"El príncipe del glam". Así se llama el grabado de Mónica Moccia que se ve en la tapa de Carcasutra, el reciente octavo disco de Carca. "Es una obra inspirada en mí, ni siquiera soy yo", se desmarca el músico en la primera separación entre persona y personaje que habrá durante la entrevista. El personaje del grabado, en todo caso, tiene que ver con otro que la persona Carlos Hernán Carcacha -tal es el nombre que figura en su DNI- construyó quizá sin quererlo del todo desde que comenzó con su carrera solista. De Pappo's Blues a T-Rex, con varias paradas en el camino, Carca se erigió como una rareza dentro de la escena argentina. Y más desde que se convirtió primero en bajista y luego en multiinstrumentista de Babasónicos, en paralelo a sus propios discos.

Pero hubo un largo período sin álbumes de Carca. Once años. Y Carcasutra trae lo que se podía esperar de Carca. Esto es, lo inesperado. El primer riff aparece casi en la mitad del disco, después de que el oyente ya se cruzó con mandolinas, soul moderno y cadencias reggae. Pero al rato el piano se convierte en el centro melódico o la psicodelia repta hasta límites insospechados. Un personaje diferente. 

"El Carca que hace Carcasutra baja una línea que, a la vez, puede ser absoluta e inmediatamente olvidable o ignorada -explica la persona acerca del personaje-. Porque, en sí, los sutras son como enunciados filosóficos y normas a tener en cuenta para una mejor vida, para una mayor sabiduría, un mayor conocimiento. Todo esto se termina cuando el Carca capaz de enunciar sutras, supuesto maestro, tiene lo ojos vendados en la tapa del disco. Entonces, es muy probable que todo lo que te diga sea una mentira. Y eso me parece lo más hermoso de la no ambición del mensaje. Porque no hay mensaje... Y si creés que hay un mensaje, lo mejor que podés hacer es pasarlo por alto". 

-El Carca de Carcasutra está enojado en varias de las canciones.

-Ah, sí, sí, casi constantemente. Pero cuando se pone amoroso, es lo más. Rebalsa miel. Así que es un aspirante a maestro bastante díscolo y déspota de sus propias intenciones, de sus propios trips. No es que sea ambiguo sino que tiene la naturaleza del ser humano: el yin y el yang. Si no, ya se trataría de un ser elevado que ha superado las partes oscuras del mundo. Y no, no es así, está muy enojado, sobre todo con la gente que le habla mucho.

-¿Por qué?

-Después de escuchar las canciones del disco, me doy cuenta de que el tipo tiene problemas con la gente que viene a rapearlo, ¿viste? Con los políticos, con la tele, con los que hacen las cosas mal y están sueltos. Está enojado con la mierda del mundo, no con el planeta ni la Pachamama, con nada de eso. Está enojado con lo que tiene que estar enojado: con los pedófilos, con los asesinos...

-Con los botones...

-Sí, con el buche, con el que elige ser una piedra en el zapato en lugar de construir. Ahí entra "Brillando en la vereda", "Mi lugar", "Paraíso falso": en todas esas canciones, el Carca de Carcasutra está seguro de que necesita exorcizar mediante la música, en este caso, el odio que le despiertan las injusticias del mundo. Un mundo armado en base a la imposición de la mentira y la fantasía del mal.

-Pero ese Carca no debe estar tan lejos del que responde a esta entrevista, ¿no?

-No, pero me gusta hablar del Carca de Carcasutra porque me exime de sus locuras. En realidad, construyo la música y las letras como un autor y compositor, no tengo "inspiración". Más que nada, a lo largo de los años me he convertido en un arquitecto de la música, que es lo que siempre perseguí: poder hacer lo que me plazca de la forma que yo creo que debe ser, con los elementos y las herramientas que considero novedosas y originales. Me muevo así, no soy un juglar que dice "Uh, le voy a cantar al día". Después de Miguel Abuelo, sería muy maleducado pretender ir por ahí. Yo no soy un tipo inspirado, soy uno con muchas ganas. Y diría que muy observador y enamorado de la música, de la posibilidad de donde hay silencio, crear una canción. Por eso, a veces también me rompe tanto las pelotas tener que escuchar letras malas: hay que buscar la forma más hermosa de decir algo. Si no, no sirve.

