"Al principio cuesta ponerlo, pero cuando te acostumbrás se siente igual. Me lo puse un rato antes para estar cómoda y no hubo problema. La verdad que lo voy a empezar a usar a partir de ahora. Nunca había escuchado ni de su existencia", afirma una usuaria anónima del preservativo vaginal, un nuevo método anticonceptivo que empieza este año a formar parte de las opciones para prevenir embarazos y cuidarse de las enfermedades de transmisión sexual en este país. 

El preservativo vaginal es algo absolutamente nuevo para nuestro país ya que no se produce ni se comercializa en Argentina. De nada a todo, esta semana comenzaron a ser distribuidos de manera gratuita gracias a un acuerdo entre el Ministerio de Salud y algunas universidades nacionales que serán las primeras en repartirlos. La Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) se convirtió, la semana pasada, en la primera institución del país en distribuir de manera gratuita este nuevo ítem que podría cambiar la historia de la salud reproductiva como la conocemos. Una política con el objetivo claro de incrementar la autonomía de las mujeres y disidencias en la que la comunidad universitaria tiene un rol clave. 

Si hablamos de métodos anticonceptivos, no se puede ignorar que el preservativo peneano es el único que se consigue en Argentina que protege tanto del embarazo como de enfermedades de transmisión sexual. Y para muchas mujeres, la colocación del preservativo continúa siendo una instancia de negociación o, al menos, una que termina quedando en manos de los hombres. La incorporación del preservativo vaginal significa la posibilidad de ampliar las opciones de cuidado de las personas con vagina que tengan prácticas sexuales con penetración. 

El envase muestran Malena Espeche y Victoria Primante en su oficina tiene la misma pinta que un preservativo "normal", aunque bastante más grande y con dos aros, uno grande y uno chico. Estamos en la Consejería Integral en Salud y Derechos Sexuales y (no) Reproductivos de la Secretaría de Bienestar Universitario de la UNDAV, donde los preservativos están disponibles para cualquier persona de la comunidad universitaria que quiera acercarse a obtener información.

El preservativo vaginal tiene dos anillos, uno interno y otro externo

Ellas explican cómo colocarlo y cómo retirarlo, muy didácticamente. Comentan también sus especificidades, como que tiene el mismo porcentaje de eficacia que el peneano y que puede ser colocado hasta ocho horas antes del acto sexual. Que está hecho de un material llamado nitrilo, no de látex, como todos los preservativos que se distribuyen y se comercializan en el país. Por lo tanto, es el primer preservativo de nitrilo que se distribuye de manera gratuita. Y éste no es un dato menor porque la alergia al látex también es una problemática de desigualdad: los preservativos de nitrilo suelen costar el doble o el triple que los de látex. 

"Nosotras particularmente le pedimos a nuestras compañeras de oficina que se lleven y lo prueben", afirma Primante. "Además de que es un insumo que es recontra novedoso y a todas nos da intriga, necesitamos cuanto antes saber cómo es recibido. Y con la información también ir construyendo esa demanda, para después poder sostener la política". 

Estos preservativos están disponibles en la conserjería a disposición de cualquier miembro de la comunidad. Cualquier estudiante, docente, no-docente, graduado e incluso quienes simplemente circulen por ahí pueden acercarse y pedirlo. El primer día que empezaron a distribuirlo, la conserjería repartió la mitad de los preservativos que tenían disponibles. La demanda existe, y desde ahora la política pública también.

La respuesta a un problema

Natalia Ayala trabaja en la Dirección de Respuesta del VIH e infecciones de transmisión sexual (ITS) del Ministerio de Salud, que dirige la incorporación del preservativo vaginal es en el marco de una estrategia de prevención combinada del VIH, las ITS y los embarazos no intencionales.

En 2015 y 2016, la tasa de infección de sífilis cada 100.000 habitantes fue de 21,2 y 24,1, respectivamente. En 2017, migró a 34,8 y en 2018 alcanzó el 51,1. En 2019 llegó a 56,1. El sector más afectado fue la población joven entre los 15 y los 34 años.

Todas las enfermedades de transmisión sexual son de notificación obligatoria pero, por ser una de las más fáciles de detectar, la sífilis funciona como la punta de lanza que permite dimensionar el alcance de otras enfermedades de transmisión sexual. Frente a estos números preocupantes, el Ministerio de Salud planificó estrategias para frenar el contagio entre la población joven.

"La política universitaria forma parte de esa línea estratégica. De llevar la salud, por fuera del sistema formal de salud, a través de las consejerías de género de las universidades", afirma Ayala.

En nuestro país existe la ley de Educación Sexual Integral (ESI), sancionada en 2006, que tiene como objetivo reconocer el Derecho a la Educación Sexual Integral de niñas, niños, y adolescentes. Sin embargo, además de que muchas veces no se cumple en ciertas instituciones y establecimientos, su aplicación no está contemplada dentro del sistema universitario.

"Es difícil encontrar una sola causa del aumento de los datos. Esto seguramente tenga que ver con un relajamiento por parte de la población joven del uso del preservativo. A pesar de que hace más de quince años que el preservativo peneano se distribuye de manera gratuita, mucha gente sigue eligiendo no cuidarse. Y los métodos anticonceptivos que más se utilizan son métodos que previenen el embarazo, pero no el contagio", destaca Natalia Ayala. 

¿Por qué las universidades?

Una lectura tendenciosa de la situación podría preguntarse por qué se aborda un tema de salud dentro de las universidades. Sin embargo, el objetivo no es reemplazar al sistema de salud, sino construir un espacio de confianza para quienes no acceden a esa instancia. 

"La idea es generar una articulación fuerte y sólida con el primer nivel de atención de salud de los territorios en los que las universidades nos insertamos. Aprovechando el lugar de la universidad como espacio donde pasamos mucho tiempo, construimos un sentido de pertenencia, entendemos que la gente se sienta en confianza de poder venir y y compartir sus sus problemáticas, sus necesidades, y que encuentre una respuesta de parte de la universidad. Me parece que eso es una fortaleza que tiene la universidad y debería permitir ese diálogo con el sistema de salud, para fortalecer ambos espacios", asegura Malena Espeche. 

"Nosotras entendemos que las personas no vienen a la universidad solo a estudiar y en estas universidades lo vemos con claridad. Las demandas que trae la comunidad universitaria no son únicamente contractivas, económicas, alimenticias, de salud, familiares, emocionales, de todo tipo. Y eso también es trabajar con los derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos de nuestras comunidades. Porque son cuestiones que después se configuran como barreras. Nuestra responsabilidad es garantizar que todas las personas puedan acceder al sistema universitario en igualdad de condiciones. La universidad tiene que responder a las demandas sociales, dar respuestas, leer las problemáticas reales y completas de la población de su territorio. Solo así dejará de ser una universidad de élite", señala Victoria Primante. 

La población a la que está dirigida la política es la de mujeres cisgénero, varones trans, otras identidades de género con vagina —no binaries, intersex, género fluido—, trabajadorxs sexuales, personas jóvenes y también quienes atraviesen situaciones de violencia de género.