Él y su compañera Andrea están en el centro de un vendaval de micrófonos, grabadores, abrazos de solidaridad, encuentros con “gente que tiene décadas de experiencia esto” y reuniones con su abogada. A veces se le hace insoportable abrir el celular y descubrir cientos de llamadas perdidas y mensajes por responder. “Es que no tengo mucho más para decir ni para pedir: quiero volver a ver a Santiago”, cuenta Sergio Maldonado al otro lado del teléfono. Su voz se le adelanta en la información: duerme un promedio de cuatro horas por día desde hace poco más de un mes, cuando a su hermano menor integrantes de la comunidad mapuche Pu Lof en resistencia de Cushamen, en Chubut, lo vieron por última vez recibiendo golpes de la Gendarmería, que reprimía en ese territorio y a sus integrantes. Lleva el mismo tiempo sin trabajar, sin jugar a la pelota, sin caminar, sin un día como esos que integraban su rutina familiar en Bariloche, donde vive desde hace más de una década. El viernes pisó por segunda vez un escenario montado a espaldas de la Casa Rosada, en Plaza de Mayo, y escuchó a 250 mil personas gritar “Santiago Maldonado presente, ahora y siempre”.
–En Argentina esa frase carga con el peso simbólico de hacer presentes a aquellos que no están, aquellos que desde hace 40 años son desaparecidos: ¿qué le pasa cuando la escucha con el nombre de Santiago?
–Es cierto, lo dijimos arriba del escenario porque nació así, no fue premeditado en el sentido en el que lo dicen las Madres, las Abuelas, los Hijos. La verdad es que Santiago está todo el tiempo en mi cabeza. Por momentos pienso que está vivo, que lo tienen en algún lado y me pregunto si estará comiendo, si lo estarán cuidando. Es difícil describir la imagen: es como lo que vemos en películas en las que algún personaje está secuestrado, esa imagen elevada diez veces más, eso se me viene a la cabeza. Pero hay otros momentos pienso que no, y entonces me pregunto cómo puede ser que ya esté pensando lo peor. Al principio uno como familia tiene esperanzas, pero se te van yendo. Igual será largo el proceso, esto recién empieza.
–¿En qué sentido lo dice?
–Y, desde mi intuición entiendo que después van a venir juicios, gendarmes o personal de la fuerza que tuvo que ver o dirigentes, funcionarios. Toda la gente que hizo lo que sea que hayan hecho con Santiago, toda la gente que no hizo lo que tenía que hacer para investigarlo, todos los que encubrieron van a tener que dar explicaciones en un juicio. Eso es lo que yo veo en el futuro.
Secuestrado. Lastimado. Cuidado. Muerto. Sergio Maldonado pasa por diferentes estados al imaginar a Santiago, el menor de la familia Maldonado, pero hay algo que no cambia: su encuentro. Desde aquel 1 de agosto, ése objetivo se convirtió en el centro de su vida y la de su familia. “Todos los planes pasaron a quedar en la nebulosa”, cuenta.
–Todo cambió cien por ciento. Yo hace más de un mes que no trabajo. Ni yo ni mi familia tenemos más control sobre nuestras vidas. Toda la vida que teníamos ya no está. De repente, estamos parados en un escenario en Plaza de Mayo, algo que jamás se nos hubiera ocurrido. No me gusta estar ahí pidiendo por mi hermano, porque estamos ahí en carácter de víctimas. Y sabemos que hay otra gente que busca a sus seres queridos que no tuvo la oportunidad que tenemos nosotros, de tener tanta exposición, de tener a todos los medios, mal o bien, hablando de Santiago. Pero nunca lo buscamos. Y ahora tenemos que adaptarnos, porque es lo que nos toca y lo que tenemos que hacer para encontrarlo. Si la Justicia y el Gobierno y quienes tienen la responsabilidad de hacerlo, hubieran actuado como deben desde ya que nosotros no habríamos sufrido ni pasado por todo lo que estamos pasando ahora.
