No habían pasado 25 minutos del inicio de la venta de entradas por Ticketek para el partido entre Argentina y Perú, y ya las casi 20 mil populares se habían agotado. Muchos sospecharon de que hubiera ocurrido lo que también en ocasiones anteriores se sospecha que ocurrió: no todas las entradas salen a la venta porque una proporción se podría estar desviando para su venta clandestina. Y tal cual se presumía, inmediatamente después de cerrada la venta “oficial”, empezaron a surgir las ofertas de entradas por Internet, a precios que multiplicaban por cuatro, cinco y hasta por siete el valor original de 550 pesos. Todos sospecharon, menos el vicepresidente del Banco Central, Lucas Llach, quien a través de un insólito tuit defendió la venta irregular de las entradas: “Qué ridícula es la prohibición de reventa en espectáculos, hay pocas cosas más eficientes que la reventa”, defendió, encendiendo una polémica acerca de la justificación que esgrimió el funcionario sobre una actividad prohibida. 

 La principal sospecha, en este tipo de secuencias de agotamiento veloz de las entradas en venta seguida de su oferta masiva por Internet, es que las entradas no ofrecidas por la vía legal se derivan a un circuito clandestino manejado por allegados al club u organización responsable del partido (trátese de barrabravas u otra gente cercana a los dirigentes). Es lisa y llanamente una defraudación por apropiación indebida de los tickets para venderlos varias veces por encima de su valor. “Un afano”, dirían en la tribuna y no por un fallo arbitrario de un juez que definiera un partido.

 Justificar operaciones que están sospechadas de este tipo de manejo, señalando además que “hay pocas cosas más eficientes”, es equivalente a elogiar a quien se dedica a robar pinturas de autores prestigiosos y luego los ofrece en “el mercado” (clandestino) al mejor postor, logrando así un resultado “eficiente” para el vendedor. En un caso y en otro (entradas Argentina-Perú o un cuadro de firma prestigiosa) se trata de bienes escasos, muy requeridos y además obtenidos de forma ilegal por la organización que instrumenta la venta “paralela”. Pero al vicepresidente del Banco Central nombrado por el gobierno de Cambiemos no parece preocuparle el origen del producto en venta, si éste es legal o por robo. No es distinto al criterio utilizado el año pasado para habilitar y alentar el blanqueo de fondos fugados al exterior.  

 A fines de 2014, la Legislatura porteña sancionó una ley con el propósito de combatir a las organizaciones que se dedican a las reventas de entrada, abarcando a tickets “para un espectáculo masivo, de carácter artístico o deportivo”. La norma imponía multas de hasta 30 mil pesos “o dos a diez días de arresto” a “quien revende, por cualquier medio, con fines de lucro, una o más entradas”. Las penas se elevaban “cuando esas conductas fueran cometidas por cualquier persona responsable de la organización, con su participación o connivencia”, llegando hasta 30 días de arresto. Y duplicaba la pena “cuando el interviniente se dedicare reiteradamente a estas actividades”.  

 Algunos especialistas consideraron que la citada norma es válida cuando el quien incurre en esas conductas es una organización, que además estarían evadiendo el impuesto a las ganancias, pero que sería inconstitucionales para personas comunes y corrientes que quisieran vender su entrada a un tercero. Según señalaba un artículo del sitio Derecho en Zapatillas, del año 2015, es el código civil el que “impide sacar una cosa del comercio”, y tampoco podría imputársele fraude cuando no hay habitualidad en la reventa ni existe un fin comercial. 

 Claramente, no es el caso de la oferta masiva de entradas para ver a Argentina un par de horas después que se cerrara el breve período de venta oficial de entradas. Hay venta masiva, interés comercial y probablemente habitualidad, si estas organizaciones repiten el accionar cada vez que se disputa un espectáculo que concita la atracción del próximo partido por Eliminatorias.

 Los múltiples tuis de respuesta que generó la apreciación de Llach fueron, en general, fuertemente críticos. Algunos le recordaron que “el problema es la venta privilegiada inicial”, es decir la transferencia masiva de entradas a una organización que las revende. Otros le cuestionaron que “apañe a gente que lucre con las ganas de disfrutar de un espectáculo”. Entre otras cosas que el vicetitular de la autoridad monetaria no aclaró es por qué es más eficiente un sistema que quintuplica el precio de la entrada y acumula ganancias en manos de una organización clandestina que explota ese negocio.