Facundo, antes de retirarte ya sabías que ibas a ser director técnico. Ahora a siete años de aquel día y después de dirigir a seis clubes, ¿el trabajo era como lo imaginabas de antemano?

-Es más difícil de lo que lo imaginaba. No sólo porque requiere mucho tiempo dededicación, sino porque no hay mucho tiempo para trabajar. Principalmente en la Argentina, donde nadie te espera. Acá el dirigente se pone nervioso si los hinchas lo putean por Twitter o por las otras redes sociales y ahí se acaba la paciencia para planificar a largo plazo. De esa forma se hace complicado trabajar y fíjate que salvo Boca o River, que tienen una estructura para pelear siempre arriba, los demás equipos cambian constantemente de entrenador, cada par de meses y pocos llegan a un año. Acá difícilmente se llega a dirigir un campeonato entero. Así y todo, con esa vorágine, personalmente lo he disfrutado mucho. Te diría que salvo en Racing, en el resto de los lugares me sentí muy bien.

-¿Podría decirse que en tu carrera como entrenador, Racing fue el punto más alto de repercusión y curiosamente es el lugar donde peor la pasaste? ¿Por qué?

-En un momento, mi relación con la dirigencia se quebró, principalmente con el presidente.

A partir de ahí asumí que la cosa sería difícil, pero no iba a renunciar a Racing salvo que la relación con los jugadores fuera mala o los resultados no se dieran: como los resultados eran buenos y tenía un trato fantástico con los jugadores, decidí que si el presidente quería que me fuera, me iba a tener que echar. El desgaste posterior por esa situación, me dejó un gran sinsabor. Cuando me fui, habíamos terminado el torneo como uno de los equipos más goleadores y con menos goles en contra, además habíamos sido el único equipo que jugando la Copa Libertadores, clasificó a la Copa Sudamericana. En lo deportivo, el semestre había sido bastante bueno, pero en el receso (con el tema de las incorporaciones) y durante la pretemporada la relación se hizo insostenible.

-¿Y terminaste yéndote muy mal, insólitamente apenas una semana antes de que arranque el campeonato?

-Es cierto. Me fui tan mal que estoy en juicio con el club. Cuando era jugador, tuve un problema con la AFIP porque Racing no me hizo los aportes y fui de los pocos jugadores que no lo demandé. Mis compañeros me decían que le reclamara pero yo preferí no hacerlo porque sé cómo es el fútbol y si le hacés juicio a un club, no volvés más. En ese momento, estaba cerca del fin de mi carrera como futbolista y soñaba con dirigir a Racing. Haberme ido ahora como me fui, me generó un gran dolor. Igual, lo que me deja tranquilo, es que la gente lo sabe. Por la calle, todos me tratan con cariño, me recuerdan que estuve en los peores momentos del club, cuando había que remarla, y que después mi campaña como entrenador no fue mala: el equipo jugaba bien y tuvo resultados. A mí me mataba la prensa partidaria, obviamente influenciada, pero el hincha tiene claro lo que ha pasado.

-Desde afuera, parece que los requerimientos y condicionamientos para ser entrenador han cambiado y, de la mano, también ha habido un cambio generacional. ¿Crees que esta vorágine atenta contra los entrenadores, principalmente los más veteranos?

-No creo que tenga que ver con la edad: hay entrenadores mayores que siguen dirigiendo y lo hacen bien. Creo que va en la capacidad de cada uno de adaptarse a los cambios: principalmente a las nuevas tecnologías y al jugador actual. Hoy, por ejemplo, la prohibición como herramienta en la conducción no sirve. Todo lo que se hace tiene que estar argumentado y fundamentado. Las exigencias son mucho mayores. Los niveles de exposición son mucho mayores. Incluso, los requerimientos físicos del juego son mucho mayores. Ahora, el futbolista debe ser mucho más equilibrado y creo que ahí radica la mayor demanda para el profesional. Otro de los cambios, a diferencia de lo que pasaba antes que los celulares no se llevaban a la mesa y no existían las redes sociales, hoy una de las nuevas funciones del entrenador es lograr que los jugadores compartan. Antes no era necesario, pero ahora combatir la tendencia al aislamiento es fundamental. Nosotros, como cuerpo técnico, estamos todos los días pensando en generar espacios, donde ellos puedan comunicarse: en el entrenamiento, en la concentración, en todos lados.

-¿Cómo ves al fútbol argentino en general y a la selección argentina en particular?

-Lo que vemos en la cancha, con la selección, es una consecuencia de lo que ha venido pasando a nivel dirigencial durante todos estos años. Hay una cuestión que es cultural. En la Argentina hay muy poca tolerancia: tolerancia al cambio, tolerancia a perder, tolerancia en general. No puede ser que hayamos tenido tres entrenadores en un ciclo de Eliminatorias. Lamentablemente, así como vamos, estamos por el camino equivocado. Los resultados con Martino, después de las dos finales de Copa América, no habían sido malos pero se tuvo que ir por la inoperancia. Creo que ese es uno de los errores más grandes de los últimos años.

 

-En este escenario, ¿crees que es posible que Argentina no clasifique a Rusia 2018?

-Puede pasar. No lo veo probable pero está dentro de las posibilidades. Con Perú de local deberíamos ganar. Lo mismo debió haber ocurrido con Venezuela pero no concretamos las opciones que generamos y eso termina condicionando el resultado.

-Cómo goleador retirado, entrenador y psicólogo social, ¿le adjudicás esa falta de precisión en la definición a la parte psicológica o emocional?

-Sí, muchísimo. A mí me gusta mirar las entradas en calor. Disfruto analizarlas. Hace poco estuve en Europa, en Sevilla y en Atlético Madrid para ver la Liga y me dediqué especialmente a prestarle atención. El precalentamiento te dice mucho. Los rostros de los jugadores hablan a través de los gestos. Si están confiados, si están demasiado relajados o muy tensos, todo se puede ver mirando la entrada en calor. A mí me da una primera impresión de cómo va a ser un partido. La entrada en calor de Argentina, en estos días, principalmente la de local, fue patente como en las caras se veía la tensión.

- ¿Cómo trabaja un entrenador el transmitirle tranquilidad a los jugadores?

No hay una receta única pero con la confianza y la continuidad. El jugador debe saber que, más allá de lo que pase, el director técnico lo va a seguir poniendo igual. Cuando hay muchos cambios, el futbolista empieza a dudar. El problema es que, en oportunidades, al entrenador le cuesta otorgar esa tranquilidad porque él mismo no la tiene: si pierde un par de partidos, lo echan de una patada. Si uno no está tranquilo es muy difícil transmitirle tranquilidad a los demás. En el fútbol argentino falta gente que piense en el largo plazo.

Siempre me acuerdo de una frase que me dijo el profe Luis Bonini hace un par de años: “Mira Facundo, yo estuve en muchos lados y la única receta que conozco para conseguir el éxito es la continuidad”.

Continuidad, algo de lo que selección argentina adolece: ahí están los resultados.