Desde París

El lobo solitario a bordo de un vehículo hundiéndose en la multitud para matar volvió a ensangrentar una ciudad europea. Barcelona es el noveno intento que tiene como escenario una urbe del viejo continente. Desde el método inaugural del auto suicida aplicado en Niza el 14 de julio de 2016 por el tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel, decenas de personas han muerto o resultaron heridas atropelladas por un auto lanzado a toda carrera. A Niza le siguieron luego Berlín, Londres, Estocolmo, otra vez Londres dos veces más, París y un suburbio de la capital francesa. Menos uno que tenía un carácter anti musulmán, casi todos los atentados fueron reivindicados luego por el grupo sunita radical Estado Islámico sin que, contrariamente a los ataques terroristas de París de noviembre de 2015, los servicios de inteligencia descubrieran lazos operativos evidentes entre la base del Estado Islámico y los autores de las matanzas. 

El 14 de julio de 2016, día de la fiesta nacional francesa, Mohamed Lahouaiej ingresó en la historia del terrorismo global cuando, al volante de un camión, se introdujo en el Paseo de los Ingleses de la ciudad de Niza, recorrió cerca de dos kilómetros atropellando a las personas que estaban a su paso y mató a 85 personas antes de que fuera neutralizado por la policía. Hasta esa noche, nadie había oído hablar de este tunecino que, según los investigadores y los responsables políticos, se “radicalizó” rápidamente y en la sombra. Retratado como “brutal y perturbado” Lahouaiej Bouhlel llevó la osadía hasta hacerse un selfie en el mismo lugar donde más tarde asesinaría a quienes asistían a los fuegos de artificiales del 14 de julio. Su entorno jamás lo vio participar en una práctica religiosa activa y lo describen más bien como un seductor innato y un hombre abyecto. Hajer, su esposa, declaró que “no era un creyente, comía puerco, bebía alcohol, fumaba. Nunca lo vi rezar ni hacer nada ligado a la religión.” Lahouaiej Bouhlel no figuraba tampoco en ningún informe de los servicios secretos pero el año pasado se convirtió en el modelo que más tarde fue reiterado en otras capitales, casi siempre bajo las banderas del Estado Islámico. 

La segunda matanza con un auto tuvo lugar en Berlín, el 19 de diciembre de 2016. Al volante de un camión robado a un chofer polaco, otro tunecino, Anis Amri, entró en un mercado de Navidad y mató a 12 personas (48 heridos). A diferencia del terrorista de Niza, Amrí, que fue encontrado en Milán y murió en el tiroteo con la policía, tenía un prontuario espeso :había pasado cuatro años en las cárceles italianas. 

El tercer conductor asesino apareció el 22 de marzo de 2017 en la capital británica. Adrian Russell Ajao, un británico de 52 años convertido al Islam que se hacía llamar Khalid Masood, entre otros tantos seudónimos. Ajao, manejando un todo terreno, irrumpió en los alrededores del Parlamento Británico y, sobre el puente de Westminster, arrolló a la multitud para luego, con cuchillo en mano, atacar a los centinelas del Parlamento. En total, murieron cinco personas. El Estado Islámico también se atribuyó más tarde el atentado. Adrian Russell Ajao era un perfecto desconocido como terrorista. Se dijo de él que residió en Arabia Saudita en el año 2000 y que allí se habría “radicalizado”. Condenado antes por violencias y robo, Scotland Yard admitió que “los servicios de inteligencia no contaban con elementos que indicaran su intención de perpetrar un ataque terrorista”. 

El 7 de abril de este año, un camión mató a cuatro personas e hirió a otras 15 en Estocolmo cuando se introdujo a toda velocidad en una arteria peatonal del centro de la capital sueca. El autor del atentado, Rakhmat Akilov, un uzbeco de 39 años, reconoció tener “simpatías jihadistas” así como el “carácter terrorista” de su iniciativa. El episodio del auto asesino se repitió el pasado 3 de junio, en Londres. Una furgoneta arremetió contra los transeúntes que se encontraban sobre el Puente de Londres. Los tres ocupantes de la furgoneta descendieron luego y apuñalaron a varias personas. En total, hubo 8 muertos y 40 heridos. Los responsables eran Khuram Shazad Butt, un ciudadano británico de origen pakistaní, Rachid Redouane, con doble nacionalidad libia y marroquí, y Youssef Zaghba, un italiano de origen marroquí. Tampoco se encontraron aquí indicios que ligaran a los tres hombres al Estado Islámico. 

Poco más de dos semanas más tarde, Darren Osorne, un galés de 47 años, atacó con su auto a un grupo de musulmanes en las inmediaciones de la mezquita de Finsbury Park, en el Norte de Londres. Hubo un muerto y nueve heridos. En ese caso no se trata de un atentado islamista sino de un acto xenófobo contra los musulmanes. Y antes de Barcelona Francia fue escenario de otros dos intentos con la misma metodología. 

El 20 de junio, Adam D dirigió su auto contra una furgoneta de la gendarmería que se encontraba estacionada en la Avenida de los Campos Elíseos. Adam D estaba fichado como “radicalizado” y  murió asfixiado en su auto. Dejó una carta testamento destinada a su hermano donde confesaba su intención de cometer atentados terroristas. El 9 de agosto de 2017, Hamou Benlatreche, a bordo de un BMW, atropelló e hirió a seis militares en la localidad de Levallois-Perret. Hamou Benlatreche tenía la nacionalidad argelina, residía en Francia desde hacía varios años y no se le conocía antecedente alguno.