Los versos sonaron al principio y al final. “Dicen que como te quiero tanto/ yo que tuve tantos amores/ seguro me has embrujado, qué importa”. Quien haya elegido “El embrujo”, de Los Palmeras, quizás lo hizo simplemente porque le gustó y es pegadiza, o porque los actos ya no terminan con Pappo o Los Redondos. Pero, ¿quién embrujó a quién? ¿Sergio Massa a Axel Kicillof o Axel Kicillof a Sergio Massa? En el escenario de Defensores de Cambaceres se los vio como una yunta de viejos amigos. Es que, hablando de yuntas, la necesidad de una victoria electoral tira más que una yunta de bueyes.

Cuando le tocó hablar, después del intendente de Ensenada Mario Secco, el gobernador dejó en claro que su estrategia política nunca fue la supuesta búsqueda de un refugio en la provincia de Buenos Aires sino el apalancamiento entre las elecciones bonaerenses y las nacionales.

“Nadie quiso venir a la Provincia a atrincherarse”, dijo Kicillof al lado de un Massa que lo escuchaba con atención, parado a dos metros. “Buenos Aires es la locomotora de la producción y el trabajo y va a ser la locomotora de la victoria, la locomotora del triunfo de Sergio Massa.”

“No desdoblamos”, recordó también. Fue una alusión a una táctica suya. Como la legislación provincial obligaba a que las PASO del distrito fueran simultáneas a las nacionales pero la fecha de las elecciones es potestad del gobernador, Kicillof tiró al juego de la política la posibilidad del desdoblamiento. Pero nunca fue taxativo. El que llegó más lejos en su momento fue su jefe de Asesores, Carlos “Carli” Bianco. Bianco solía destacar que desdoblar o no era una decisión que constitucionalmente bien podía tomar el gobernador, y al mismo tiempo dejó la puerta abierta hasta el final. Y el final fue, justamente, cuando Massa quedó proclamado candidato junto con Agustín Rossi después de la fugaz precandidatura de la fórmula Wado de Pedro-Juan Manzur. Ahí la decisión fue jugar fuerte con y por Massa, una candidatura impulsada por Cristina Fernández de Kirchner, y quedó descartada la convocatoria a elecciones provinciales en una fecha distinta a la del 22 de octubre.

“Decían que éramos una isla, y que no nos importaba el resultado nacional”, dijo Kicillof en aparente referencia a quienes lo presionaron dentro del Partido Justicialista para que lanzara su candidatura a Presidente. Este diario pudo saber que Cristina no ejerció presión alguna en ese sentido. O sea que no hubo instrucciones por parte de la única persona a la que el gobernador le reconoce la jefatura política.

Tampoco, dicho sea de paso, hubo ninguna presión de la vicepresidenta en contra de que se realizara el acto de Ensenada. La relación de CFK con el anfitrión de Ensenada fue definida por un dirigente que pidió reserva de su nombre como “cariñosa y respetuosa”. Y el dirigente aclaró que ambos rasgos no se modificaron últimamente. La Mesa de Ensenada, como se llamó a los asados kirchneristas que convocaba Secco antes de que las candidaturas quedaran dirimidas, nació para insistir con la candidatura de CFK a la Presidencia. Cuando todos percibieron que no tenía sentido insistir, la misma fuerza se aplicó desde Ensenada a la candidatura de Kicillof a la reelección. Allí confluyeron intendentes como Fernando Espinoza, de La Matanza, o Jorge Ferraresi de Avellaneda.

En un discurso que no pareció dispersarse con casualidades, Kicillof deslizó en Ensenada, como al pasar, una invocación a “Mario y Ferra”, es decir Secco y Ferraresi. También agradeció al resto de los intendentes, aunque no hubo más nombres.

Fue enfático el gobernador al momento de indicar la forma ideal de campaña. “No vamos a ganar con las redes o participando en programas de los medios porteños”, dijo. Y llamó a la militancia “no solo a escuchar, a explicar, sino a convencer”.

Aunque puede suponerse que nadie tomará sus palabras textualmente sino que las bajará a tierra, el esquema propuesto arrancó de la asunción de la responsabilidad de ese trabajo de persuasión.

“Es nuestra responsabilidad que ningún trabajador vote contra las vacaciones, contra las indemnizaciones y contra el aguinaldo”, dijo por ejemplo Kicillof.

Y así fue desgranando las cosas que la militancia debería tornar imposibles de concebir por parte de los electores:

*”Los jubilados no pueden votar a los que les van a sacar sus derechos”.

*”Hay que ir con las pibas y los pibes, para que no voten contra los viajes de egresados, el programa Puentes, la escuela gratuita y la universidad pública”.

*”A los que están preocupados por el calentamiento global y el cambio climático, que son muchísimos, tenemos que decirles que no pueden votar a los que quieren contaminar los ríos, los bienes comunes. La casa común es para cuidarla entre todos”.

*”Ningún creyente de ningún credo puede votar al que le dice las cosas que le dicen al Papa Francisco”.

*”Hablemos con los radicales y los socialistas. No pueden votar a quienes no condenan el terrorismo de Estado”.

La decisión implícita en estas frases, que Massa hilvanó también en su discurso de cierre, es la búsqueda de votos en dos canteras. Una, la de quienes no fueron a votar en las PASO. Otra, la de los jóvenes de primero o segundo voto que entronizaron a Javier Milei como el candidato más votado en las primarias.

 

Los estrategas de campaña consultados por Buenos Aires/12 observan que Milei todavía está en estado virginal. Todavía no le cayó a su electorado la ficha de que es un dirigente político como cualquiera. Que, en términos del propio Milei, paradójicamente copiados a Podemos de España, él integra “la casta”. Que también son parte de la casta el dirigente sindical Luis Barrionuevo, el ex ministro de Economía de Carlos Menem Roque Fernández, el ex viceministro Carlos Rodríguez y el mileísta, ex cavallista, ex sciolista y ex albertista Guillermo Francos. Es imposible saber cuánto tarda una persona en desangelarse y ser vista como un mortal más por el resto de los mortales, pero la apuesta de Kicillof y de Massa es tratar de que eso ocurra rápido y no dentro de tres o seis meses. Lo cual supone disputar el voto entre una franja que simpatiza con Milei: la del voto joven, y en especial la del voto joven de los sectores populares. Un voto que cualquier sociólogo electoral habría llamado, hasta ahora, “voto peronista”.

Los que votaron a Milei, según Kicillof, "no votaron contra la salud pública y la educación pública". Tampoco votaron "para entregar la soberanía de las Malvinas y entregar la patria entera", y deben ser advertidos de que les están vendiendo "espejitos de colores, ideas viejas, ruinosas y fracasadas que ya se usaron y que no sirvieron".

La recta final de la campaña, dijo el gobernador antes de pasarle la palabra a Massa, será "con los intendentes e intendentas recorriendo de punta a punta la Provincia, como lo hicimos durante cuatro años".