El 20 de marzo de 1982 fue un sábado caluroso, ideal para pasar toda la tarde y parte de la noche en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires viendo algunas bandas consagradas, como Riff, y otras nuevitas por entonces, como Sumo, un grupo extraño para la época que venía con chapa inglesa ya desde el afiche del festival que ese día se hizo en Caseros, en el oeste del Gran Buenos Aires. El festival se llamaba Rock del sol a la luna y pasó a la historia por algunos detalles, como la frase que Luca Prodan pronunció sobre Pappo: “Le juego una carrera tomando vodka hasta Rosario a ver quién gana”. Era el segundo recital oficial de Sumo pero Luca ya se animaba a mostrar los dientes ante los tótems de la escena local, algo que iba a mantener hasta su muerte, cuando se volvió uno de ellos.

Semejante osadía resultó inolvidable. Lo mismo pasó con la aparición de Stephanie Nuttal, que no sólo era mujer sino que además era inglesa, era baterista y esa tarde tocaba con poca ropa, sentada justo detrás de Luca. Para colmo tocaba fuerte, con intensidad punk, ante un público que no estaba listo para recibirla y no paraba de gritar “puta, puta, puta”. Como cuenta Oscar Jalil en su libro Libertad divino tesoro, tampoco los músicos que compartieron el festival estaban preparados para ese aluvión. Los Violadores se engancharon rápido. Los Orions se sorprendieron. Nadie se acuerda del recital de Riff. “Y yo salí con la guitarrita”, dice Juan Carlos Baglietto. Lo dice de manera lenta. Baja el volumen de la voz a medida que pronuncia la frase. Si las palabras que salen de su boca se transformaran en letras que flotan en el aire, el tamaño del susurro se reduciría hasta desaparecer.

Baglietto habla además en tono sarcástico, como diciendo “a vos te parece semejante hippie en medio de aquel caos”. Recuerda que su paso por el festival fue sin pena ni gloria pese a que estaba a punto de convertirse en un furor nacional gracias a Tiempos difíciles, su disco debut, publicado pocas semanas después. “Los dos primeros temas directamente no se escucharon, de los silbidos”, cuenta. Lo remarca para asegurar que no siempre la tuvo fácil arriba de los escenarios. Ni siquiera ahora, dice, cuando hace rato que es un consagrado que trasciende géneros musicales. Un músico de 67 años que este año llegó a hacer veinte shows en un mes, algunos días con doble función.

DEJAR REPOSAR

“En algunos espacios no tenés el control”, dice. “Hay momentos en los cuales somos visitantes y hay que salir a bancar los trapos. Algún festival, ponele. A nosotros nos ha ido muy bien en Cosquín, de la misma manera que no nos fue bien en algún momento. Creo que Argentina, además, o el medio en sí, es un espacio en el cual estás rindiendo examen casi todo el tiempo”.

Baglietto tiene un disco en preparación que no puede terminar porque los escenarios lo atrapan. Él se deja llevar porque ahí es donde la pasa bien. En plan solista, con la Trova Rosarina o en dúo con Lito Vitale, anda por las rutas nacionales y entra en localidades que las grandes productoras no tienen en cuenta. “Para mí el escenario es un espacio, no me gusta decir mágico porque suena pelotudo, pero es un espacio en el cual, por ejemplo, no tengo memoria de que haya tenido que parar un show porque me dieran ganas de ir al baño”, dice. “Uno siempre necesita sentirse querido y el escenario es un espacio en el cual eso sucede en forma potencial. Y a mí me sigue moviendo eso, las ganas. Las ganas, sobre todo”, sigue. Y se excusa por el tono íntimo de la declaración: “Vengo de la psicóloga, por eso”.

