Desde Barcelona

UNO Rodríguez --mientras al fondo de su supuestamente más o menos inteligente cabeza vuelve a sonar la entre artificial y artificiosa, pero tan pegadiza, "Now and Then" no de The Beatles sino de The Lennons-- abre el periódico y vuelve a encontrarse con otra noticia acerca de la IA o de la AI y... ¿habrá que escribirlo con punto al final de cada inicial o todo junto y seguido sabiendo que es algo que seguirá siguiendo más y más lejos?

AY, piensa Rodríguez.

YA, piensa Rodríguez.

DOS Y por favor, pide, no ilustrar esos artículos (que no dejan de engordar su carpeta de noticias científico-tech) con esa mano humana y esa mano divina acercando índices en las miguelangélicos altos de la Capilla Sixtina. Tampoco, con esas variedades de fosforescentes y algorítmicos cerebros cableados o rostros mitad piel y mitad metal o... Entre tantas, Rodríguez encuentra una diferente: muestra una paisaje desértico en el que se eleva un hongo alguna vez atómico y ahora encefálica. Es una noticia --claro, oscuro-- advirtiendo acerca de los muchos peligros no de lo que se viene sino de lo que ya está aquí. Allí, "expertos" de la Stanford University anunciando "poder destructivo y cuasi nuclear" de la Inteligencia Artificial por "cambios revolucionarios de una sociedad no preparada para asumirlos por estar adormilada por su dependencia a internet". Y avisan de que esto es sólo el principio --los baby steps y primeros balbuceos de importancia histórica similar al alumbramiento de la energía eléctrica pero a una velocidad comparable a la de pasar de la Prehistoria al presente en apenas una década-- de lo que será una GIA o IAG (Inteligencia Artificial General). Una "nueva forma de vida humana pero externa a nuestros cuerpos" e hito en la historia de nuestra evolución y entonces Skynet y Matrix y Minority Report y todo eso sin posibilidad alguna de que Dave desactive a HAL 9000 porque, adivinen qué, no tendremos la habilidad para desenchufarlo.

TRES Y el principal y primario y primer Gran Miedo --asustan-- será el de perder la capacidad para discernir entre lo que es verdadero y lo que es falso, entre lo que nos sucede a nosotros y lo que se le ocurre a las máquinas. Ya se sabe: las gracietas y mentiritas actuales que se le "ordenan" al ChatGPT derivando en las imposiciones de news cada vez más fake (o mal uso por estafadores y pervertidos) y en "obras de arte" en y para las que el ser humano será apenas (in)cómodo espectador cada vez más sedentario y pasivo. Y apantallado. Y con el universo entero al alcance de la mano: de esa mano que sostiene un teléfono que nos han dicho que es, sí, inteligente e ideal para usuarios cada vez menos inteligentes e idealistas sintiendo la necesidad de cambiarlo por modelo nuevo año tras años y, dentro de poco, mes tras mes y semana tras semana y...

CUATRO Lo que se impone ya (los artistas de diferentes disciplinas, entre ellos la actriz Scarlett "Her" Johannsson, han sido los primeros en demandarlo viéndose cada vez más fáciles de resultar clonificados o imitados o personalmente usurpados) es la creación de "estándares de certificación criptográfica" que permita a todo usuario determinar en el acto lo que es auténtico y lo que es falso. Pero esto será cada vez menos factible a medida que el ente aumente de poder. Por otra parte, piensa Rodríguez, vivir en un mundo en el que todo sea dudoso y cuestionable no va a ser muy agradable. Y mejor ni calcular el tiempo que llevará certificar cada dato que se reciba como si se tratase de la eterna duda del ser o no ser, del me quiere o no me quiere.

CINCO Y, por supuesto, la idea es que semejante poder no sea administrado por cada vez más pequeños gobiernos y cada vez más grandes corporaciones sino que sea patrimonio de la humanidad toda. Pero, uh, Rodríguez está cada vez más cansado de pedirle a desconocidos que --de pronto inmóviles y como en trance-- no se pongan a consultar sus perfiles sociales en escaleras o en puertas. Y no puede sino preguntarse si esta especie está de verdad preparada para recibir semejantes nuevas aplicaciones y utilidades; si no sería mejor, primero, establecer programas de reeducación para el renovado aprendizaje de cómo expresar que uno está triste y contento sin la necesidad de ayudarse con caritas amarillas y todo eso.

SEIS También, por supuesto, están los que, en cambio, auguran el amanecer de una gran Era de Creatividad Ilimitada. Muchos de ellos personas sabias. Muchísimos más aquellos que sólo están a la espera de nuevo modelo/tendencia para alcanzar éxtasis agónico por nunca del todo satisfecho (y Rodríguez se pregunta si The Killer de David Fincher no será la reformulación inteligenteartificializada de The Conversation con un toquecito de John Wick). Y sonríen con Elon Musk anunciando el nacimiento de Grok (su chatbot "sarcástico" cuyo nombre surge del clásico sci-fi de Robert Heinlein Stranger in a Strage Land y cuyo carácter, según su electrizante y electrocutado magnate-promotor, "no tenemos la menor idea de dónde o cómo salió" y que, entre sus habilidades, está la de "¡incluso sugerir qué preguntas hacerle!"). O se excitan con las fotos de la influencer catalana pero 100% generada artificialmente Aitana López (y que ya factura 4000 euros al mes y sumando en redes). Mientras, la Unión Europea anuncia que toda la cuestión pronto estará regulada por una "Ley de Inteligencia Artificial". Allí se enumerarán y condenarán riesgos inaceptables a prohibir terminantemente como la "manipulación cognitiva de personas o grupos vulnerables", la "puntuación y clasificación social en función de comportamiento, estatus económico o características personales" así como la implantación de "requisitos de transparencia que permitan discernir a lo real de lo irreal". El objetivo es "alcanzar un acuerdo entre todas las partes antes de fin de año". Pero --lo mismo que en ese Salvaje Oeste que es internet-- ya se sabe: hecha la ley, hecha la trampa.

SIETE Hasta entonces, ya están los oráculos y vaticinadores que tiemblan --como con la progresiva cuenta regresiva de lo del mal cambio climático-- un ya-es-demasiado-tarde. Porque ya se han encargado demasiadas tareas y cedido demasiadas atribuciones (como el sugerir productos a adquirir o el emparejamiento de parejas) y, sí, se ha puesto en marcha una línea de desmontaje para la extinción/cancelación del hombre y de la mujer tal como los conocemos. Y unos fantasmas recorren el mundo y son los de Darwin y Turing y --de nuevo-- con la diferencia de que la Inteligencia Artificial evoluciona a velocidad de vértigo comparada a los avances de la Inteligencia Natural. Esa que, paradoja, supo crearla pero pronto no sabrá cómo distinguirla y controlarla cuando --más temprano que tarde-- alcance eso que nosotros tenemos desde el primer día de nuestras vidas: una personalidad propia y, por lo tanto, no siempre comprensible o justificable. Digámoslo así, se dice Rodríguez: la adorable cosita ahora está en pañales, pero la temperamental y tempestuosa adolescencia de The Thing está a la vuelta de esa esquina que conduce a los bordes de un precipicio.

 

"De vez en cuando te extraño", canta John Lennon en "Now and Then". Y Rodríguez no puede sino preguntarse a qué o a quién se refiere. Y --por miedo a que la respuesta sea que este ghost in the machine Lennon, ahí y ahora, extrañado, se extraña a sí mismo-- prefiere no contestarse.