El 6 de julio de 2023 Roxana salió de la cárcel con un papel en la mano firmado por el Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires. El Tribunal en lo Criminal N°4 del Departamento Judicial de Quilmes le había entregado un certificado de libertad después de dos años y medio de estar encerrada sin condena. Cuando por fin llegó el juicio la absolvieron. Ya había pasado por diferentes penales de la provincia, ya la habían separado de su familia, ya la habían estigmatizado con una de las peores acusaciones: corrupción de menores contra sus hijas, que en ese momento tenían 4, 9, 12 y 15 años. 

Roxana lleva casi un mes fuera de la cárcel donde nunca debió haber estado. Es inocente de todas las acusaciones que se le hicieron. Sin embargo, no la dejan volver a vivir con sus hijas, también judicializadas por la ausencia de su madre. La Justicia le cerró la puerta en la cara, "volvé con un abogado", le dijeron, como si no fuera el Estado el que le debe reparar el daño (irreparable) que le hizo a esa mujer, a esas niñas.

A Roxana Carrizo la detuvieron en el Hospital de Quilmes un lunes de febrero de 2021, había pasado el fin de semana acompañando a su hija más chica que estaba internada por problemas respiratorios. Habían sido meses complicados, estaba atravesando una relación conflictiva con su segunda hija: “S. tenía problemas de consumo y cada vez que estaba en mi casa se escapaba. Cuando me detienen ella tenía 12 y salía con un hombre de 24 que se llama Abrahan Valdiviezo. Se había ido a vivir con él y con la madre de él, Monica Valdiviezo que trabajaba en el Municipio”. 

Esta mujer, que apoyaba la relación de su hijo con la menor, fue quien hizo la denuncia contra Roxana, acusándola de ejercer violencia contra S. El cruce de denuncias ya tenía antecedentes, en el intento de proteger a su hija, Roxana había recorrido las comisarias de la zona: “Fui a la Comisaría 3° y 1° de Quilmes, a la Comisaría 6° de Ezpeleta y a la 1° De Berazategui para contar que mi hija estaba sufriendo abusos y manipulaciones por parte de un hombre que era mucho mayor que ella, les dije que ella tenía 12 y él 24, nadie me dio bola y cuando me quise dar cuenta me estaban deteniendo a mi”

Por alguna razón, mientras que las denuncias de Roxana habían quedado perdidas en distintos cajones, la que se hizo en su contra tuvo resultado inmediato. En cuestión de horas Roxana estaba detenida, sospechada de prostituir a sus hijas, de comercializar drogas y de abandono de persona. Y se convirtió en noticia. Un diario local tituló con la volanta “imperdonable” el artículo: “Detuvieron a una mujer en Quilmes por prostituir a sus hijas durante años”. En el texto decía que ella las paraba en la esquina "a cambio de un kilo de milanesas". A Roxana la convirtieron en un monstruo y el morbo se puso al servicio del punitivismo.

Ahora Roxana Carrizo tiene 35, una absolución y el deseo de estar con sus hijas después de haber vivido un calvario totalmente injusto, en gran parte por ser mujer: “Yo salí y es como si no hubiera pasado nada. No recibí ningún llamado ni ninguna ayuda para volver a estar con mis hijas”. Aunque haya conseguido un lugar para vivir y un trabajo, lo que no consigue es que la escuchen: “Yo quiero encontrarme con mis nenas, tengo que seguir peleando ahora en el Tribunal de Familia, no es justo. Salí un viernes y el lunes me presenté en el Juzgado de Familia con mis papeles de inocencia a reclamar a mis nenas y me dijeron que vuelva con un abogado”.

La mala madre

Está sentada en una pizzería frente a la estación de trenes de Quilmes, se la ve un poco agotada, hace menos de un mes que salió de la cárcel y por delante le queda la reconstrucción total de una vida. Frente a ella está una de sus hijas, tiene 18 y es la más grande de las cuatro, está esperando que se haga la hora para ir a la cancha a ver a Quilmes. Después del tiempo separadas, ahora madre e hija se acompañan. Cuando hay pocos recursos económicos, el cuerpo a cuerpo es lo único que sostiene. Es lo mismo que le quitan a Roxana de sus otras tres hijas, esa relación que se hace con las cosas de todos los días.  ¿Quién le devuelve esos tres años de vida que le robaron? ¿Por qué no puede ver a sus hijas?

Pide un café, todavía el cuerpo no se acostumbra a estar afuera y una de las primeras cosas que dice es que la cárcel la cambió para siempre: “Yo era una blandita que lloraba por todo, no soy más esa”. Nunca había estado presa pero ahora conoce los penales de Magdalena, Batán, Florencio Varela, San Martín, Lomas de Zamora y La Plata; un exceso de traslados que se explica por el tipo de acusación que cargaba. Estar en la cárcel tuvo mucho costo, el más alto fue estar lejos de sus hijas y que se la acusara de prostituirlas: “Me decían que yo las paraba en una esquina, les ponía una pollera y las cambiaba por un kilo de milanesas”.

El juicio tuvo lugar en los primeros días de julio de este año, las niñas declararon en cámaras gesell y todas dijeron que su mamá no les había hecho nada malo.  En ese mismo juicio condenaron a Fernando Sorbetto a tres años y seis meses de prisión por abuso sexual contra dos de las hijas de Roxana. Fernando, Roxana y dos de las niñas habían compartido casa durante un tiempo: “Cuando yo escuché eso en el juicio me puse a llorar, no entendía porque no me lo habían contado”, dice Roxana con una culpa que le traspasa la mirada. A las madres se les pide que sean buenas, que trabajen, que sostengan los cuidados, que estén al lado de un varón y que se responsabilicen de todo lo malo que les pase a sus hijxs. Si son pobres, la exigencia es aún mayor y la condena también.