-Lo del personaje es llamativo porque hay canciones en las que cuesta reconocer tu voz. ¿Fue algo buscado?

-Lo mejor que tiene eso que me decís es que radica en subirme a músicas y a formas que no había visitado anteriormente donde, claro, se requiere poner la garganta en otro lado. A mí me resulta más natural moverme en un registro grave, pero eso también me lleva a Pappo y al rock argentino que tanto admiro y amo, pero del cual también a veces necesito despegarme para fijarme nuevas metas. Entonces, al subirme a músicas nuevas, como "El mejor viaje", el tema con Julieta (Venegas), tiene una forma de soul que nunca había podido alcanzar porque no tenía idea de cómo hacerla. La experiencia o el paso del tiempo me acercaron un poquito algunos conocimientos de acordes y de cosas que hicieron que me resultara posible hacer una pieza soul. Ahora, bueno, hay que cantarla, ok, ahí vas a tener que encontrar tu personaje dentro de esa música nueva, porque seguramente no voy a poder transmitir en un registro como el de Pappo. Hay que moverla un poco, hay que soltarse, hay que intentar transmitir.

-¿Y eso te costó?

-No, la verdad que no, porque en mi presente estoy escuchando mucho a mi equipo. Cosa que hice siempre, pero después terminaba haciendo siempre lo que yo pretendía que fuese un disco. Siempre hubo productores, siempre los escuché, pero también sentía que a veces no quería moverme de mi zona de confort. Y después de tantos años me volví una persona menos alocada en cuanto a escuchar y estoy muy bien acompañado. Entonces, si Tuta (Torres, bajista de su banda y de Babasónicos), por ejemplo, que produjo esa canción, sólo me dice que la cante donde yo creo que va, entonces todo lo que él me diga sobre hacia donde cree que puede mejorar, lo escucho y cierro trato. Con Panky (Malissia, baterista de su banda), que fue otro de los productores del disco, también pasó lo mismo: cierro rápido, porque si no siempre entro en dudas de qué está bien y qué no. A mí me pasa que veo a un grupo de estos que es un esperpento sin ninguna magia y pienso "esta mierda no va a llegar nunca a nada"; bueno, eso seguro va a ser número 1... no nacional, ¡universal! ¡Cósmico! ¡Sideral! Entonces, ya me cansé de escucharme. Y no porque no crea que no tengo razon. Pero en este disco necesitaba descansar y sacarme muchas mochilas. Seguramente voy a volver a producir y volver a equivocarme en cuanto a exacerbar algo que creo que es valioso y no lo es, pero en estos años también puedo aprender de los que me rodean e incorporar nuevos conocimientos.

-Antes mencionaste haber salido de tu zona de confort, que sería el rock de guitarras que puebla varios de tus discos. ¿Y cómo vas a trasladar eso al vivo?

-Algunos temas ya los hicimos en vivo: "Silente, la serpiente", "Una canción de amor" y "Mamá cultiva marihuana".  La mayoría de las canciones son muy parecidas a los demos, que hice en casa sin mayor parafernalia. Los temas tienen tres o cuatro, a lo sumo cinco elementos, que podemos reproducir perfectamente en el formato trío que tenemos con Panky y Tuta.

-Pero algunas tienen otros instrumentos, una psicodelia...

-"Mi amigo del bosque", que tiene mandolina, lo hacemos en vivo y sale igual. Salvando las enormes distancias, a veces esos grupos de los '70 que regrababan coros y violas, después en vivo llegaban las versiones que te hacían creer que eran iguales al disco con cinco guitarras menos y todas esas cosas. Pero como en este disco no hay cinco guitarras en una canción... A lo sumo hay dos. Es un disco que suena como si estuviese recargado de sonidos por momento, pero es un arte que se ha logrado con muy pocos elementos. Hacer eso sumando canales y canales es bastante fácil, pero hacerlo con pocos elementos y que parezcan millones no es simple: quiere decir que cada elemento es protagonista y cumple con el deseo que tuviste, no se perdió en mil capas de sonido.

-"Mi amigo del bosque", que abre el disco, es una suerte de hillbilly psicodélico.

