Producción: Javier Lewkowicz


Más allá de la cerveza artesanal

Por Mara Ruiz Malec *

En el semáforo que sigue el gobierno para monitorear la economía empezaron a surgir otros verdes aparte de la soja (y de los dólares de la deuda). Una de estas señales, que llama la atención en este modelo de apertura y caída el consumo masivo, es que la industria volvió a crecer. Ahora, tan llamativo como esto es que, pese a las tasas de crecimiento superiores al 5 por ciento anual que mostró la industria en los últimos meses, el empleo industrial no acompaña. Más aún, sigue cayendo mes a mes.

Esta caída no puede atribuirse al proceso de desindustrialización secular que se estaría observando a nivel mundial, como quieren instalar algunos funcionarios. Si bien la expansión de las cadenas globales de valor y las tecnologías han contribuido a la reducción de la participación del empleo industrial en muchos países, eso no es lo mismo que una reducción absoluta en los puestos de trabajo. La caída en la participación es un proceso gradual y puede darse de manera simultánea con un incremento del empleo en el sector manufacturero. En estos casos, el crecimiento de puestos de trabajo en otros rubros es mayor y ganan participación.  Esto no es lo que se observa en el caso actual. En los primeros 20 meses de la gestión de Cambiemos, el empleo industrial presenta una caída abrupta y sostenida (-61.500 puestos). 

Por otra parte, no se debe eludir la discusión sobre las bondades distributivas del empleo industrial. Los salarios industriales son un 17 por ciento superiores al promedio de la economía, un 33 por ciento al sector de comercio y un 22 por ciento a los sectores de servicios personales. La industria no solo emplea un gran número de profesionales, sino también de gente con conocimientos específicos y oficios cuyas habilidades no son remuneradas en otros empleos. 

Si el empleo industrial es una preocupación, es un problema que la industria crezca pero no genere empleo. Vale preguntarse entonces ¿crece realmente la industria? En rigor, apenas se recupera de la abrupta caída de 2016. Los datos de julio muestran que la industria se encuentra todavía un 2,5 por ciento por debajo de sus niveles en el mismo mes de 2015, con algunas ramas cuya producción se encuentra casi un 10 por ciento por debajo del nivel de 2015. El ritmo de crecimiento de los últimos meses parece alto, pero no alcanza para recuperar lo perdido.

Sin embargo, también es cierto que la industria, al menos en promedio, produce más que en 2016. Pero el empleo sigue cayendo, aun cuando se lo compara contra ese peor momento. Entre julio de 2016 y julio de 2017 se destruyeron 33 mil puestos de trabajo. Cuando se mira al interior de la industria, se encuentran algunas particularidades que responden al modelo económico vigente y que pueden ayudar a explicar este fenómeno. 

Podemos diferenciar dos grandes grupos para 2017. Uno lo componen aquellas industrias que no solo han tenido un buen mes de julio, sino que su producción en 2017 efectivamente supera a lo producido en 2016 para el mismo periodo (y en algunos casos ya supera los niveles de 2015). Otras industrias presentaron buenos números sólo en los últimos dos meses, pero en acumulado del año siguen peor. Por último, hay una industria que no para de caer: la textil.

Este panorama coincide con el patrón de crecimiento para 2017. Crece el agro, que permite el crecimiento de los agroquímicos y la maquinaria agrícola aunque crezcan las importaciones, y hay un repunte de la construcción, que impulsa los minerales no metálicos y la metalurgia. También está aumentando la producción de autos, donde la importación de vehículos de Brasil tiene como correlato la exportación de algunos componentes. 

Pero el panorama no es bueno para otras industrias que dependen del mercado interno y tienen competencia extranjera. Las ventas en supermercados, shoppings y comercios medianos no se recuperan. Las importaciones de bienes de consumo crecen 12,5 por ciento en 2017. Esto se refleja en la menor producción de alimentos y sus insumos (envases), textiles y otros bienes de consumo cuya fabricación sigue cayendo como televisores (-20 por ciento), notebooks (-53) y lavarropas (-5 por ciento).

El panorama no da motivos para ser optimista. No habrá boom de crecimiento de los ingresos reales (podría haber algún impulso desde el crédito, pero esto no está exento de riesgos). La apertura importadora recién comienza y es probable que se profundice. La construcción está en vilo para 2018: el gobierno ya anunció su intención de recortar la obra pública para alcanzar su meta fiscal. La cosecha no crecerá mucho más. La recuperación en la industria no es tan profunda como parece y la reactivación tiene límites. Eso explica porque los sectores que crecen no contratan, mientras que en otros sectores los motivos tras la destrucción del empleo llegaron para quedarse. Pareciera que la única alternativa que queda es endeudarnos para consumir mucha, pero mucha, cerveza artesanal. 

* Economista ITE-FGA.


