Desde Sevilla

Desde los balcones de las sedes nacionales del PSOE y del Partido Popular (PP) bajaban esta noche exhibiciones de euforia ante los simpatizantes de una y otra formación concentrados para seguir el resultado de las elecciones. Pero mientras en la primera las muestras de alegría parecían genuinas, las sonrisas de los dirigentes del PP parecían muecas forzadas. Los primeros acababan de perder las elecciones, pero la derrota no podía ser considerada tal si se la contrastaba con las expectativas con las que el partido liderado por Pedro Sánchez llegó a la cita con las urnas. Los segundos ganaron, pero su victoria es insuficiente y ni siquiera una eventual e indeseada alianza con la extrema derecha podrá llevar a Alberto Núñez Feijóo al Palacio de La Moncloa.

España celebró este domingo, en pleno verano europeo, sus elecciones generales después de que Pedro Sánchez optara por adelantar en cinco meses el llamado a las urnas tras haber sufrido un descalabro electoral en los comicios municipales y autonómicos del pasado 28 de mayo. Una mera extrapolación de esos resultados alcanzaba para convertir a Núñez Feijóo en el octavo presidente de la democracia española y la única duda residía es si lo podría hacer en solitario o si necesitaría el apoyo de Vox. Las innumerables encuestas que salpicaron el camino hacia las urnas ratificaban esas hipótesis, y la formación de extrema derecha ya había anunciado que sus votos tendrían un precio innegociable: colocar a ministros en el nuevo gobierno.

Pedro Sánchez, un superviviente 

Sin embargo, el recuento de los votos confirmó que las grandes y prestigiosas consultoras demoscópicas españolas no son infalibles y, sobre todo, que Pedro Sánchez es un político que ha hecho de la supervivencia política en los contextos más hostiles su principal cualidad. No es la primera vez que quienes le dan prematuramente por muerto yerran el tiro. El secretario general socialista es un sobreviviente que hace honor al título del libro que publicó tras conseguir regresar al liderazgo del PSOE después de ser destituido en 2016 por un golpe palaciego de la vieja guardia liderada por Felipe González: 'Manual de resistencia'.

Los resultados de las elecciones están muy lejos de las expectativas con las que la derecha llegó a esta jornada electoral. El PP suma 136 escaños, lo que supone 47 más que hace cuatro años y por delante de los 122 conquistados por los socialistas, aunque este resultado en apariencia favorable es muy inferior al objetivo de su candidato, que buscaba llegar hasta los 150. Vox también quedó muy debajo de lo esperado, ya que perdió 19 escaños y se quedó con sólo 33.


Cuando el día siguiente de que el resultado de las elecciones del 28 de mayo en las que los candidatos socialistas fueron arrollados en municipios y comunidades autónomas, Sánchez convocó a las urnas, la primera lectura que se hizo fue que su intención era acortar un calvario de medio año que lo llevaría a una derrota segura. Sin embargo, en este tiempo fue capaz de movilizar al electorado progresista aterrado ante la posibilidad de que Vox entrara en el Gobierno.

Los resultados de este domingo permiten concluir que Núñez Feijóo cometió durante la campaña errores de principiante. Uno fue, después de ganarle claramente a Sánchez el único debate cara a cara de la campaña, no acudir al organizado por la televisión pública con la participación de los cuatro principales partidos (PSOE, PP, Vox y Sumar), en el que dejó su silla vacía. El segundo, y más relevante, fue apresurarse a firmar pactos con Vox en las comunidades autónomas en las que el PP no había alcanzado el respaldo suficiente para gobernar en solitario. La retirada de las banderas LGTBI de los edificios oficiales, la destrucción de las consejerías (ministerios) y concejalías de Igualdad y hasta la suspensión de actividades culturales que ya habian sido programadas y que se leyeron como actos de censura impuestas por Vox hicieron que el electorado más progresista le viera las orejas al lobo y se movilizara como no lo había hecho hace dos meses. Ninguna encuestadora detectó este movimiento, que posiblemente se haya incrementado en la última semana.

Empate entre bloques

Las urnas han deparado un escenario tan sorpresivo como endemoniado, con un empate entre bloques que hace imposible la gobernabilidad. Ni Núñez Feijóo puede reunir una mayoría que le permita convertirse en presidente ni Pedro Sánchez puede hacerlo. La diferencia es que el primero ya se veía con un pie en La Moncloa y al segundo se lo daba por desahuciado hasta el momento en que comenzó el recuento de votos.

Puigdemont emerge del refugio

El empate entre bloques deja la gobernabilidad en manos de Junts per Catalunya, el partido independentista de derecha liderado por el ex presidente del gobierno autónomo de esa comunidad Carles Puigdemont, prófugo de la justicia española y refugiado en Bélgica desde que encabezara la fallida intentona independentista de 2017. Un eventual apoyo de esta formación a Pedro Sánchez es altamente improbable y a Núñez Feijóo, imposible.

Por ese motivo, el escenario más probable es el de una repetición electoral, a pesar de que Núñez Feijóo ha reclamado que como candidato más votado se le permita gobernar.

Tras acabar el recuento, el candidato del Partido Popular reivindicó «su derecho a formar Gobierno», por lo que pedirá al resto de partidos que, «como es habitual en democracia, permitan la investidura del candidato que ha ganado las elecciones». «Le pido al PSOE y al resto de fuerzas que no bloqueen el Gobierno de España», dijo desde el balcón de la sede nacional de su partido, desde donde se dirigió a un nutrido grupo de simpatizantes que se congregó para celebrar una victoria que resultó ser insuficiente.

En el PP argumentan que han sido la formación que más creció en estas elecciones, con 47 diputados más que en 2019, mientras que la coalición de Gobierno ha retrocedido cinco puntos. Este análisis omite que el PSOE ha conseguido en esta ocasión mejor resultado que hace cuatro años, con cuatro puntos porcentuales y dos diputados más.

Núñez Feijóo pidió desde el balcón de la sede de su partido que “no se bloquee a España”. Sin embargo, la repetición electoral ante la imposibilidad de configurar una mayoría no es en absoluto un escenario nuevo en la política española más reciente. En 2015, el popular Mariano Rajoy fue el candidato más votado, pero no pudo conseguir una mayoría parlamentaria y los españoles fueron convocados a las urnas al año siguiente. La negativa de Pedro Sánchez a facilitar con su abstención la reelección de Rajoy le costó entonces la destitución como secretario general a manos de los viejos dirigentes de su partido. Posteriormente, los militantes lo restituirían en el cargo tras unas elecciones primarias en las que venció a la candidata del ala derecha del partido, Susana Díaz.

Cuatro años más tarde, en abril de 2019, fue el propio Sánchez quien tras ser el candidato más votado no obtuvo la confianza de la Cámara, por lo que hubo que repetir las elecciones en noviembre de ese mismo año.