El electorado en Argentina no vota, únicamente, por la economía. Y mucho menos cuando el peronismo está en el Gobierno. Los candidatos que perdieron una primera vuelta con Sergio Massa, el ministro del 130 de inflación, diagnosticaron que, sobre todo, la provincia de Buenos Aires y el Conurbano eligen seguir en la pobreza, que escaló a niveles récord este año, y que aborrecen la institucionalidad optando por la corrupción. La idea, repetida en los últimos escenarios de derrota de Juntos por el Cambio, parte de un vicio intencional, para la política y para el periodismo: tildar de ignorante, incapaz y direccionado por los planes a un territorio que creen conocer pero no conocen. Una superficie que menosprecian y eligen contar como el imperio de la marginalidad, ergo, un lugar donde no rige la razón, solo la desesperación por sobrevivir de la mano del que les tire un hueso.
No es un mérito vivir en el Conurbano, pero los que crecimos y aún pasamos nuestra vida acá podemos explicar un poco mejor, o con más profundidad, una realidad que no se alcanza a ver con algunas recorridas para hacer relatos periodísticos aislados. De aqui pueden salir los indicios de por qué Massa, y por qué el oficialismo. Los bonaerenses no eligen ser pobres, lo padecen día a día, pero la creación de sentido de los medios de comunicación con pretensión nacional y mente y corazón porteños, generó mitos sobre la realidad al otro de la General Paz y el Riachuelo.
Algunos casos visibles. El primero, Axel Kicillof, reelegido por un aluvión de votos. Un candidato identificado con el kirchnerismo y que ganó por su obra, no por otra cosa. Cuando María Eugenial Vidal, del PRO, ganó en el 15, fue por una carambola milagrosa y pocos puntos. Luego, perdió por 20 puntos. Perdió no sólo arrastrada por Macri, sino porque gobernó mal.
Los intendentes
En Avellaneda, distrito históricamente peronista, gobierna Jorge Ferraresi hace tiempo. El ex funcionario nacional, que salió del gobierno de Alberto Fernández para volver a su tierra, superó ampliamente el 50 por ciento de los votos. Pocos más kichneristas que Ferraresi. No lo oculta. En la puerta de la municipalidad, al lado del shopping de la ciudad, hay una estatua de Néstor Kirchner. Y hasta una plaza se llama "República de Venezuela". En Avellaneda, inclusive, hay mayoría de votantes del PRO que lo eligieron para intendente. El distrito tiene un polideportivo ejemplar, fue el primero tener iluminación led en todos los barrios y cobra impuestos caros al polo petroquímico, que se vuelcan en obras a niveles pocas veces visto en gestiones previas. No hay misterios.
Berazategui, historicamente, fue el patio trasero de un Quilmes que siempre tuvo pretensión de superioridad. Desde que los Mussi están en el Gobierno, se transformó no sólo estructuralmente, sino en lo productivo. El parque industrial tiene demanda de ingresos récord, no permitieron que entren los grandes hipermercados para fomentar el comercio local y les exigen a las empresas que contraten trabajadores de "Bera". Para los medios nacionales, Berazategui sigue siendo un ejemplo de marginalidad.
Al lado está Quilmes, que fue gobernado por todas las fuerzas políticas, en casi todos los casos sin éxito. Mayra Mendoza no sólo es la primera mujer en ser intendenta, sino también la primera en reelegir. Sacó el domingo arriba del 50 por ciento. El fetiche de los medios es que tiene un tatuaje de Kirchner en un brazo. Martiniano Molina, que ya fue intendente del PRO por una alquimia milagrosa en el 15, sacó menos de la mitad de los votos de Mendoza. La intendenta se ocupó de manera pareja en obras en Quilmes, pero sobre todo en la parte olvidada por todos: el Oeste. Gestionó, en síntesis. Los medios edificaron la idea de que la mayoría en el Conurbano desprecia al kirchnerismo, pero se olvidaron de analizar cómo gestionan los distritos: La Cámpora ganó en Suipacha, Quilmes, Azul, Lanús, Bahía Blanca, Olavarría, Bransen, Mercedes, Hurlingham, Colón, Areco y Rosales. Eso no quiere decir que el kirchnerismo no se esté achicando, pero sí que no hay fantasmas kirchneristas en los votantes. O no tantos como dicen.
