Hay una belleza particular, perturbadora en El jardín de las delicias, el emblemático tríptico de El Bosco. Un misterio, una complejidad, una fascinación que ejerce desde hace siglos en cualquiera que lo ve casi sin excepción. El director español José Luis López Linares –tres veces ganador del Premio Goya– ahonda en El Bosco, el jardín de los sueños, en esa obra. Un documental que ya ganó el premio de su categoría del Círculo de guionistas de cine de España, realizado con especial profundidad y evidente amor por el trabajo de El Bosco. En el film, Linares entrevistó a una quincena de artistas de distintas disciplinas e historiadores para recorrer la hechura del tríptico, su contexto histórico y sus resonancias en el presente. Así, comentan en pantalla figuras como Laura Restrepo, Salman Rushdie, Max, Cees Nooteboom, John Elliot y muchos otros. Pero el documental –que se estrena hoy en Buenos Aires– está muy lejos de ser un simple rejunte de cabezas parlantes. PáginaI12 habló via Skype con su director, para saber más sobre este trabajo tan particular.

–¿Por qué le interesaba hablar hoy del Bosco? ¿Cuál es su mirada sobre su obra, cómo influyó en usted?

–El cuadro de El jardín de las delicias siempre, desde la primera vez que fui al Prado en una visita colegial, me ha impresionado. Durante años lo miraba sin entender cuáles fueron los motivos del pintor y ninguna de las explicaciones de los expertos acerca de la obra me satisfacía. Quizás por eso cuando hablé con el Museo del Prado les propuse hacer la película no sobre el Bosco sino sobre un único cuadro.

–La procedencia de sus entrevistados es muy amplia, ¿cómo impactó la obra del Bosco en ellos? ¿Qué respuestas inesperadas se encontró?

–En realidad todas las respuestas de alguna manera fueron inesperadas. La más inesperada fue la de Silvia Pérez Cruz, que comenzó a cantar. 

Traté de conseguir entrevistados de todas las procedencias posibles. Pero no neceseriamente expertos en el Bosco o en la historia del arte. Escritores, artistas,  músicos, intérpretes, historiadores, pintores...

Cuando empezábamos a grabar en el Museo cerrado al público, por la noche, les pedía que primero se tomaran el tiempo que necesitaran en silencio mirando el cuadro, y cuando estuvieran preparados comenzábamos a hablar sobre lo que el cuadro les sugería.

–¿Por qué sigue vigente el Jardín de las delicias, incluso para gente de orígenes culturales y religiosos tan diversos?

–Quiza porque como dice Tarkovski en la cita que aparece al comienzo de la película: “Conmovido por una obra de arte, la persona comienza a escuchar dentro de sí la misma verdad que impulsó al artista a realizarla”. Y para una gran obra de arte no pasan los siglos.

–Estando tan anclado en una cosmovisión de hace varios cientos de años, ¿nos sigue hablando la obra?

–El cuadro fue creado entre otras con una función, que sirviera como pieza de conversación, se abría el tríptico, que solía estar cerrado, y comenzaba una discusión entre los invitados y las élites de la Corte de los duques de Borgoña en el palacio real de Bruselas donde estaba. Muchas de las referencias y los símbolos nunca las podremos saber. Pero ejerce un poder al que sigue siendo difícil resistirse.

–Toca también la cuestión de los otros sentidos al hablar de una pintura. Por ejemplo, el apartado “musical”, cuando los entrevistados cantan las pequeñas partituras que aparecen en El jardín...

–El Bosco sitúa la música instrumental en el infierno y le da mucha importancia; al darnos cuenta que la partitura era realmente música pues queríamos saber cómo era esa música. Y resultó ser una música “diabólica”.

–En el film destaca que el cuadro tiene una dualidad, algo que lo hace a un tiempo celebratorio y admonitorio, ¿cómo se acercó a esa dualidad?

–El cuadro tiene un propósito admonitorio evidente y la celebración es quizás una expresión del deseo incontrolado que infecta a todos los personajes. El Bosco sin embargo siente aprecio por sus personajes, aunque estén pecando. Les está avisando que ese comportamiento los llevará al infierno, pero les quiere a todos, yo diría que incluso a esos monstruos tan suyos.