A primera hora de ayer voló con Andrea y algunos amigos hacia Bariloche y mañana parte junto a la abogada de su familia, Verónica Heredia, hacia Esquel a esperar novedades de la causa, cuando perderá el secreto de sumario. “Me voy a instalar ahí hasta que me digan qué pasó con Santiago, dónde está”, remarca con el mismo ímpetu que pide “a quien corresponda” del Gobierno nacional que “pongan a alguien capacitado” al frente del Ministerio de Seguridad de la Nación en reemplazo de la actual titular, Patricia Bullrich. “Que la hagan dar un paso al costado ya que ella no tiene la dignidad de hacerlo”, opina cuando se lo consulta por la actitud del Gobierno nacional.
–¿Cómo lo afecta a usted y a su familia la actitud que está desarrollando el Gobierno Nacional?
–¿Y cómo vamos a tomar la actitud del Gobierno si sus ministros no hacen más que decir barbaridades? Nuestra abogada se reunió la semana pasada con (el ministro de Justicia, Germán) Garavano, quien accedió a permitir que la ONU investigue y algunas otras cosas, pero se siguen negando a reconocer que la de Santiago es una desaparición forzada, algo que no vamos a aceptar. A los pocos días de desaparecer Santiago, accedimos a ver a (el secretario de Seguridad Interior, Gerardo) Milman. Yo acepté porque creí que lo traía a Santiago. Cuando lo veo entrar le pregunté por mi hermano y me dijo que no lo tenían. Se terminó, no nos vamos a sentar con nadie del Gobierno hasta que no asuman esta realidad. Y después está toda la basura que nos tuvimos que aguantar. Pero se terminó, a partir de ayer (por el viernes), voy a empezar a responder a quien le tenga que responder. Me venía cuidando en no salir a contestarle a la ministra las barbaridades que decía por una cuestión de educación y porque mi objetivo es encontrar a Santiago, pero cuando los metieron a mis viejos en el medio diciendo que eran mentirosos, que no se presentaban a dar muestras, a partir de ahí, listo. Ese es el punto de inflexión. Hasta ahí llega mi respeto: todas y cada una te voy a responder hasta que aparezca mi hermano.
–Crearon una página web para desmentir pistas falsas. ¿Se refiere a eso?
–El gobierno y sus funcionarios demostraron interés por cualquier otra cosa en vez de por que aparezca mi hermano. Se reunieron con Gendarmería, pasean por los medios difamando. Bullrich tiene la indignidad de salir a decir aberraciones como ese ‘no voy a tirar a ningún gendarme por la ventana, yo me la banco’. ¿Quién sos? ¿Una barrabrava? Es lamentable tener una ministra de Seguridad que diga ‘yo me la banco’ y nadie la cuestione. Ni en el Gobierno, ni tampoco los medios de comunicación que sí se preocupan por cuestionar las creencias y cómo vivía y por lo que protestaba Santiago. Nadie cuestiona que una funcionaria que es la máxima responsable de transmitir seguridad a todo el país diga semejante cosa. Es preocupante. Dijo que a los mapuches los financian los ingleses, que Santiago iba y venía de Chile sin control migratorio. ¿Gran Bretaña la escuchó? ¿Chile la escuchó decir esa barbaridad? Parece un personaje de Capusotto, pero es real. Y nosotros, los hermanos, los padres, los amigos de Santiago tenemos que aguantar y aguantar. Salen a armar campañas para impedir que en las escuelas se hable de mi hermano y de lo que le pasó. Son todas cosas ofensivas. No están parados al lado de nosotros, de mi familia y tampoco quiero que lo hagan. Lo que queremos es que hagan su trabajo, porque es su responsabilidad, para eso están ahí, para eso los votaron. No la ministra, porque a ella la pusieron en ese rol del que deberían sacarla. En ese sentido, a quien corresponda, le pido que la hagan dar un paso al costado ya que ella no tiene la dignidad de hacerlo. Como ciudadano no quiero una ministra así, pongan a alguien que esté capacitado.