Baglietto habla a contrarreloj en el camarín de un bar de Palermo. En unos minutos tiene que hacer otra entrevista. Antes debe hacer las fotos para esta charla. Después sigue una nota ambiciosa para un canal de YouTube, con cámaras, luces y mucha producción. Hace cuarenta años, en octubre de 1983, vivía en una vorágine más profunda. Llevaba apenas un año y medio de éxito y ya había sacado tres discos. Los periodistas le preguntaban qué tan harto estaba de cantar “Era en abril” y “Mirta, de regreso”, canciones que él mismo confesaba haber interpretado cientos de veces hasta entonces. “Siempre es necesario dejar reposar las cosas. Cuando vos repetís sistemáticamente una frase, le perdés el sentido a lo que estás diciendo. Pasa lo mismo con las canciones. Llega un momento en el cual ni pensás qué estás diciendo. Y en ese momento creo que es bueno reconsiderar, recalcular. Pero yo soy muy consciente de que esas músicas fueron las que a mí me permitieron entrar en el corazón de un montón de gente. Entonces no puedo ser ingrato. Por otro lado, son hermosas canciones”.

El rosarino recuerda que en esos años vivía “en una intensidad tremenda”. “No sabía dónde estaba. Me decían ‘ahora estamos en Haedo’, ‘ahora estamos en San Miguel’. Rebotaba como maleta de loco”, dice. En ese año y medio Baglietto también se divorció y sufrió la muerte de su madre, “La Hilda”, que junto a su padre, “El Tito”, protagonizaron el momento exacto en el que comprendió que su vida había cambiado para siempre. Fue el 14 de mayo de 1982, la noche de la presentación de Tiempos difíciles en Obras. “Los vi entrar al camarín entre medio de un montón de gente que sacaba fotos, hacía preguntas. Y yo lo que quería era abrazarlos a ellos, no me importaba nada más. Pero no podía. Entendí que tenía un compromiso con los que estaban ahí”, dice. “Y fue muy loco todo lo que pasó después también. Fue bastante desconcertante. Porque nosotros tocamos en Obras y fuimos a la semana siguiente a Rosario al teatro El Círculo. Tocando en Rosario nunca había podido tocar ahí. Era como la Meca, viste. Y lo llenamos cuatro veces. Imaginá la desorientación que teníamos. Decíamos ‘tocamos hace cinco meses acá, a cuatro cuadras, y no fue nadie’. Y éramos los mismos de siempre”.

TIEMPOS ACTUALES

Aquellos años de la Trova son la base fundamental de toda la carrera de Baglietto, pero no la única. Aunque cada tanto la hace resurgir. En 2022 lo hizo para celebrar un nuevo aniversario de la edición de Tiempos difíciles. Y este año lo hará el 3 y el 4 de noviembre en el Teatro Coliseo para conmemorar cuarenta años de democracia. Se presentará junto a Adrián Abonizio, Fabián Gallardo, Silvina Garré, Rubén Goldín y Jorge Fandermole. En esta ocasión también se sumará Lito Vitale, con quien comparte discos y escenarios desde principios de los '90. Baglietto dice que el marco del espectáculo le permite leer aquellas canciones de otra manera: “Hay cosas que por ahí, en su momento, no es que no hayan tenido importancia, pero cobran mayor sentido dentro del marco de los cuarenta años de democracia. Algunas músicas, algunas situaciones”.

“Cuando se editó Tiempos difíciles por ahí no fuimos muy conscientes de qué es lo que estaba pasando”, cuenta. “Tanto con esa música, con lo que impactaba en la gente y las necesidades que tenía la gente de que entrara un poco de aire fresco”. Y sigue: “Había una necesidad de que se dijeran cosas y de sentirse representado en artistas populares que tuvieran voz, que tuvieran la posibilidad de decir, lo que a lo mejor, desde el llano, no se podía. Entonces cobra más sentido, cuarenta años después, entender el rol que jugó la música popular dentro de la construcción de la democracia y dentro de los estertores de la dictadura”.