-A mí lo que más me gusta de esa canción es que conviven Led Zeppelin y el Manchester de los primero éxtasis. Apenas suena la mandolina remite a "The Battle of Evermore", pero después el ritmo... Claro, no se desarrolló como un house o algo así, porque hubiese sido un cliché. Lo que tratamos de hacer en esa campiña irlandesa que se te representa con la mandolina fue jugar a que haya un beat que te haga mover el piecito. Y como los componentes de todo eso son más electrónicos que acústicos -lo único acústico es la mandolina-, conforma un lindo delirio. Ahí volvemos a la producción: lo dejé en manos de Diego Tuñón y Gustavo Iglesias (tecladista e ingeniero de Babasónicos, respectivamente), y me encantó porque respetando cómo era la canción hicieron que esos elementos -que son pocos- se conjuguen de una manera súper original y novedosa. Esa es mi meta en la música. Después puede gustarte o no, pero me parece que hay mucha música y que el valor de la música es que no haya otra igual.

-¿Hubo una búsqueda de psicodelia en el álbum?

-Es completamente intencional. En un momento fantaseaba con hacer un disco más parecido a Miss Universo (su debut solista, de 1994) y de ahí vienen todas esas codas psicodélicas que tienen las canciones. En un momento, el disco iba a ser de otra manera... muy equivocadamente. Y después cerramos en estas diez canciones que, la verdad, pongo el disco y no hay con qué darle: es el mejor que hice.

-¿Y cómo iba a ser?

-Más cercano a Miss Universo, con pasajes que dividan las canciones, quizá pasajes más etéreos, más ambient... En realidad, el modelo del no modelo, porque eso es Miss Universo. Después termina conformándose en un modelo que se puede percibir, pero más que nada tener la total libertad, como siempre, pero hacer nadar a  las canciones en un océano de incertidumbre todavía más incierta. A la larga, siempre iba a distinguirse, pero que en primera instancia no resultara simple saber qué canción había terminado o empezado, o cuánto tiempo había pasado. Una experiencia inmersiva, pero que terminó siendo más acotada.

-Pero sí hay canciones que están hechas de varias partes.

-Sí, hay tres canciones que tienen ese formato: "Una canción de amor", "Pestañas postizas" y "Gravamen", el tema con Graciela Borges, pero eso ya es un delirio superior... Para mí es una nueva música, no tiene género. Pero también podría no tener género "Una canción de amor", que empieza como un reggae con un tiempo muy extraño... y a la vez no tiene nada de reggae, sólo la cadencia. Y sí, pasa por todos lados. A eso me refiero cuando hablo de tener metas que no te sean simples ni repetitivas, ni para vos ni para el mundo.

-Mencionaste a Graciela Borges y Julieta Venegas, también está Dante Spinetta. ¿Cómo llegaron los invitados a cada canción?

-¿Sabés por qué se concretaron en este disco y no en otros? Porque estuvo la pandemia en el medio, que hizo que muchas personas nos dejemos de joder con dejar las cosas para mañana. Siempre hubo planes con Dante, con Julieta, con Graciela. Hay muchos planes como muchos divinos y divinas de la música, pero no los hacés... Y bueno, nos picó el bichito del registro, de lo que vamos a dejar acá, supuestamente, porque si no sólo quedan las palabras. Y es una cagada cuando eso pasa. Entonces, medio que la pandemia nos puso en actividad, y estábamos todos y todas en la misma sintonía. Queríamos hacer cosas como fuera; ante la adversidad, concretar ya. Dejar de fantasear y hacer. Y en el mundo de la música es muy fácil que se te pase el tiempo fantaseando, en el más compañerístico de los sentidos: estás de gira, tenés tu vida privada, y si no estás de gira vos, el otro sí. A veces no tenés la disciplina de ser tan organizado. Bueno, con la pandemia tuvimos tanto tiempo que nos organizamos (risas).

-Pasaron once años desde Carca registrada, que era una suerte de compilado con temas nuevos, y catorces desde Uoiea, tu anterior disco de estudio. ¿Por qué tanto tiempo?

