Hace seis años, la periodista Carolina Santos se tomó la tarea de ir a las librerías porteñas a buscar bibliografía dedicada al rock argentino. Una vez que compró todo ese material, marcó con resaltador las veces que se mencionaba a una mujer. En ese momento pudo comprobar que su invisibilidad en la historia de la escena no era una percepción. El antecedente lo cuenta su colega Silvia Arcidiacono, quien juntó fuerzas con ella y con la también periodista Gabriela Cei para hacer el libro Al taco: historia del rock argentino hecho por mujeres (1954 – 1999), lanzado este año por la editorial Gourmet Musical. “Cuando empezamos el proyecto, los únicos libros que tocaban el tema eran Mina de rock, de Karim González, y Resistencia, de Patricia Pietrafesa, que era un compilado de su fanzine”, explica Santos. “Pero en esos seis años pasaron cosas. Muchas de ellas muy buenas”.

Durante ese periodo, aparecieron los libros Brilla la luz para ellas, de Romina Zanellato; la autobiografía de Gabriela; la de María Rosa Yorio; y el libro Mostras del rock, de Barbi Recanati. “También estuvo el derecho al aborto y la ley de cupo femenino”, amplía Santos. “Desde el momento en que empezamos a investigar hasta ahora hubo unos cuantos avances en lo que tiene que ver con esta temática. Lo que hicimos nosotras fue una genealogía para mostrar que hay una historia, básicamente. No son mujeres sueltas, como si fuera una enciclopedia: hay una trama que las une”. Entonces Cei ahonda: “Hasta ese momento era una repetición de nombres. Siempre eran las mismas y había muchas más mujeres que no estaban nombradas en ningún lado. Queríamos volver a ponerlas en el foco. Las buscamos una por una y ellas mismas nombraron a otras. La investigación se fue autoenriqueciendo”.

Ante la consulta de porqué el libro no abarcó la participación de las músicas en el siglo XXI, Santos justifica: “Hubiera sido un libro infinito. La idea es hacer un segundo tomo que incluya esos años. Aunque sinceramente espero que no haga falta, y que se equilibre más la difusión del quehacer artístico de mujeres y varones”. Arcidiacono añade: “Todas las mujeres que están en el libro siguen haciendo música hoy. Y hablo de mujeres de 80 años, que aún registran sus canciones en Sadaic. Es una forma de pasar en limpio esa construcción. Una de las entrevistadas me dijo que no sabía que tenían a una frontwoman cantando en la banda desde el '55. Además de mostrarlas dentro de un contexto político y social, esa genealogía era una manera de devolverle a las músicas algo que les pertenece. Es importante que todas se adueñen de su propia historia”.

A propósito del método de reconstrucción genealógica, las autoras revelan: “Una cosa que tiene importante el feminismo para abordar cualquier objeto de estudio es que toma muy en cuenta la recepción”, explica Santos, quien conoce a las otras autoras del libro desde los '80, años en los que, con base en la zona sur del Gran Buenos Aires, coincidieron en la secundaria y, acto seguido, en sus primeros recitales. “Estamos hablando de mujeres y la experiencia personal de cada una cuenta en la investigación. No sólo la de los públicos femeninos sino también la nuestra. Como las historias del rock fueron escritas por varones, quizás eso no se toma en consideración. El primer Luna Park hecho por mujeres fue el de las Viudas e Hijas de Roque Enroll. Eso fue un hito y no está contado de esa manera porque fue una banda más que tocó ahí. Pero para el público femenino eso fue asombroso”.

Al respecto, Cei subraya: “Los recitales de Sandra (Mihanovich) y Celeste (Carballo), juntas, que llenaban todo, eran un lugar de identificación de las mujeres lesbianas. Eso que hoy nos parece tan normal, a fines de los '80 también fue un hito. Esa parte de la recepción tampoco estaba contada y nosotras tratamos de celebrar todo eso”. Acidiacono agrega: “Pasó también en el activismo por la despenalización del aborto. En una época en la que no podías viralizar nada, una banda punk hizo un disco conceptual sobre eso. Me refiero a El aborto ilegal asesina mi libertad, de las She-Devils y Fun People, del '97. Lo que quiero decir con esto es que eso era más que música. Era política”. Si bien en el rock argentino ya existían canciones que hacían alusión a la temática homoerótica, Santos asegura que fueron las mujeres las que visibilizaron la diversidad sexual.

“Por más que gramaticalmente no es evidente, se sabía que ‘Puerto Pollensa’, de Marilina Ross, era la historia de dos mujeres”, evoca la periodista. “Además, se cantó en época de dictadura”. Eso allana el terreno para que Cei acote: “En 1990, la OMS sacó de la lista de enfermedades mentales a la homosexualidad. Estamos hablando de que Sandra y Celeste, Marilina y otras referentes ya cantaban sobre eso en los '80. No es un dato menor. Ellas fueron vanguardistas en esa sonoridad y letras”. Y Santos recoge el guante: “Decime si eso no es algo contestatario, que es lo que define el carácter del rock.”. Sin embargo, pese a la revolución que generaron esas canciones, sigue siendo una deuda pendiente para las músicas su reconocimiento como compositoras. “A Patricia Sosa le decían que era buena intérprete de canciones de las que ella era autora”, advierte Arcidiacono.

“Cuando Patricia Sosa tenía tres discos lanzados como solista y ya era una artista consagrada, la mayoría de las entrevistas que le hacían se enfocaban en su condición de mujer”, rememora Arcidiacono. “Le preguntaban cómo hacía para compatibilizar su arte con el hogar o con sus hijos. Y ella, muchos años después, apareció en el escenario con su hija ya convertida en una cantante. Esa fue la gran respuesta”. Entre las anécdotas que recogen sus 350 páginas, el libro refresca la única visita de Nirvana a Buenos Aires. Como castigo por el ensañamiento del público local con la banda soporte Calamity Jane, referente en los Estados Unidos del movimiento riot grrrl, ese día el icono del grunge se negó a tocar su mega hit “Smells Like Teen Spirit”. “Lo hicimos para demarcar que en nuestros escenarios sucedían cosas similares y había músicos que defendían a sus colegas”, destaca Cei.

A pesar de no podían omitir su invisibilización en la historia del rock argentino, las autoras intentaron no victimizar la figura de la mujer en la escena. “Estaríamos usando las páginas y el tiempo para seguir invisibilizando”, reflexiona Santos, que junto a sus compañeras protagonizará un conversatorio sobre Al taco este jueves en Niceto Bar (Humboldt 5507), a partir de las 20. “Pusimos énfasis en contar historias y difundir obras que no tuvieron difusión. Ante algo que dijo un periodista con buena intención, acerca de que las mujeres son el futuro del rock, Rosario Bléfari retrucó diciendo que las mujeres son el pasado del rock, así como el presente y el futuro. Ella comentaba que si dicen que somos el futuro es porque no estuvimos en el pasado. Y la verdad es que la mujer estuvo en la historia del rock argentino desde el minuto cero”.