Una experiencia visual, escénica y musical. Tiempo y zona, paciencia y movimiento, asombro y contemplación se ponen en juego en Artista ex machina, la gran instalación dinámica que desde el miércoles 25 a las 20 transitará el espacio del Centro de Experimentación del Teatro Colón. La obra parte de la idea central de Nicola Costantino, con la dirección escénica de Martín Antuña y Victoria Roland y la música de Esteban Insinger dirigida por Juan Martín Miceli. Creaciones nuevas y del repertorio de la artista plástica rosarina se articulan en un dispositivo escénico y sonoro para atravesar con el cuerpo y los sentidos.

Artista ex machina es una obra del desborde, una idea que me es muy cercana, por mi manera de elaborar y reelaborar los materiales, agregando capas narrativas”, asegura Esteban Insinger en el comienzo de su diálogo con Página/12. “Este gran artefacto multidisciplinario se propone como una serie de escenas para transitar, con distintos recorridos posibles que funcionan como una especie de retrospectiva o catálogo del mundo del arte”, continua el compositor. “El gran desafío es ocupar de manera inteligente un espacio como el del CETC, con sus particularidades. Sobre esa idea la música que compuse también plantea un dispositivo espacial, que dialoga con el resto de la escena, teniendo en cuenta las resonancias de esta gran bóveda y las distancias que la componen”, agrega.

“Me metí en el lenguaje de Nicola, identifiqué los que podrían ser sus núcleos y me sumergí en ese universo con mi universo musical”, explica el compositor. “Para contener esa abundancia escénica, me pareció que podía descomponer la orquesta en distintos ensambles, distribuidos por todo ese espacio. Puntos sonoros que no actúan con rigor rítmico entre ellos, sino que tienen la libertad suficiente para producir desplazamientos que van creando distintas formas de tensión”, continua Insinger. Pone el ejemplo de las Evas de la “Rapsodia inconclusa” que Costantino presentó en la Bienal de Venecia, que son una parte Artista ex machina: Para cada Eva hizo una canción que el público, al moverse por el espacio, va mezclando con otra que suena más adelante; en esa mezcla se va armando otra canción.

Costantino propone un espacio saturado de imágenes y delineado por movimientos escénicos, que Insinger lotea con una orquesta fragmentada, que continuamente se compone y se recompone de distintas maneras, del mismo modo que la música en sus transiciones se autodestruye para dar lugar a otra música. Un teatro de los sentidos en el que las dimensiones del tiempo y otras discretas formas del azar se superponen. “Artista ex machina es como un gran bosque que en su exuberancia resulta muy orgánico”, advierte Insinger. “La música contribuye a esa organicidad, que funciona a partir de que los músicos no están atados al rigor de la uniformidad, de la verticalidad temporal. La precisión rítmica es una ley muy fuerte en la tradición musical. Acá eso se disuelve y da lugar a otra cosa, más difícil de definir, pero muy atractiva y estimulante”.

Desde hace catorce años, Insinger compone Diarios, un ininterrumpido ejercicio cotidiano que acumula páginas. Una gimnasia que se interpela, pone en duda y reconfirma al compositor, desde distintos lugares. “Diarios es parte de un ritual, a esta altura tan común como levantarme a la mañana y tomar el café. Lo interesante es lo que va pasando con el tiempo, la manera en que esa obra se transforma, es capaz de tomar otra entidad. Ahí se van decantando ideas, más técnicas o más poéticas, que de todas maneras trazan un método”, explica el compositor. 

De ese reservorio y sus posibles reescrituras salieron muchas de las ideas que articulan la Suite Ex Machina para esta gran instalación. “Me interesaba elaborar un lenguaje lírico para esta puesta. Hay algo que me seduce en la canción como artefacto y la música vocal me parece un camino muy atractivo. Estoy en busca de algo que tiene que ver con la gran tradición lírica, incluso hasta estoy haciendo letras”, asegura. Insinger incursionó en el género lírico hace unos años con Hércules en el Mato Groso, sobre un texto de Pola Oloixarac.

“Fue ahí que empecé a darme cuenta de la potencia del canto lírico y en esta música trabajo mucho sobre eso”, comenta el compositor. “La narrativa lírica es una capa más que sumo a las rugosidades de mi música, con melodías muy amigables sobre texturas más densas, o la tensión de una canción sobre otra canción. Me interesa mucho ese formato de cuatro minutos, que en este mundo de velocidad de consumo se ha convertido casi en un destino común. Aunque claro, la miniatura requiere maestría”, continúa. “Es muy interesante poder seducir al público desde ese lugar. En estos tiempos, los compositores tenemos la tarea de volver a seducir al público con nuestras propuestas. Tenemos una historia que nos separó del oyente común. Las vanguardias no han sabido dialogar con el público y ese es un problema de los compositores, no del público”, reflexiona Insinger.

Asegura que Artista ex machina convoca a un espectador activo, que en un recorrido multisensorial abierto puede elegir dónde dirigir su mirada, dónde poner la oreja. Un público que es su propia mesa de mezcla. “La obra es un desborde de recursos, una usina de estímulos a la que le imaginamos el mejor público. Es una especie de crescendo, sin caídas, que excede cada una de las disciplinas que la componen para convertirse en otra cosa”, concluye el compositor.

* Las funciones continuarán el jueves, viernes y sábado a las 20 y el domingo a las 17, y en noviembre el miércoles 1, jueves 2, viernes 3 y sábado 4 a las 20 y domingo 5 a las 17. Las entradas se pueden comprar a través del sitio del Teatro Colón, o en la boletería de Tucumán 1171.