Da cosa verlo así, tan todo al aire, como si fuera una operación a corazón abierto. Pero así como los cirujanos cortan para curar, a veces en un edificio hay que romper primero para poder arreglar. Y el Palais de Glace está así, con martillazos en sus revoques reblandecidos para poder recibir material de primera y quedar en las mejores condiciones, a la altura de su historia.

El Palais tiene sus puertas cerradas desde 2017 y el camino hacia la restauración tuvo sus tropiezos durante el macrismo. Al igual que otros edificios destacados –el del Molino, frente al Congreso, por ejemplo- sus arreglos y puestas en valor avanzaron a paso de caracol durante meses. Por entonces las empresas EMACO y Lanusse habían ganado en conjunto una licitación, pero dos años después, con la obra paralizada, el Estado Nacional les rescindió el contrato. La siguiente licitación quedó desierta y finalmente encontró una nueva empresa adjudicataria. Ahora se espera que los trabajos de restauración y reacondicionamiento estén listos para diciembre, aunque el contrato da margen de obra hasta marzo de 2024. “Avanzás y el propio edificio te hace demandas”, señalan. Por ejemplo, al retirar unos paneles descubrieron el cielorraso con su ornamentación original. Ahora buscan recuperar esos espacios, que en otras administraciones se usaron de oficina de distintos tipos y sus paredes resultaron maltratadas por la instalación de aires acondicionados, entre otros artefactos.

Durante una recorrida para la prensa, funcionarios del gobierno nacional –entre ellos el ministro de Cultura Tristán Bauer y su par de Obras Públicas Gabriel Katopodis- y responsables de la obra contaron que el nuevo proyecto ya avanzó “entre un 20 y un 30 por ciento”, lo que incluye prácticamente toda la investigación previa indispensable (desde el análisis de materiales y el rastreo de pinturas originales vía decapado hasta cotejar con fotos de archivo para reproducir las molduras de la época). Además, de lo avanzado por los contratistas anteriores, el nuevo proyecto conservará las placas metálicas de la cúpula y parte del trabajo de moldería.

La investigación histórica busca acercarlo lo más posible a su fisonomía original. La única salvedad al respecto -más allá de las cuestiones arquitectónicas vinculadas a la seguridad y el nuevo equipamiento- es el resguardo del entrepiso, que fue un aporte del arquitecto Clorindo Testa en la década del ‘50, un agregado que se pretende conservar no sólo por el hito que significó en la historia del edificio sino también para mantener los metros cuadrados de exposición que ostenta el Palais de Glace. El Palais es hoy, formalmente, la sede de los Premios Nacionales, aunque tiene una riquísima historia vinculada también a otras disciplinas.

“Cuando asumimos encontramos este y muchos otros espacios en un estado calamitoso, yo agradezco a Katopodis por cómo juntos revertimos la situación”, celebró Bauer. El ministro de Obras Públicas, en tanto, señaló que tuvieron que lidiar con la falta de insumos o de precios, pero que pese a eso avanzan los trabajos y destacó también que hay otras 152 obras y proyectos de puesta en valor de edificios patrimoniales en todo el país. De la recorrida también participaron la arquitecta e inspectora de obra del Ministerio de Obras Públicas, Delfina Apaolaza; la directora de Servicios de Ejecución del Ministerio de Obras Públicas, Mariana Quiroga, y Flavia Rinaldi, coordinadora de Conservación y Patrimonio, todas áreas vinculadas al proyecto.

Por delante queda mucho trabajo. La cúpula, parcialmente dañada por un incendio a causa de un desperfecto eléctrico durante la década del ’90, necesita una reconstrucción. La terraza –que quedará cerrada al público- pide su impermeabilización. Amén de los refuerzos estructurales es necesario hormigonear todo para poder avanzar con el revoque y mampostería dentro. Los pisos de roble de los principales salones de la planta baja necesitan su restauración, lo mismo que las columnas y otros elementos arquitectónicos. 

La restauración de los murales de Alfredo Guido en esas salas esperará a que todo el trabajo grueso esté realizado. Además hay que sumar una nueva instalación eléctrica, luminaria, aire acondicionado acorde a los requerimientos actuales, un sistema contra incendios adecuado para el destino del edificio (que alberga al Salón Nacional) y una adaptación para el sonido en lo que será un salón auditorio.

El Palais de Glace se creó en 1910 como pista de patinaje sobre hielo, aunque ese destino duró poco. Cinco años más tarde devino en salón de baile de tango. Por entonces el género característico de la Ciudad no era bien visto, pero aún así el Palais era uno de los lugares más concurridos para los niños bien que querían mandarse sus cortes y quebradas. Más allá de la mala fama que por entonces acompañaba al tango, en esa época el Palais era escenario de grescas notables que escandalizaban a la sociedad de la época, y avergonzaban a las familias de sus protagonistas, que muchas veces eran apellidos notables de la aristocracia local. 

Fue en 1931 cuando el edificio empezó a encontrar su camino definitivo. En ese año devino sede de la Dirección Nacional de Bellas Artes del Ministerio de Educación y Justicia de la Nación. Al año siguiente albergó el Salón Nacional de Bellas Artes y el XXII salón nacional de artes plásticas. En 1940 se convirtió en salón de exposiciones y durante un breve período, en 1954, fue anexo del Canal Siete de televisión. En 1960 volvió a ser sede del Salón Nacional y desde 2015 es el Palacio Nacional de las Artes. 

Un proyecto –sin mucho futuro- en la Cámara de Diputados buscaba convertirlo en un Museo Nacional del Tango, pero con la obra aún paralizada los artistas plásticos hicieron un abrazo simbólico al edificio. Tienen todas las de ganar: la obra avanza a buen ritmo y la infraestructura que prevé el proyecto tiene en mente la conservación de artes visuales. Un edificio a la altura de su historia.