Retratar la ausencia, la fugacidad de la memoria; y a la vez la persistencia por hacer de los recuerdos un puzzle donde puedan encastrar las piezas dispersas. A esa tarea se aboca El (im)posible olvido, la película donde su director, Andrés Habegger, se dedica a preguntar y preguntarse por la figura de su padre, el militante montonero Norberto Habegger, desaparecido durante la dictadura cívico‑militar.

Y lo hace a partir del recupero de ese niño de nueve años que había guardado un diario personal, durante su exilio en México, entre las páginas de un cuadernito con la tapa del Mundial '78. Un encuentro del director consigo mismo, a partir de un forzamiento dialogado ‑-Habegger lee en voz alta lo que había escrito décadas atrás-‑, ya que ese diario es algo que él no recordaba. Tampoco su madre. ¿Cuándo lo escribía? ¿En cuáles momentos?

Al recuperar esas líneas, junto a la grafía de niño, la cámara se detiene en los gestos y las inflexiones de voz de su director, quien es capaz de tomar distancia de sí mismo para mostrarse en su intimidad. Lo hace, de igual manera, durante las conversaciones con su madre. Alcanza, por momentos, una sensibilidad plena: la cámara parece esfumarse, mientras madre e hijo conversan sobre las decisiones de querer tener hijos durante la militancia de los '70. Habegger no puede despegarse de su presente como padre. Se genera una tensión que se afloja entre lágrimas.

Sus pasos le llevan, por ejemplo, a encontrarse con un metraje descartado, en donde su padre aparece desfilando con las formaciones peronistas. El cine, esa magia que devuelve a la vida, le permite un acercamiento extraordinario. El fragmento se reitera, una y otra vez. Mientras tanto, Habegger camina su vida, vuelve a México, viaja a Brasil. Todo es hecho desde una calma y un afecto que vuelven todavía más hermoso lo que allí sucede.

El (im)posible olvido es una película hondamente humana, rodeada de calidez. Se trata de un hijo que busca a su padre, y al hacerlo logra encontrarse consigo mismo. Nada más complejo, nada más difícil de hacer: preguntas. Y buscar respuestas dentro de uno mismo: cuando entre madre e hijo se completa el episodio donde el pequeño Andrés se enteraba de que papá no volvería, se logra un momento sublime. Sólo un cineasta puede filmar algo semejante.

El (im)posible olvido se proyecta hoy a las 22 (Cines del Centro) y mañana a las 19.30 (Cine Lumiere).