Alerta naranja

Por Leandro Mora Alfonsín *

La evolución de la industria manufacturera es un dato clave en el panel de control económico de la economía argentina. De ella depende 1/5 del empleo formal asalariado (casi 1.200.000 puestos de trabajo) y salarios que superan en más de un 30 por ciento a la media de la economía. Los últimos datos dan cuenta del comienzo de cierta recuperación. Tras 15 meses de caída consecutiva entre febrero de 2016 y abril de 2017, la industria creció 2,7 por ciento en mayo, 6,6 en junio y 5,9 por ciento en julio, siempre en términos interanuales. De esta manera, la producción industrial acumula en lo que va del año un crecimiento de 0,8 por ciento.

Sin embargo, tal recuperación no se ve materializada en materia de empleo. A pesar del rebote en los niveles de producción, la tendencia mensual del empleo industrial se mantiene negativa. En junio se perdieron 2.800 empleos y en mayo 2.300. No se registran variaciones positivas desde septiembre de 2015. Si bien la dinámica de empleo industrial muestra pérdida de dinamismo desde 2013, la marcada contracción de los últimos dos años es una alerta naranja en el panel de control económico. Comparando de forma interanual, la industria manufacturera registró en junio 33.000 empleos menos que en el mismo mes de 2016 y 62.000 menos que junio 2015.

Una forma de entender este escenario es evaluar cuál es el alcance de este crecimiento y qué se espera para 2018. Para empezar a responder esto, hay que tener en cuenta que la base de comparación que ofrece 2016 es muy baja. La recesión que transitó la economía argentina el año pasado afectó particularmente a la industria manufacturera. En efecto, si comparamos el nivel de producción industrial actual con el de 2015, estamos muy lejos aún de hablar de recuperación. Si tomamos el primer semestre de 2015 como referencia (datos CEU-UIA en este caso), en los primeros seis meses de 2017 la industria cayó un 4,5 por ciento. Es decir, lo que estamos observando en estos meses es el rebote tras un período contractivo fuerte, falta aún para poder hablar de una fase expansiva.

Los sectores que están liderando la recuperación son aquellos vinculados a la construcción, metales básicos, el agro y la industria automotriz. Sin embargo, los sectores PyME con ventas eminentemente mercado internistas e intensivos en mano de obra han mostrado un rebote menos dinámico. Aquí se listan textiles (sigue en fase contractiva), papel y cartón y edición e impresión. En un nivel intermedio encontramos sectores como manufacturas de plástico e industria del mueble. La menor respuesta de estos sectores guarda relación, por un lado, con que la recuperación del salario real es menor que la caída en 2016; se espera un incremento del salario real de 2 por ciento en 2017 mientras que la caída del mismo el año pasado promedió 4,5 por ciento. Por otra parte, el aumento de importaciones de bienes de consumo (16 por ciento en lo que va del año), que ha sido muy sensible tanto en 2016 como lo que va de 2017 en algunas partidas (textiles y muebles, por ejemplo), da cuenta de que en este tipo de sectores se está sustituyendo industria local por bienes importados, en base a precios más competitivos, escenario en el cual la industria local está condicionada por costos más elevados.

Si bien no podemos observar el detalle sectorial de los datos oficiales recientes de empleo industrial (la información trimestral sobre empleo a 2 y 4 dígitos no es actualizada por el MTEySS desde diciembre 2016), trataremos de acercarnos a una explicación en base a otros indicadores. Tomando la utilización de la capacidad instalada, puede apreciarse que aquellos sectores que muestran menor dinamismo son los que presentan menor utilización o bien una recuperación que los mantiene aun en niveles bajos. Nuevamente, esto puede corroborarse para el caso de textiles (pasó de 71,9 por ciento de utilización en julio 2016 a 65,5 por ciento en julio 2017, muebles (recupera pero no supera 65 por ciento), el complejo químico (60 a 59,1 por ciento) edición e impresión (de 54 a 59 por ciento). Recuperaciones discretas pueden apreciarse en sectores más heterogéneos y diversos en su alcance como alimentos y bebidas e industria metalmecánica. Esto refuerza lo señalado: la recuperación se ve aún fuertemente influenciada por la baja base de comparación, quedando lugar para que contrataciones e inversiones puedan garantizar un crecimiento sostenido.

¿De qué dependerá una mejora en 2018? Será clave, por un lado, la tracción que la industria brasileña, en recuperación aún muy tenue, efectúa sobre la industria local. Y, por otra parte, la recuperación del ingreso real de los consumidores. Estos aspectos serán ineludibles en la discusión sobre empleo que tendrá lugar en 2018, la cuál es importante que se dé sobre una agenda de política industrial que se corra del día a día y que brinde a los sectores industriales un marco menos propenso a los efectos de ciclo. Los debates estructurales que están por darse en Argentina deben tener puesta la mirada en un modelo estratégico de desarrollo en el cuál es imposible obviar el potencial y el aporte del entramado industrial.

* Economista (UBA). Docente UBA y UCES.