Los shows del Coliseo no sólo harán un repaso por el repertorio de la Trova que Baglietto interpreta con una voz asombrosamente parecida a la de entonces, sino que prometen ser un recorrido por temas que todavía hoy cargan con el peso de esos años, como “Canción de Alicia en el país”, de Serú Girán. “Será el contexto, serán los vaivenes de nuestra política y del contexto social en el que estamos metidos, pero han ido pasando los años y yo siento más necesidad de festejar la democracia”, afirma. Baglietto recuerda una vez más la llegada de la Trova a Buenos Aires, un grupo que no funcionaba como el proyecto de un solista sino como una cooperativa musical que no sabía qué hacer con todo lo que tenía a mano. “Había un clima de tanto descubrimiento. ¡Nos matábamos por un acorde! Por cosas que en realidad no eran tan importantes. Pero era por la pasión que nos movía”.

LA TROVA DESPUÉS DE LA TROVA

El 2023 también le dio al rosarino la posibilidad de verse a sí mismo en la ficción. En realidad al que vio fue a su hijo, Julián, que actualmente toca la batería en los shows de Baglietto-Vitale e hizo de su padre en la serie El amor después del amor, sobre la vida de Fito Páez. “La vi entera cuando salió. Antes había visto apenas los dos primeros capítulos sin terminar. No fui a la grabación, ni nada, o sea que para mí fue una sorpresa. Me parece increíble la caracterización”, se sorprende. El cantante opina que su hijo “está muy parecido” a su versión ochentosa, cuando era un ícono de barba, pelo largo y boina capaz de encandilar a todo un estadio con su carisma escénico. “Pero Joaco no es tan parecido a mí. Está caracterizado. Es más, Joaquín canta como la san putísima, pero no canta como yo. Entonces me encantó el laburo actoral que hizo”, dice, y aclara que la serie le gustó más allá de que el guion no siempre respetó los hechos tal como ocurrieron. “No conspira contra el relato”, opina. “Hay cosas que no fueron exactamente así, pero que están bien contadas. Están contadas desde un lugar que es atractivo. Hay cosas de la realidad que a lo mejor eran más lindas, y cosas de la realidad que sin dudas podrían llegar a ser infumables a nivel televisivo o cinematográfico”.

Fito Páez es el integrante de la Trova Rosarina que falta en las habituales reuniones del grupo. En otros reportajes, Baglietto ya explicó que su ausencia no se debe a un distanciamiento, pero que él no hará más de lo que ya hizo para convocarlo. Dijo que Fito sabe que cuando decida estar presente, su lugar estará asegurado. No es para menos. La relación entre ambos se hizo aún más conocida gracias a la serie que protagoniza Iván Hochman. Una colaboración que en la primera mitad de los 80 fue determinante para los dos. Fito compuso canciones que Baglietto todavía interpreta en sus recitales y generan el aplauso anticipado de la platea. Baglietto supo dar vida a los temas que Fito no podía adaptar en su carrera solista, como “Las cosas tienen movimiento”, grabada para Giros (1985), descartada a último momento y regrabada para Modelo para armar, de ese mismo año.

Las nuevas canciones de Baglietto no son de Fito. Las escribió en colaboración con la rosarina Sandra Corizzo. Pero hasta ahora no hay fecha de publicación. Quizás antes de fin de año aparezca “Hasta el otro carnaval”, grabada junto a Agarrate Catalina. “Cuenta la historia del que se esconde durante el año y en carnaval se deja ser quien es en realidad”, anticipa. Hasta que se publique lo nuevo, Baglietto seguirá con otras canciones que suma a su repertorio, como la versión de “Viernes 3AM” que lanzó este año en Tangos, un EP grabado junto a Vitale. También con clásicos como “Mirta, de regreso”, el tema de Abonizio que en este 2023 sigue vigente. Para comprobarlo, alcanza con salir a la calle y ver que el corte de moda de estos días se parece mucho al de los policías y los soldados de entonces.

La Trova Rosarina se presenta junto a Lito Vitale el viernes 3 y sábado 4 en el Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125. A las 21.