Aquel lunes 25 de febrero del 2021 a las 10 de la noche la arrestaron: “Me pusieron las esposas. Era la primera vez en mi vida que me ponían unas esposas y yo no entendía nada, se me cayó el mundo. Ahí en el hospital apareció la policía y me dijo que yo tenía una denuncia, por parte de mi hija y por parte de Monica Valdivieso. Que a mi hija le ponía una pollera cortita y la paraba en una esquina a prostituirse”. Roxana estaba con sus tres hijas más chicas “me las arrancaron como a perritos, las tironeaban de todos lados y ellas seguían agarradas a mí”.

De penal en penal

En las instituciones penitenciarias las “causas especiales” son las que implican el perjuicio a menores de edad, pueden ser abusos, infanticidios o corrupción de menores. Roxana se enteró de eso en “la leonera”: si sabían que ella entraba al penal por corrupción de menores corría riesgo de que la mataran. La primera vez que se encontró con su abogada de oficio ésta le dijo: “Voy a intentar que te den una condena de 8 años porque vos cambiaste a tus hijas por un kilo de milanesas”. La abogada ya había leído el portal en donde ella sale de espaldas y esposada, en el barrio ya se opinaba sobre lo aberrante que es que una madre prostituya a sus hijas. Roxana quedó en absoluta soledad, los hermanos le dijeron que había ensuciado el nombre de la familia y la nenas terminaron en un hogar.

El primer Penal al que llegó fue a la Unidad N°40 de Lomas de Zamora, habían pasado 17 días desde el día en que la habían detenido en el Hospital de Quilmes: “La guardia del Penal de Lomas de Zamora fue como un ángel para mí. Ella quería armar un lugar para que las que tenían “causas especiales” no terminasen muertas. Entonces agarró mi caso y me mantuvo aislada del resto del pabellón porque si yo llegaba a entrar ahí me sacaban muerta. Me metieron en el buzón”. En ese cuartito sin ventanas, Roxana lloraba en silencio, no tenía visitas y no podía cruzarse con otras presas. Después la fueron llevando de un penal a otro. Ella no era sólo una mala madre, era una papa caliente para un Sistema Penitenciario que no puede garantizar la integridad física de las detenidas.

Roxana aguantó y se hizo fuerte por sus hijas y porque sabía que no era responsable de los delitos de los que se la acusaba. Cuando llegó al penal de Magdalena no era la misma. Ya todas sabían que su causa era una causa “especial” y ella se les plantó: “Les dije que venía de la 40 de Lomas, ahí se calmaron todas y me dijeron ´tengamos la fiesta en paz´”. Roxana tenía ese as debajo de la manga, había estado en un penal “pesado” sin ver a casi ninguna de las presas y protegida por la jefa de guardia. Se había salvado: “Esa jefa de guardia me dijo que confiaba en que yo era inocente porque me había visto llorar y alguien que lloraba de esa manera por sus hijas era incapaz de hacerles daño”.

Pasaron 9 meses de la detención hasta que pudo ver por primera vez a su hija mayor “Cuando la vi lo único que pude decirle es ´no llores porque me quiebro´. Cuando la abracé a ella sentí que no estaba sola, porque para ese momento yo me había convertido en una persona muy dura, nada que ver a lo que era antes”.

Del Penal de Magdalena la trasladaron a Batán: “Yo ya estaba subida de tono y se la tenía re jurada a una de las guardias. Me cagaron a palos, me fisuraron la columna”. Según Roxana, para sobrevivir tomó coraje de donde no lo tenía, "me hice una película porque lo que yo quería era salir y estar con mis hijas. Yo pensaba en mis nenas, que si a mí me pasaba algo ellas no iban a tener nadie que las protegiera. Yo sabía que estaban en un Hogar y tenía que sacarlas de ahí".

Las niñas más chicas -la de 4 y 9- estuvieron un año y medio en el Hogar María Luisa Servente de Villa Elisa, una institución que fue clausurada en julio de 2022 por denuncias de violaciones a derechos humanos de niños y niñas. Para las hijas de Roxana vivir en ese hogar también implicó abusos y violencias hasta que la abuela pudo conseguir la tenencia: “A mi mamá se las dieron el 6 de julio de 2022, estaban golpeadas, llenas de piojos y con un montón de lastimaduras. Tenían marcas de varillas”.

Cuando las nenas se fueron a vivir con la abuela a Roxana ya la habían trasladado a la Unidad Penitenciaria N°47. Allí solo la visitaba Franco, uno de sus 7 hermanos: “El resto de mis hermanos le creyeron a la tele”

No hay reparación

Roxana vivió toda su vida en Quilmes, su papá era policía pero se retiró cuando era muy joven por cuestiones de salud. A los varones de la familia los llevaba a trabajar al mercado y a ella a un comedor que su papá había construido para los chicos del barrio. Después empezó a trabajar en una cooperativa de limpieza para pagar el alquiler en donde vivía con sus hijas. Luego de la detención perdió todo: “De la casa que alquilaba se llevaron todo, los muebles, la ropa de mis nenas. Me quedé sin nada”. Cuando salió de la cárcel se fue a vivir a lo del hermano y comenzó a trabajar de peluquera, un oficio que aprendió en la cárcel.

¿Quién se hace responsable de esa casa arrasada? ¿Por qué Roxana tiene que reconstruir una vida que le extirparon de un día para el otro? ¿Por qué debe transitar en soledad y sin ningún tipo de acompañamiento esa reconstrucción? Y la pregunta mas dura de todas ¿Por qué no puede estar con sus hijas?