conocer. Desde ese día entendí que el profesional no solo es el que tiene el título de jugador de Liga o de ACB, sino también quien es profesional afuera de la cancha. Sin hablarte, las bestias de la Generación Dorada te mostraban el camino para buscar tu mejor versión. Cada día trato de seguir ese camino.

-¿Pero cuánto de eso tenías adentro? Oveja  Hernández contó que cuando te cargaba por no volcarla vos te quedabas horas tratando de llegar al aro, hasta que un día enterraste la pelota mientras todos te miraban.

-Fue hace muchísimo. Pero es cierto, la competencia está en uno. Un poco viene porque soy muy orgulloso, algo que a veces me ayuda y en otras me perjudica. Me pasó en el Madrid, teníamos un ejercicio en el que el profe decía “si Facu la vuelca son cinco puntos”, haciendo entender que no lo podía lograr. Metí tres volcadas. Esa competencia la llevo desde chiquito, cuando jugábamos en el equipo del barrio contra Atenas de Córdoba, que tenía todos jugadores de dos metros. También tuve la suerte estar con ganadores como Leo Gutiérrez, con quien compartía habitación, o Tato Rodríguez.

-¿Te acordás de tu primera volcada?

-La primera vez en un entrenamiento no me la acuerdo. En un partido, no la podía creer, fue en Liga Sudamericana. Robé la pelota, me fui solo y en el trayecto dudé de volcarla, pero haciendo los pasos me convencí. Íbamos ganando por 20 igual, así que tenía margen de error. Cuando la volqué Kyle Lamonte no podía creerlo en el banco. Yo me sentía de dos metros. Es un poco la competencia de no perder nunca.

-¿Cómo demostrabas de chico esa competencia interna que tenías?

-Entrenaba compitiendo con el base que tenía al lado, Tato Rodríguez o David Jackson. El yanqui se quedaba una hora después de cada práctica tirando al aro y entonces me quedaba jugando uno contra uno con él.

-Scola es el último bastión de la Generación Dorada y se va a dar un traspaso para que vos y Nico Laprovittola tomen la posta definitiva. ¿Qué tipo de liderazgo te gusta?

-Tuve distintos tipos de líderes, algunos que les gustaba hablar y a vos te gustaba escucharlos, y otros que ya solo mirándolos cómo trabajaban te imponían el liderazgo. En Murcia asumí ese rol. No soy de hablar en el día a día. En algún tiempo muerto puedo dar una indicación o decir algo llevado por la adrenalina propia del partido; pero soy más de predicar desde el trabajo, mostrarme bien físicamente, de estar predispuesto a entrenarme.

-¿Con Nico le pusieron algo de informalidad al día a día de la selección?

-Estar en la selección es una responsabilidad muy grande. Pero cuando hay un poquito de tiempo nos gusta divertirnos, molestar un poco, tratar de ser un poco como somos afuera de la cancha para que se hagan más llevaderas las concentraciones.

-¿Podés sacar la cabeza del básquet?

-Es muy difícil.  A veces intento. Cuando pierdo digo que no quiero jugar más, pero es difícil no estar las 24 horas de los siete días de la semana pensando en básquet. Consumo básquet todo el tiempo, cosa que no sé si es buena o no porque está bueno desenchufarse. Este año tuve a mi novia en España, fue una temporada muy irregular que me hizo pasar por todos los estados: de querer retirarme (risas), de no querer jugar, de odiar el básquet, de amarlo, de sentirme el peor a sentirme el mejor. Pero la familia, los amigos, la pareja son como el cable a tierra.

-¿Con qué te desenchufás?

-Me gusta jugar a la Play. Tenemos un grupo con los tres Simonet (N. de R.: Sebastián, Diego y Pablo, jugadores de la selección de handball), Cachete De Cecco (selección de voley), Ricchotti (Nicolás), Lapro, Pato (Garino) y yo. Tenemos un grupo de Whatsapp que dice “¿Qué están haciendo, jugamos un rato?” y a pesar de tener diferentes husos horarios nos ponemos a jugar online. Esto ayuda un poco (y muestra el tatuaje con los cuatro botones del control de la Play Station)

-¿Cómo se te ocurrió hacértelo?

-Estábamos en Madrid y le dije a mi novia que siempre tuve ganas de hacerme el tatuaje y ella me dijo “no tenés huevo” (se tienta). Yo creo que esa frase mató gente. El “no tenés huevos” mató gente.

-¿Te provoca lo mismo que a Martin Mc Fly en “Volver al futuro”, que se ponía loco cuando le decían “Gallina”?

-Jajaja. No saben lo que hacen cuando me dicen ‘No tenés huevos’. Es como que me vuelvo loco. Entonces me lo hice. No parece tampoco como algo de la Play. Pero más allá de que me gusta jugar a la Play, me ayuda mucho. Siempre después de los partidos, que son los domingos, salgo a comer y si pierdo o si gano me cuesta mucho dormirme a la noche. Mi novia se va a descansar y yo me quedo hasta las 3 o 4 de la mañana en “modo avión”. También el tatuaje tiene más que ver con mi hermano. Siempre jugábamos a la Play de chiquitos y competíamos. Es simbólico, es la unión con mi hermano y con mis amigos, porque con el videojuego como excusa nos cagábamos de risa.

