En los últimos días, antes del debate de los candidatos presidenciales, una serie de pronunciamientos públicos modificaron el clima social y comenzaron a instalar la preocupación por lo que se juega el 19: los clubes de fútbol, las personalidades de la cultura, las organizaciones que trabajan con niños, funcionarios e hijos de sobrevivientes hablando en el transporte público. Todo esto reedita, de alguna manera, lo vivido en las semanas que separaron las generales y el balotaje entre Mauricio Macri y Daniel Scioli, allá por 2015.

Ese año, las encuestas de la semana inmediatamente posterior a las generales le otorgaban a Macri diferencias de entre 15 y 20 puntos. La diferencia, finalmente, fue inferior a 3 puntos. Fuentes del macrismo todavía recuerdan la preocupación por esa ola creciente: "una semana más y perdíamos". 

¿Qué ocurrió en el medio? Una reacción popular, espontánea, que hoy se denomina micromilitancia y los consultores denominan "campaña inorgánica". La misma que hoy vuelve a ocupar el centro de la escena.

Si una de las pretensiones de las derechas consiste en borrar la historia, para presentar cada vez un presente sin causas ni responsables ni procesos que lo expliquen y, a la vez, quitarle a las luchas populares el activo de su tradición, es tarea de la militancia recuperar y asimilar esas experiencias, para no arrancar de cero cada vez.

Aquella experiencia, la "primavera sciolista", "la campaña que hizo la gente", fue el disparador de distintas experiencias y organizaciones que hoy persisten, muchas de ellas vinculadas al campo de la comunicación y al estudio de estas prácticas. A continuación, un compendio de esos aprendizajes, de aplicación práctica en esta última y decisiva semana, porque la voluntad de convencer es tan necesaria como insuficiente.

Los posicionamientos públicos, como los que observamos en las últimas horas, crean un clima, pero no bastan para cambiar votos por sí mismos. Son centros que alguien debe cabecear. "Cabecear" es, en este caso, abrir un diálogo, idealmente mano a mano, o en su defecto, en grupos mínimos, que permiten mejores intercambios. Fuera del cara a cara, la plataforma más adecuada para esto es Whatsapp, porque es lo más parecido a una conversación privada, sin interferencias.

"Conversación" es la otra palabra clave. Bajar línea pasó de moda. Interactuamos, todos los días, varias veces por día, con distintas plataformas de conversación. Esta experiencia moldea un sentido común de época. La predisposición a escuchar, analizar, asimilar respuestas y repreguntar, no es opcional. Es lo que los algoritmos hacen con nosotros.

La persuasión, de eso se trata en última instancia, es un proceso emocional. Nada más  lícito entonces que compartir nuestras preocupaciones: lo que nos enoja, lo que nos asusta y lo que nos aterra de un candidato salido de "Los locos Adams". 

Claro que no a todos nos afectan o importan las mismas cuestiones, ni a todos nos afecta todo. Hay, para cada uno, temas más sensibles que otros. La escucha permite detectar estas cosas. La mejor manera es compartir mi preocupación genuina. Y si me preocupación es actuada, se nota (como cuando Milei lee los guiones de Bullrich).

A modo de ejemplo, entre los rosarinos, me consta, causa especial estupor la apología de la mafia que hace Milei, "entre el Estado y la mafia elijo la mafia", con Al Capone como uno de sus ídolos. "¿Qué significa eso para nosotros? ¿que le va a entregar el manejo del puerto a Los Monos? ¿que las fuerzas federales van a custodiar los kioscos de venta de droga?", pregunta un mensaje de autora desconocida que ya es viral. 

Para los usuarios de obras sociales y prepagas, ¿Qué pasará, por ejemplo, con el sistema de salud, que tiene gran cantidad de drogas e insumos importados, cuando no haya banco central? ¿A qué dólar se importarán si el oficial deja de existir? ¿Cuántos podrán acceder a esas prestaciones? ¿Qué ocurrirá con los que no? ¿Y con los profesionales y trabajadores de la salud, pública y privada, que empiecen a sobrar?

¿Qué pasará con los que se financian con la tarjeta de crédito, si el Banco Central ya no está para regular las tasas de interés? ¿Qué pasará con las cuotas de las escuelas parroquiales, a las que concurre la clase media baja y media, cuando pierdan la subvención nacional? ¿Quién podrá pagarlas? 

¿Que tienen en común todos estos discursos? Que se centran en el impacto de las posibles medidas de gobierno en nuestra vida cotidiana y la de nuestras familias, en nuestro primer metro cuadrado.

Por último, más allá de su esperpéntico plan de gobierno, está el candidato en sí mismo, con sus comentarios ofensivos y los de sus secuaces. ¿Puede un católico votar a Milei después de sus declaraciones sobre el papa y la propuesta de Benegas Lynch de romper con el Vaticano? ¿Están dispuestos los gays a votarlo, luego de que los comparen con piojosos o con elefantes? 

Las declaraciones sobre pedófilos en jardines de infantes generan una enorme inquietud entre los padres de niños y niñas de esa edad, ¿la vamos a guardar o la vamos a compartir? ¿Se puede desestimar esas expresiones o deben considerarse anuncios, avisos de tragedias por venir?

Entonces: mensajes individuales o grupos pequeños, temática seleccionada según el interlocutor, contenido breve y simple, nada técnico, concentrado en el impacto sobre la vida cotidiana, más preguntas que respuestas, invitación a conversar, a seguir en contacto. Nuestra democracia atraviesa una severa crisis de los 40. Que la supere o no, depende en alguna medida de cada uno.

Estas prácticas fueron efectivamente probadas en distintos ámbitos. El sentido, en este caso la politización de los despolitizados, se produce por acumulación de pequeñas dosis cotidianas. La disputa no se detiene. Si se incorpora este dato, tal vez Unión por la Patria llegue con menos urgencias a las legislativas de 2025.