–¿Qué piensa de lo que se hizo ahora en la investigación judicial?
–Que se hizo todo muy lento. Se tomaron las medidas importantes con mucha demora. Y después, bronca porque a pesar de estar en secreto de sumario, muchos medios se enteraron de un montón de medidas o datos que supuestamente surgían de la causa antes que nosotros, la familia de Santiago. Todo se filtra. Yo la llamé tres días seguidos a la fiscal y no me atendió el teléfono, pero los medios decían esto y aquello de la investigación judicial, ¿cómo podía ser? Ahora se va a levantar el secreto de sumario, así que queremos estar ahí con Verónica (Heredia, la abogada) y empezar a ver qué se hizo, si se hizo algo o no se hizo nada, si no se hizo lo que pedíamos y en base a eso, actuar.
–Tardaron bastante en caratular la investigación como desaparición forzada. ¿Pudo hablar en los días previos con el juez Guido Otranto? ¿Y con la fiscal?
–Con el juez hablamos al principio de la historia. Esto sucedió el primero (de agosto). Yo lo fui a ver al juez el día 4, el viernes a una audiencia. Ahí ya debería estar todo resuelto porque no había mucha vuelta. Nunca estuvimos hablando de una persona extraviada, porque a las horas de haber sucedido la represión, la comunidad mapuche ya aseguraba que Santiago había estado ahí y que había visto a la Gendarmería golpearlo. Gendarmería actuó en ese lugar. Ya está, ponete a investigar eso. No hacía falta estirarlo. Pero pasó mucho tiempo, a la fuerza se la investigó mucho después. Ahora el juez ya no dirige la cosa, es la fiscal. La última vez que la vi fue el jueves de la semana pasada. Después la estuve llamando todo ese fin de semana por cosas que habían pasado, pero no me atendió, no me respondió mensajes. Entonces dije ya está, el lunes no me muevo de ahí.
–¿Por qué la llamó?
–Quería hablarle, consultarle, por lo que dijeron y siguen diciendo los medios, todas las versiones basura que sacan a circular. En su momento lo que me dijo es que sí, que se filtraba la información (de la investigación judicial). Pero escúcheme, le dije, si yo para hablar con usted y con mi abogada hago mil kilómetros para no hablar por teléfono porque sé que tengo la línea intervenida, no le cuento cosas a mi familia por teléfono, ¿por dónde se filtran? ¿Cómo puede ser que ustedes no tomen esos recaudos? Es una barbaridad, me dijo. Más allá de eso, de todos modos, me desmintió algunas versiones que difundió la prensa, como lo de que las pruebas de ADN eran de un animal o lo de la línea telefónica en Chile, que me dijo que no tenían ese dato porque aún faltaban informes de Cancillería. Cuando publicaron que habían aparecido cuerpos en el río, bueno, ya ni la llamé porque esa operación se cayó antes de que tuviéramos tiempo de reaccionar.
–¿Se imaginó alguna vez el poder de semejante aparato de difamación en contra de la búsqueda de Santiago?
–Sí. Si lo ponemos en contexto no es más que lo que se ve a diario. Hay medios que nos ayudan, porque es la verdad. Pero hay otros que dicen cualquier cosa de manera permanente. Cosas que después muchas personas comparten por Facebook y Twitter y qué se yo. Incluso mi mamá compartió la primera nota que (Jorge) Lanata publicó en Clarín sobre la desaparición de Santiago, que decía barbaridades. Me enojé mucho con mi mamá por no tener cuidado de leer qué compartía, lo que dice cada texto o cada video o cada opinión. Ella pensaba que con compartir ayudaba a la búsqueda, ayudaba a que aparezca y quizá haya gente que cometa el mismo error por querer ayudar. Se dijo de todo: Que Santiago y nosotros somos parientes de la familia Vaca Narvaja, que es sobrino de Cristina (Fernández de Kirchner), que el kirchnerismo lo tiene secuestrado y que lo va a largar muerto. Yo lo único que pido es a los periodistas desde ya y también al resto: agarren el dato, chequéenlo. Internet sirve para chequear como herramienta. Verifiquen. No digan cualquier cosa ni compartan cualquier cosa.
