Las vueltas a las casas de los represores generan nuevas prácticas de denuncia contra la impunidad. Desde hace varias semanas un grupo de víctimas de la Brigada de Investigaciones de San Justo recorre uno de los barrios de La Matanza en compañía de un grupo de HIJOS de esa localidad. Cada por casa van contando a los vecinos de la calle Albarracín 985 de Rafael Castillo que allí vive uno de los represores recordados por los sobrevivientes entre los más violentos y agresivos del antiguo centro clandestino. Es Rubén Alfredo Boan, entonces suboficial de la policía bonaerense, torturador y secuestrador del campo, que luego de estar seis años detenido regresó a su domicilio en el contexto de un juicio oral cuyo inicio está demorado y en un proceso en el que está por caer la prisión preventiva. La acción incluye un escrache que se realizará hoy, con salida a las 14 horas desde la Plaza Atalaya de Isidro Casanova. Y la solidaridad de los feriantes de la Plaza Atalaya que están impidiendo que alguien rompa los afiches de las calles con el anuncio.

“Los escraches se interrumpieron cuando se reiniciaron los juicios, pero en esta época de negacionismo y de medidas que tienden a garantizar la impunidad volvimos a hacerlo, en este caso, porque decimos que los represores tienen que estar en una cárcel común. Hicimos una movida en el barrio para contar a la gente que era uno de los torturadores más sanguinarios de la Brigada. Muchos no sabían, no podían creer que tenían a alguien que fue un represor en el barrio, pero fuimos muy bien recibidos por los vecinos que nos van a acompañar”, explica Alejo, de HIJOS La Matanza. 

  La familia de Boan es muy conocida entre las organizaciones defensoras de los derechos humanos locales porque son parte de las agrupaciones que niegan el genocidio. La casa está a dos cuadras de una zona atravesada por el movimiento comercial de la avenida Cristianía, en un barrio de trabajadores. Los feriantes de la Plaza Atalaya salieron a correr a la familia en estos días, cuando intentaron sacar y romper los afiches que que anuncian las protestas. 

Gabriel Fernández es hermano de Jorge y Alejandro, estudiantes de la escuela de San Francisco Solano de Ituzaingó, militantes de la UES, secuestrados el 29 de septiembre de 1977 cuando preparaban música para el festival de la primavera de cuarto y quinto año. Por estas caídas que se sucedieron en el mes de septiembre, quienes llevan adelante los reclamos por las causas dicen que también San Justo tuvo su Noche de los Lápices.  Gabriel integra HIJOS La Matanza. “Hacemos el escrache porque queremos mostrar una acción frente al negacionismo que alientan los funcionarios del gobierno y al aliento de este tipo de beneficios a los genocidas”, dice. “Hablamos de las domiciliaras a los represores de más de 70 años, pero también del estado de las preventivas. En nuestra zona hay tres represores a los que no les renovaron las prisiones preventivas, los tres son de la Brigada de San Justo y eso es porque cambió el contexto político. Hoy hicimos un recurso de Casación para que no queden firmes las libertades. Boas está con prisión desde 2010 y el año pasado le dieron la domiciliaria en medio de la feria judicial”. 

El juicio por los crímenes de la Brigada de San Justo fue elevado a debate el 13 de agosto de 2015, hace más de dos años. Todavía no empezó. El juez Ernesto Kreplak, de La Plata, elevó la causa por 81 víctimas y 23 imputados. De ellos, 13 están con arrestos domiciliarios y con preventivas que pueden caerse. 

Boan es recordado como “Víbora” entre los sobrevivientes del centro clandestino. Suboficial de la policía de la Provincia de Buenos Aires, la causa lo describe como uno de los torturadores más violentos y agresivos. Prestó funciones allí por lo menos desde diciembre de 1977 hasta el 16 de enero de 1982, primero como agente y luego como cabo de la policía de la Provincia de Buenos Aires. Está acusado por privación ilegal de la libertad y tormentos.