Un año más, Buenos Aires celebró el Orgullo 2023, llenando sus calles de color esperanza y el arcoíris se mezcló con la purpurina provocando un estallido. Como siempre, Argentina demuestra que es una ciudad de vanguardia en Latinoamérica.

El orgullo no solo es un día de celebración: es también un espacio para tomar conciencia, para que la sociedad se comprometa, y una oportunidad para afirmar nuestra identidad, promover la igualdad de derechos y la inclusión de todas las personas. Para algunes puede ser cansador escucharlo, pero lamentablemente la desigualdad y la violencia sigue creciendo, así que será siendo nuestro reclamo.

Este año, por segunda vez consecutiva, la marca francesa Jean Paul Gaultier decidió tener participación en el Pride de Argentina, como lo hace en los lugares más emblemáticos del mundo. Siguiendo la fiebre mundialista, cambió su carroza del barco —que identifica a la marca— por la Scaloneta, el micro que trasladó a la selección argentina de fútbol a su vuelta del mundial. Los colores celeste y blanco fueron reemplazados por la bandera del arcoíris y grafitis con la leyenda «GET USED TO IT». Nuevamente fui elegida como una de sus embajadoras, junto a La One, Moria Casán. No hay plan más divertido.

Yo iba a usar dos looks: uno, para una cena previa al Pride y otro en la marcha. Llegué a la cita de vestuario el jueves y cuando vi el perchero con todos los outfits, me salían corazones de los ojos. Lo primero que me probé es un vestido de satén negro, tipo enagua, con un corpiño negro en punta, como los corsés de Madonna de los años 90. Jean Paul es un diseñador con talles para todes: siempre que usé un vestido suyo, me quedó pintado y no tengo un cuerpo hegemónico. Este era fabuloso, pero lo mejor estaba por llegar. Mientras miraba todas las opciones, el estilista me comentó: «Jean Paul separó este vestido especialmente para vos…». Yo, desconfiada, pensé que no le había gustado a nadie y me lo querían encajar a mí. Era de su colección Body, en la que explora diferentes siluetas y formas del cuerpo para jugar con la idea de resaltar y celebrar la diversidad de la figura humana y la desnudez. Una colección que fue aclamada por su enfoque único, audaz y desafiante de las normas convencionales. Cuando lo vi, casi se me salen los ojos de la cara. ¡Amééééé! No era solo un vestido: era toda una declaración política. Un vestido con la estampa de una vagina en un cuerpo trans rompía con los estereotipos binarios y ponía en tela los prejuicios que hay con nuestras identidades y con la desnudez. Definitivamente es un ejemplo de cómo la moda puede ser una de las formas de expresión personal más poderosas.

No me considero moneda de oro para gustarle a todo el mundo y como persona pública tengo claro que estoy expuesta a críticas. El vestido no iba a pasar desapercibido, así que supuse que algunas personas lo iban a amar y otras no. Pero no estaba preparada para la reacción que se desencadenó en medios y en redes. Jamás imaginé que un vestido que simula un cuerpo desnudo podía generar tal nivel de odio y violencia desmedida en la gente. Era como si el vestido los hubiera enfrentado a los propios miedos, como si fuera un espejo donde se reflejaran. Me tildaban de desubicada, ¡como si me hubiera puesto este vestido para entrar al Vaticano! Las percepciones y reacciones hacia la moda son subjetivas y pueden variar ampliamente según las creencias y normas sociales de cada persona, pero nada justifica semejante nivel de violencia.

En sus argumentos, flojos de papeles, se preguntaban: ¿Esto es libertad? ¿Andar en bolas? Este es el clásico escenario de cómo se inicia el odio. Se nos tilda de degeneradas, libertinas, promiscuas, putas, pecadoras, el demonio: las que atentamos contra la moral. Genial, seguramente quienes nos señalan orinan agua bendita. Y cuando se cansan de agredirnos, van con el discurso antiderechos.

Dicen a boca llena: ¡Qué cansadores con los derechos! ¡Siempre victimizándose! ¿Qué más quieren? Pese a que no son preguntas o afirmaciones que busquen el diálogo, mi repuesta sigue siendo la misma: quiero vivir sin ser juzgada por mi identidad de género. Que nadie me dé clases de moral señalándome desde Instagram: ¡Pobres criaturas!, ¿Qué clase de madre sos? ¿No pensás en tus hijos? Los hijos van al colegio. No piensa en sus hijos. Se asustan por un vestido pintado con una vagina, preguntan por hijos ajenos. ¿Por qué no se hacen cargo de educar a los suyos con amor?

Seguimos marchando porque está lleno de gente que le dice a otre qué tiene que hacer, cómo tiene que vestirse, y qué decir u opinar. Desde el jardín de infantes que convivo con sus opiniones, su odio, sus críticas, sus prejuicios. Toda mi vida pasé por exámenes de moral. Algunx pensará: está exagerando para victimizarse. No, solo quiero poner en contexto la persecución que vivimos en el pasado y en la actualidad.

Primaria y secundaria, humillada. Y no terminó después de eso: ni siquiera cuando comencé a trabajar en la televisión, hace 25 años. Desde ese momento, no hubo un solo año que no haya vivido algún hecho de discriminación, además de violencia pública y mediática. Siempre con las ideas fijas del cuerpo, los genitales, la desnudez.

Cuando dicen que es un problema resuelto les digo: ¡NO! Ahí están siempre agazapados los soldaditos fieles del patriarcado, listos para apuntar y señalar con sus dedos como misiles de la moral, la decencia y las buenas costumbres, sentenciando desde sus lugares de privilegio de los que gozan por el simple hecho de ser parte de lo socialmente aceptado, la población “decente”. Todo que salga fuera de sus moldes binarios somos las brujas que deben arder en la hoguera, como ocurría hace siglos, solo que hoy no se usa fuego sino palabras, y la plaza pública fue reemplazada por alguna plataforma que permite que el escarnio se practique a escondidas. Molesta ver que una travesti tenga una familia que la ame y la respete. ¿Cómo me atrevo a tener algo tan «sagrado» como una familia? La mamá es la que hace los ravioles, no la que se pone un vestido con la imagen de un órgano sexual. Este vestido desnuda sus cargas, porque cuando opinan, no hablan de mis hijxs, hablan de los suyos, que probablemente estén siendo educados en mundo para pocxs.

Voy a seguir marchando por la conquista de derechos y por la paz. Con un presente como este, la lucha siempre debe continuar.