Por distintas razones el marxismo no encontró ningún desarrollo teórico importante en el interior de las revoluciones. El propio Ernesto Guevara confirmó que los manuales de marxismo soviético eran ilegibles. En el caso chino la Revolución cultural constituyó el apogeo y a la vez el colapso del marxismo. Entonces fue en las distintas escuelas del occidente, europeo, anglosajón y latinoamericano, que se generaron las diversas tradiciones del materialismo histórico, que actualmente constituyen su corpus teórico más rico y susceptible de ser actualizado a partir de cuatro corrientes: el feminismo, el psicoanálisis lacaniano, los movimientos nacionales y populares y los nuevos autonomistas responsables.

Estás actualizaciones no son casuales, problematizan el lugar que el capitalismo contemporáneo dejó vacío en su nueva versión neoliberal y financiera: el proletariado como sujeto histórico de la revolución. E intentan establecer las condiciones de una nueva experiencia de lo Común.

La restauración reaccionaria que se percibe en distintos países del mundo, las dificultades estructurales de los proyectos nacionales y populares, las fragilidades de los proyectos de las izquierdas, es que ya no cuentan con la brújula del sujeto histórico y sus acontecimientos, los que funcionaban como señales y orientación histórica. Por tanto deben reinventarlo a través de nuevas articulaciones entre sectores no solo heterogéneos entre sí sino que exigen un nuevo tipo de política, un nuevo discurso que los interpele y los convoque a un frente común.

Este arduo problema choca, al menos en este ciclo histórico, con el siguiente obstáculo: de un modo espontáneo e incluso no consciente, pero muy eficaz, se ha extendido por doquier, que ninguna acción humana colectiva puede cambiar las condiciones actuales del capitalismo. De este modo, las teorías transformadoras, las que propiciaban un cambio radical, circulan sin encontrar el sujeto histórico que las encarne y las vuelva operativas. La invasión de libros de autoayuda en todas las librerías de los distintos occidentes sancionan lo siguiente : "Nunca vuelvas a esperar un cambio colectivo, solo debes perfeccionarte como individuo y explorarte para aumentar tu valor de un modo permanente". De hecho las nuevas ultraderechas, tampoco se colectivizan, más bien ordenan a quedarse con la familia y a perfeccionarse como "individuos". De lo contrario, la marginalidad más ingrata espera a los que no obedezcan.

Lo dicho hasta aquí no invalida a las grandes teorías de la emancipación, pero si señala que a las mismas les faltan conexiones, esas que solo la política puede inventar cuando alcanza casi las alturas de la invención poética y su energía desencadenante.

Mientras tanto practicar el antiintelectualismo demagógico es un elitismo encubierto que desprecia lo mejor de la historia de los pueblos.