Hubo un tiempo, acaso no tan lejano, en el que cuatro Mundiales consecutivos tuvieron al seleccionado argentino en tres finales. Las dos estrellas que coronan el escudo de la AFA en la casaca nacional se bordaron por esa etapa. Fueron 16 años, en 1974 y 1990, en los que la selección solo tuvo dos entrenadores: César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo. Se trató de una era de gloria, pero alejada de la paz. La belicosidad entre ambos técnicos se extendió hasta el infinito entre defensores y detractores de un modo y otro de entender el juego. El enfrentamiento que todavía persiste. Ahora bien, tanto ruido y tanta pirotecnia verbal se desvanecieron en un punto clave: tomar elecciones idénticas. Entonces pudieron caminar abrazados como dos grandes amigos o compartir la mesa de un café porteño mirándose a los ojos de la manera que lo hacen los incondicionales. Y en el centro de la escena, el elemento de unión: los jugadores. Un puñado de futbolistas creó un puente en medio de esa “Guerra de los Rose” entre el Flaco y Narigón. Lo edificaron quienes integraron planteles mundialistas con los dos conductores: Diego Armando Maradona, Daniel Alberto Passarella, Jorge Alberto Francisco Valdano, Julio Jorge Olarticoechea, Nery Alberto Pumpido y Gabriel Humberto Calderón. 

Es tiempo de contar esta parte de la historia, la de amor. En las Copas del Mundo de Argentina 1978, España 1982, México 1986 e Italia 1990 cada seleccionado disponía de 22 jugadores, el banco de suplentes estaba limitado a cinco futbolistas y sólo podían realizarse dos modificaciones en los 90 o 120 minutos que durase cada encuentro. A partir de esas disposiciones, solo Maradona, Valdano y Calderón fueron mandados a la cancha por Menotti y Bilardo en partidos mundialistas.

El Flaco carga con el peso de haber marginado a Maradona del único Mundial disputado en la Argentina. Después de ese error histórico lo incluyó de lleno en la selección tras la consagración de 1978. Con la camiseta número 10, en España 82 fue titular en los cinco partidos de Argentina; en la primera ronda ante Bélgica, Hungría y El Salvador y en la segunda etapa frente a Italia y Brasil, único partido que no completó al ver la tarjeta roja por un planchazo a Batista. La historia celestial de cuatro años después es conocida. En México pintó un cuadro tras otro en cada una de las siete escalas hasta el cielo azteca para que el mundo lo recuerde por siempre con la Copa en alto. En Italia, ni el tobillo que parecía de un elefante ni una uña clavada como una daga lo detuvieron para que guíe a la Selección hasta el último partido. En los 14 encuentros desde el debut frente a Corea del Sur en 1986 hasta el llanto final en 1990 ante Alemania, Bilardo nunca dejó de tener a su capitán en la cancha. Diego es el único jugador que marcó goles en mundiales con los dos entrenadores campeones, que también lo dirigieron en clubes: el Flaco lo tuvo en Barcelona y el Narigón en Sevilla. 

 

Un vínculo caudillezco. Pilar de la defensa de Menotti, Pasarrella heredó la cinta y el liderazgo de Jorge Carrascosa cuando el Lobo renunció al seleccionado en la antesala del Mundial 78. En la primera cumbre de Argentina en el Everest del fútbol conformó una gran zaga central con Luis Galván y alzó la Copa en el Monumental después de derrotar a Holanda en el alargue. Volvió a ser el capitán en la decepción que significó el intento de la defensa del título en España. Emblema de los equipos del Flaco, fue el único campeón del mundo en el plantel de 22 para 1986, pero en México no pudo jugar ningún partido. Su ausencia por una severa intoxicación es un hecho sobre el cual se multiplicaron las versiones…

Un poco de amor ofensivo. Valdano ya estaba radicado en España hacía siete años cuando Menotti lo incluyó en la lista para la Copa del Mundo de 1982. El primer partido mundialista de Argentina como integrante del selecto círculo de los campeones del mundo fue también el estreno mundialista de Valdano: en la derrota ante Bélgica, en Camp Nou, ingresó en el segundo tiempo por Ramón Díaz. Titular en el segundo encuentro, frente a Hungría, una lesión lo dejó afuera del partido antes de los 25 minutos y las consecuencias lo apartaron del resto del torneo. La revancha en México resultó pletórica y el Narigón lo disfrutó. Dos goles en el estreno, otro frente a Bulgaria y uno más en la final. Fue una pieza clave en el engranaje de Bilardo y por eso disputó completos cada uno de los partidos en Puebla y el Distrito Federal.

Además de haber jugado en River y en Boca, también Menotti y Bilardo, otra vez confidentes, lo eligieron para el campeonato más importante. Así podría presentarse a Olarticoechea. Sin entrar en acción en su primer Mundial, en España 82, cuatro años más tarde se ganó su lugar en el equipo con la competencia en marcha. En los tres partidos del Grupo A, frente a Corea del Sur, Italia y Bulgaria, ingresó desde el banco de suplentes, al igual que en los octavos de final ante Uruguay. Hasta que la suspensión de Oscar Garré y lo que había demostrado en los encuentros anteriores, le permitieron meterse entre los once en el momento más caliente. Entonces, estuvo presente en cada minuto de los últimos tres encuentros. En Italia 90 fue titular en cinco partidos; faltó en los dos que Argentina perdió, en el debut ante Camerún y en la final frente a Alemania. Su último instante en la selección fue el penal que convirtió en la definición de las semifinales, en la eterna noche napolitana.

Pasión sin barreras. Con 25 años y atajando en Vélez, Pumpido fue el tercer arquero en España 82, detrás de Ubaldo Matildo Fillol y Héctor Rodolfo Baley. En México 86 apareció ya como el dueño del arco. Recibió cinco goles y mantuvo la valla invicta ante Bulgaria, en la fase inicial; frente a Uruguay, en los octavos de final, y contra Bélgica, en semis. En 1990 tuvo apenas dos partidos porque después del impacto de la caída ante Camerún, cuando la pelota se le escurrió entre las manos para el triunfo africano, ante la Unión Soviética sufrió una doble fractura, de tibia y peroné, al chocar contra Olarticoechea. 

Otra mirada coincidente. Calderón es uno de los pocos futbolistas que jugaron más de un Mundial sin hacerlo de manera consecutiva. Disputó la Copa del Mundo de 1982, con la camiseta número 5, y la de 1990, con la casaca del dorsal 6. En España estuvo desde el inicio ante El Salvador y Brasil, en tanto que saltó a la cancha desde el banco frente a Hungría, en Alicante, e Italia, en Barcelona. Ausente en México 86, su segunda experiencia mundialista fue en Italia. Titular en cuartos frente a Yugoslavia y en semifinales ante los dueños de casa, ingresó frente a Camerún, Brasil y Alemania, en la final disputada en el estadio Olímpico de Roma.

Arquitectos de los dos logros más trascendentes de la historia celeste y blanca de la pelota, Menotti y Bilardo llevan años al frente de una batalla ideológica exasperante. Lo que uno defiende el otro lo desprecia. Los mandamientos de uno son los pecados capitales del otro. Pero un grupo de futbolistas logró el acuerdo entre los dos antagónicos entrenadores, el Pacto de la Moncloa del fútbol argentino. En ese puñado de jugadores confiaron uno y otro para el momento cúlmine: la disputa de una Copa del Mundo. Ellos fueron las seis razones para que el Flaco y el Narigón sean un solo corazón.