-¿Sos un poco de barrio dentro de la cancha?

-Puede ser, crecí así. A los 5 años empecé a jugar en un club que quedaba a cinco cuadras de mi casa y competíamos todo el tiempo. Quería pasarlos por encima, tiraban al aro y yo ya estaba de pesquero. La que podíamos hacer para ganar, la hacíamos. Mis primeros años de profesional fueron un poco lo mismo. Esa identidad de ir al frente, de no importarme si erro, si tengo que ir a chocar o discutir. Me ayuda la inconsciencia. Sergio (Hernández) siempre dice que eso me ayuda a la hora de jugar. Ahora estoy tratando de ser más consciente, pero nunca dejando la esencia.

-En los Juegos Olímpicos de Río tuviste un rol muy protagónico. ¿En qué lugar de tu galería de recuerdos entra ese partido inolvidable con Brasil?

-En un lugar muy importante. Sin menospreciar títulos, o partidos muy importantes, lo de Brasil entra en el podio.

-Podemos decir que Chapu la mete porque vos haces una inconsciencia y le agarrás el rebote, ¿no?

-O gracias al tiro errado de Manu, jaja. Fue inconsciencia. Yo veo que pica y empiezo a correr cuando rebota en el aro. Lo veo a Alex y dije “salto, ya fue”. Y me la dejó servida. Y te juro que iba a salir a tirarla yo, pero lo vi al Chapu ahí y se la di. En esos momentos, en los que no queda nada, no pensás, solo actuás. 

-Y cuando entró, ¿que sentiste?

-Primero, obvio que festeje, pero como que estaba en la vorágine en el medio del partido, quería defender, porque siempre pasa que festejás y te la meten desde mitad de cancha y quedas como un boludo. Siguió el partido y no sé que pasó muy bien. Pidieron minuto y lo único que deseaba es que Huerta no me meta el punto, que la meta Nené, pero no Huerta. ¿Qué pasó? Se la pasan a Nené, yo lo ayudó a Luis en la marca, queriendo no sé hacer qué, y se la pasan a Huerta y ahí pensé que me iban a matar. Pero tiró y le pegó al soporte del aro, para que se me bajen un poco los huevos de la garganta.

-Sino hubieses sido jugador de básquet, ¿que hubieses sido?

-No lo pensé. Pero buscaría algo que me de esa sensación de los días previos a los partidos, esos nervios que me da el básquet. La verdad no sé que va a pasar cuando no tenga ese miedo, porque no está mal tener miedo. El miedo me ayuda a concentrarme también. Sino fuera jugador, buscaría algo que fuese parecido. Nunca lo pensé.

-¿Nunca lo pensaste?

-No. De hecho jugaba al fútbol y al básquet y mi mamá me dijo que prefería que haga una cosa bien y no dos más o menos. Y como mis amigos estaban todos jugando al básquet me terminé inclinando por esto.

-¿Cómo era el Facu jugador de fútbol?

-Empecé de delantero. Un queso era, le pegaba como podía. Después me fui de enganche, tampoco era bueno y terminé jugando de dos. Ahí la altura no era una desventaja, porque en el fútbol la altura es más normal. Jugaba para mi categoría (91) y para la superior (la 90), así que tan mal no andaba. De hecho en la 90, uno de los últimos partidos que jugué, entré en el segundo tiempo y el entrenador me dijo ‘Andá a tal posición y hacé esto’. Yo no sabía las posiciones, así que empecé a encarar derecho a donde me imaginé yo. El entrenador movía los brazos para que deje de hacer cagadas, ahí me dio tanta vergüenza que no fui más.

-Si tuvieses que definirte en una sola palabra, ¿cuál sería?

-Me mataste… No quiero decir impulsivo, porque puede ser tomado como un defecto o como una virtud. Voy a decir pasional. Ahí me siento más a gusto. En cada partido trato de dar todo lo que tengo.

-Y si tuvieses que dejar una frase de cabecera…

-El famoso “es cuestión de actitud”. Lo tengo siempre presente. Va de la mano a lo que venimos hablando y no tiene que ver lo que hagas, ya seas deportista u oficinista. Tenés que ser feliz en lo que hacés y entregarte el cien por ciento.

-NBA…

-Estoy más cerca de la NBA en la Play que en la realidad. Es un sueño a largo plazo, un sueño que a veces me obsesiona, a veces me vuelve loco. Pero lo tomo con tranquilidad. Si mi techo me da para jugar bienvenido sea. Trataré de tener la oportunidad y aprovecharla al máximo si llega. Y si mi techo es la ACB, será la ACB.

-En un deporte lógico como el básquet esta Generación Dorada te enseñó de imposibles….

-Es cierto. Ahora viene una camada de jóvenes que por ahí tiene muchísimo talento, pero no sabemos si vamos a llegar a lo mismo. Las ganas y la motivación están. Partiendo de esa base viene todo lo demás. No hay imposibles. 

Carlos Sarraf