A mediados de 1982, luego de la derrota en la Guerra de Malvinas, se abre en Argentina un escenario que un proceso de  paulatina recuperación de la democracia. La participación política cobró un inusitado protagonismo y fue configurando los contornos de nuevas figuras de militancia de quienes comienzan su activismo en los años 60´y 70´ y de una nueva generación con nueva causa militante: la democracia. 

Los efectos del gobierno dictatorial se hicieron sentir con más fuerza entre algunos grupos sociales, como las mujeres jóvenes y militantes. No sólo porque fueron objeto de un tratamiento diferenciado en sesiones de tortura, sino, además, porque vivieron experiencias poco abordadas en las habituales revisiones del período. Este es el caso de una joven que describe su parto en un hospital cuando estaba clandestina tras regresar del exilio con documentación falsa durante la llamada contraofensiva de Montoneros.

En el período posdictatorial se producen transformaciones que incluyen el restablecimiento del Estado de Derecho pero también la democratización en un nivel micro-político: cambios en la regulación moral de los compromisos militantes y nuevas libertades individuales asociadas, por ejemplo, con el acceso a anticonceptivos, la patria potestad compartida y la ley de divorcio. Sin embargo, estos temas no siempre lograron perforar las agendas ni el espectro de demandas de los colectivos juveniles. La reticencia a incluir en estos debates temas como la despenalización del aborto advierten sobre los límites del proceso democratizador. 

Tres décadas después observamos un contexto renovado: la agenda de géneros y sexualidades ha ingresado en las experiencias militantes juveniles en diversos espacios y se ha diversificado, proliferaron nuevos colectivos y causas militantes, como se manifiesta en el heterogéneo colectivo en torno al Ni Una Menos. Aun así, otros límites vuelven a hacerse evidentes. El entrecruzamiento de las relaciones generacionales y de géneros en muchos de los espacios militantes persiste en la (re)producción de desigualdades. Por otra parte, se reconoce en el activismo juvenil la necesidad de construir una agenda estatal que sostenga y profundice el acceso a programas vinculados con la garantía derechos sexuales y (no) reproductivos y la conquista de nuevos derechos como la tan esperada despenalización del aborto.  

La breve revisión de la historia reciente ilustra que la construcción de las agendas depende, en gran parte, de la capacidad para movilizar estas y otras causas. Como se ve en primeros años de los años ochenta, será la dimensión participativa aquella que permita cuestionar, redefinir y expandir las fronteras de nuestra democracia. 

*La autora es doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y del Conicet. Melina Vázquez compiló, junto a Pablo Vommaro, Pedro Núñez y Rafael Blanco, Militancias juveniles en la Argentina democrática. Trayectorias, espacios y figuras de activismo, editado en 2017 por Imago Mundi.