Santiago Maldonado tiene 28 años y un espíritu “muy sensible y combativo”, cuenta su hermano mayor: “A los 14 años, para concientizar sobre el SIDA, andaba con su skate por 25 de Mayo –su pueblo natal– vestido con una remera a la que había cubierto de preservativos. Seguramente habría alguna madre a la que no le gustaba que su hijo o hija se juntara con ese aparato, pero siempre fue así Santiago, desde chico, siempre tuvo sus convicciones muy marcadas, le gustara a quien le gustara. Yo discutía mucho con él”, dice Sergio, que le lleva 16 años. Santiago se fue de 25 de Mayo a La Plata a estudiar Bellas Artes. “Siempre dibujó muy bien. Abandonó la carrera rápido y empezó por su cuenta en la vida autodidacta. Yo me enojé mucho. Él me decía que no estaba para cumplir horarios, que no creía en la relación entre el patrón y el empleado, eran esas las palabras que usaba”. Anduvo por La Plata unos tres años. Cambiaba horas de trabajo por comida en una verdulería y una panadería. Con sus habilidades para el dibujo empezó a tatuar, un oficio que le sirvió para despegar hacia Latinoamérica. “Yo le recomendaba que se abriera un local, que trabajara en el local que juntara plata y viajara cómodo, se pagara un hotel, un buen micro, pero me decía que no, me acusaba de burgués y capitalista”, recuerda Sergio. En La Plata, Santiago “colaboró dándole la merienda a chicos pobres en una casa tomada y ayudó a gente con problemas de adicciones con el alcohol. Hace poco me enteré de que estuvo con los pescadores de Chiloé, en Chile, que protestaban porque le habían matado a sus salmones. Y yo peleaba con él, pero fue gracias a él que conocí a la comunidad mapuche, escuche atentamente lo que reclaman y ví con mis propios ojos cómo los discriminan personas que se diferencian de ellos solo por su uniforme. ¿De dónde se creen que vienen los gendarmes que los reprimieron? ¿De Suiza? A Santiago le interesaba estar siempre del lado de quien necesita ayuda. A veces a esa gente la sociedad la juzga, como por ejemplo ahora que hay quienes lo acusan de antisistema como si esa fuera una razón para que le pasara lo que le pasó”.
–¿Qué le responde a esas personas que piensan que una desaparición forzada no es problema de toda la sociedad?
–Lo que le pasó a Santiago, por lo que estamos atravesando nosotros, que somos su familia, es algo de lo que nadie está exento. Nos puede pasar a todos. La diferencia es que algunos tienen más recursos para resolverlo y otros no tienen ninguno. A quienes ningunean la desaparición de Santiago escudándose en la de Luciano Arruga, en la de Julio López, ya les respondió Rubén López, el hijo de Julio: esa gente que no pide por Santiago nunca pidió por su papá. Y ahora lo usan para escudarse. Puede ser que Santiago estuviera más expuesto a estos mecanismos de violencia, pero no existe justificativo alguno para una desaparición forzada. Pobre gente la que piensa que las creencias de mi hermano son razones para que le haya pasado lo que le pasó. ¿Cómo pueden ser tan insensibles? De todos modos, me quedo con los otros, con los 250 mil que fueron ayer a la marcha. Con todos los que fueron a la Plaza de Mayo a la primera movilización, con todos los que insisten en preguntar dónde está mi hermano. Los que participamos sabemos que fue todo muy tranquilo, y que la represión y los destrozos son resultado del plan de algunos para que se hable de eso y no del reclamo de aparición con vida. Con eso me quedo, que el resto haga lo que quiera.