-Porque no me es fácil encontrar lo que quiero hacer. Ya te digo, no soy un juglar. Sí tengo diez mil millones de pedazos de músicas y de melodías y de palabras, pero no sentí que tenía algo diferente para dar. Me hubiese equivocado y hubiese sacado discos parecidos a los anteriores porque no había podido moverme de esa forma de hacer rock, tirando a rock duro, aunque no retro. Ya me había hecho muy buenas canciones de rock como yo quería y no iban a ser mejores, iban a ser más de lo mismo. Todo cambió un día en que me pude comprar un piano Fender Rhodes, que me llevó a ir por otro lado. Me levantaba todas las mañanas y tocaba el piano, y de ahí salió la mitad de las canciones del disco. Ahí empecé a sentir que eso era nuevo para mí, que me gustaría escucharme de esa forma. Cuando dimos con "Silente, la serpiente", que es un hallazgo de la producción de Tuñón y de Gustavo, entonces dijimos "acá hay un disco nuevo". De ahí fuimos para adelante, esa nueva música nos puso en órbita a todos. Era un sonido nuevo.

-De todos modos, fueron muchos años...

-Sí. Y, en realidad, podría haber hecho un disco triple. Pero necesitaba... necesitábamos, te diría, cerrar un disco, porque si no estás en el arte de lo inconcluso. Y al menos en mi humilde sistema, cuando manejás más de quince canciones, todo se prolonga en el tiempo, se alarga... Tenés que terminar de ponerles el moño y cerrar un conjunto de diez canciones: ahora podemos saltar a otra cosa. Que es lo que pasó, porque inmediatamente que cerramos este disco empezamos a trabajar con otras canciones, con un sonido totalmente renovadísimo. Y eso no podés hacerlo cuando estás con canciones que grabaste hace tres años para un disco. Algunas de Carcasutra se terminaron hace poco, pero otras tienen tres o cuatro años. Esa música había que soltarla. Para que transmute en nueva para la gente que no las conocía. Y encima, todas unidas en ese tracklist que tiene el álbum, ya no tienen tiempo, son todas de la misma era.

-¿O sea que en poco tiempo vas a tener otro disco?

-Ojalá que sí. Lo que más estoy disfrutando es no pensar en eso y ocuparme de concretar músicas. Lo que más me gusta es no pensar en un disco, no pensar en tener que terminarlas o si son para Carca o son para Equis... Avanzar. Me gusta no pensar e ir atrás de esas músicas a ver qué me sugieren y ahí es donde aparece la novedad, la sorpresa.

La originalidad

Un sinvergüenza sin miedos

-En una entrevista dijiste "quiero dar con una música que no se encuentre en otro lado, que sea mía". ¿Cómo se llega a eso?

-Uno de los puntos importantes es ser un sinvergüenza, no tener miedo. El contenido que viertas sobre tu obra después de ganarle a eso puede ser muy dispar según quién lo cree. En mi caso, al haber hecho ocho discos, ya puedo revolcarme en mi propio yo. Porque ya hice una música, que es la música mía, entonces no me es muy difícil sentir que mi música es única. Lo sea o no lo sea, ¿eh? Tengo muy cercano el sentir la seguridad de que no hay otro solista haciendo eso, yendo por ahí. Y ni siquiera se trata de lo musical sino del gesto: no hay tanta libertad y falta de despreocupación por las consecuencias. La gente está más intencionada hoy en día. Se va para un lado que es el que funciona comercialmente. Es para donde van todos y está bien, está buenísimo.

-¿Está buenísimo?

-Y, qué sé yo, si lo hacen, debe estar buenísimo. Lo digo como para uno mismo. Para mí no está buenísimo. Para mí, lo que estaría buenísimo es que vos, con tu freakismo y con tu arte logres algo diferente. Pero es una meta que va atrás de lo heroico, a lo Hércules. Yo lo veo y lo siento con ese romanticismo. Sí, también me gustaría acceder a jugar en Primera porque eso significaría que hay mucha gente que goza con lo que hago: ahí está el punto. Eso me parecería maravilloso porque me haría creer que hay un cambio de cabeza en la sociedad. Después, si sos popular o conocido, y la consecuencia de eso es llenar tus arcas, es transitivo, qué sé yo... Sería miserable que el primer escalón de tu intención pasara por ahí.