El caso de Lomas de Zamora también fue una sorpresa para la lectura porteño centrista y la de los bonaerenses que no tienen necesidades. El condenable acto de Martín Insaurralde, en un yate en Marbella tomando champagne con una modelo, con dineros públicos, no pegó en la elección. En Lomas, un distrito clave, hay diferencias históricas a favor de peronismo, también por la gestión. ¿Alguien creía que eso podía dar vuelta una elección? ¿Es lógico que eso de vuelta una elección?. Con el estilo de Milei, o sea, digamos, ¿puede solo eso cambiar el rumbo de un voto histórico? ¿O eso es el deseo de los que no conocen cómo y por qué elige Lomas? Huele a la pretensión centralista, que pretende que los bonaerenses elijan, en un distrito que les es propio, lo que ellos creen que hay que priorizar. Dicho esto, la corrupción está mal, claro.
La gestión no es sólo patrimonio del peronismo, y los antes citados son sólo los ejemplos más visible. Diego Valenzuela, del PRO, reeligió en Tres de Febrero. Pidió el corte contra Bullrich, pero gobernó bien. Con errores y aciertos, hizo que la gente tuviera condiciones para vivir mejor. Lo propio hizo Montenegro, del PRO, en Mar del Plata. La foto contrasta con la idea instalada de que en el Conurbano la gente se autoflagela votando a los mismos, mientras que en Capital Federal se normalizan 16 años de gestión del macrismo, porque los porteños parecen ser seres más capaces de elegir libremente. La doble vara hizo, por ejemplo, que se soslayara el intento de Mauricio Macri de poner a su primo Jorge, a la vez, como candidato en las boletas de Larreta y Bullrich, ignorando a Martín Lousteau. Claro que hay desigualdades en el Conurbano, las mismas que hay en otros distritos y que existen en la propia CABA, con un sur literalmente abandonado no sólo a la asistencia, sino también a la inseguridad que les pega a los más pobres, a los laburantes. El problema es cómo contarlo, o cómo ignorarlo.
Por qué Massa
Dicho esto, la pregunta es por qué un bonaerense decide votar a Massa. ¿Qué esperan de la política nacional?. Aquí aparece otro dato de los teóricos: el golpe del macrismo en el Conurbano es una mancha indeleble, que los votantes se encargaron de recordar, incluso, en la legislativa del 2021, cuando el gobierno fue golpeado, total razón, por la celebración del cumpleaños de la esposa del presidente en plena cuarentena, en la Quinta de Olivos. En aquel comicio, hubo remontadas muy fuertes del peronismo, sobre todo en la tercera sección. Y ni siquiera contemos aquí a La Matanza, que votos más o menos, siempre es sólido voto peronista.
El consumo en los barrios durante el macrismo fue una pandemia, pero sin red. Esa es la diferencia central hoy, sino no se entendería la foto diferente del consumo, la actividad y el movimiento, hoy, con el doble de inflación que en la era Macri. El sistema de crisis intenta, con una inflación que no puede controlar, dar asistencia nacional y mejorar los ingresos. Puede parecer poco, pero es el dato central, es lo que explica casi todo.
En el Conurbano, que muchos denostan, no eligieron demasiado diferente a la CABA, donde Massa sacó el 32 por ciento, o en el Norte, o en Santa Fe o Córdoba, donde Massa creció 5 puntos y el PRO sacó 40 en un lugar donde supo tener el 70 por ciento de los votos. Un dato último, el Conurbano, tildado de incapaz, iletrado, planero y asistido con dinero estatal, fue el corazón de la barricada para evitar -hasta ahora- a un candidato de dudoso respeto a la democracia. No parece poco para un pueblo que los medios describen como un terreno quedado en el tiempo.