El juez Pablo Pullen Llermanos, quien retiene en una cárcel ad hoc a la dirigente social Milagro Sala, ofreció la libertad al imputado Fabián El Chato Ávila si se avenía a denunciar a Milagro Sala por un delito que no cometió. La propuesta fue rechazada. La semana pasada, Ávila se decidió a contar la extorsión del juez, quien a raíz de ello fue recusado por la defensa de Milagro Sala, lo cual se suma a la previa denuncia por prevaricato y abuso de autoridad. 

Alberto Cardoso denunció que el 27 de octubre de 2007 Ávila y Jorge Rafael Páes intentaron matarlo a tiros en un enfrentamiento por razones familiares, futboleras y políticas: Ávila es pariente de Cardozo, ambos formaban parte de bandos enfrentados en la hinchada de Gimnasia y Esgrima de Jujuy y militaban en agrupaciones distintas del justicialismo local, que dirimirían en las elecciones del día siguiente, domingo 28 de octubre de 2007. Cardozo se parapetó tras un árbol y una bala perdida hirió a una nena de 11 años que hacía las compras en el barrio. 

Ávila fue detenido en marzo de 2015. En enero de 2016, al mes de asumir el gobierno el contador Gerardo Morales, ingresó al expediente una escucha telefónica a la hija de Páes. 

–Hablé en la plaza con Mili. La Flaca prometió darme para dos meses de alquiler– le dijo Jésica Silvana Páes a su padre. 

Sobre esa base, Pullen ordenó la detención de Milagro Sala por encubrimiento. Páes fue capturado el 15 de febrero de 2016 en Tartagal. En su declaración indagatoria como imputado, sin obligación de decir  verdad adujo que Milagro Sala mandó “a limpiarlo a Beto Cardozo”, durante una reunión realizada en su casa. Esa es la pauta que siguen todas las causas armadas por el gobierno del contador Morales contra Milagro Sala: alguien que dice que habló con Milagro o que la acusa de haber ordenado un delito y un juez parcial que da por probada esa autoría, con testigos comprados o extorsionados. No importa la congruencia de la acusación. En este caso, Cardozo está políticamente alineado con Milagro, quien reclama su libertad. Pullen Llermanos retribuyó la colaboración de Páes con su prisión domiciliaria y luego su sobreseimiento. En cambio, ordenó la detención de Cardozo, por haber respondido los disparos, con lo cual invirtió los roles de ambos. Cardozo sigue hasta hoy privado de su libertad. Su compañera, Analía Tolaba, denunció ante la CIDH que Cardozo fue torturado y extorsionado para que también él denunciara a Sala.

El martes 6 de diciembre de 2016, el Servicio Penitenciario jujeño informó que Nelson Mariano Cardozo, de 21 años, se ahorcó en el temible penal de Villa Gorriti, paradigmático del tenebroso submundo penitenciario jujeño. Pero sus compañeros de cautiverio sabían que no fue así, pidieron explicaciones y recibieron golpes, gases y balas de goma, igual que los familiares de muchos internos, concentrados frente al penal. La autopsia reveló que lo habían matado a golpes y que las marcas de estrangulamiento habían sido realizadas sobre su cadáver para simular el suicidio. El muchacho era sobrino tanto de Alberto Cardoso como de Fabián Ávila.

Liberado el agresor y encarcelada la víctima, Ávila decidió denunciar lo sucedido. Presentó un hábeas corpus en reclamo de su libertad y el 22 de septiembre fue citado a declarar ante el juez de la Cámara de Apelaciones Luis Ernesto Kamada.

–Cuando me detuvieron me llevaron al Servicio Penitenciario Jujeño. Apareció el juez Pullen Llermanos con cuatro o cinco secretarios. Me dijo que no me querían preso a mí sino a Milagro Sala, que si colaboraba me dejaba en libertad– declaró

Ávila se rehusó. “Hicieron lo que quisieron, mataron a mi sobrino en el penal, robaron cuatro veces en mi casa, a mi hija le cruzaron una camioneta y le dijeron que la iba a pasar mal si yo no hacía las cosas bien”. 

A raíz de ello, los defensores de Milagro Sala recusaron a Pullen Llermanos. 

Acerca de la indefensión

Poco después de la extorsión que denunció Ávila, Pullén Llermanos dispuso un nuevo traslado de Milagro Sala a su tribunal para notificarle de la apertura de nuevas causas. Harta de esas mortificaciones, Milagro se negó a designar abogado defensor y el juez dispuso nombrarle una defensora oficial, María Florencia Quintar. El Servicio Penitenciario filmó la audiencia. 

–Estoy harta de que Pullen Llermanos me arme causas. En seis meses ya me armó como siete u ocho. Yo sé que esto es político pero tampoco estoy para pavadas. No lo voy a permitir. No voy a firmar nada ni me voy a pintar los dedos, así me los tenga que cortar– protesta Milagro.

Pullen Llermanos llega al despacho y la interrumpe con brusquedad:

–Guarde silencio señora y escuche lo que le van a decir.

–Está por comenzar el acto. Tome asiento señora Sala- insiste.

–No deseo sentarme.

–Siéntese igual.

–No quiero sentarme.

–Quédese parada pero póngase más atrás.

–¿Por qué tiene que darme órdenes así? Yo no soy su hija– le contesta. 

Milagro Sala refleja así sin saberlo los valores de una sociedad patriarcal, que ella transforma en otra cosa con su militancia. 

Pullen Llermanos apenas puede contener la furia. Con un gesto de la mano reitera la orden de que retroceda un paso.

–Yo soy el juez de la causa-redunda.

–Respetemé. Soy diputada del Parlasur.

–Acá no interesa.

–Si quiere que lo respete, respetemé.

–Hágase para atrás señora, vamos a comenzar el acto.

–Yo no tengo nada que escuchar.

Cuando el escribiente comienza a leer la “declaración indagatoria formulada por Milagro Sala”, ella lo interrumpe:

–Yo no he declarado nada.

Pullen Llermanos interviene, imperativo:

–Guarde silencio, señora, no le voy a permitir…

–No he declarado nada yo…

El escribiente sigue leyendo y Milagro hace una cosa extraordinaria: se tapa los oídos para no escuchar el acta. Ese gesto infantil, que ningún defensor aconsejaría a su cliente y al que ningún político varón acudiría, vuelve ridícula la hueca solemnidad de ese ceremonial montado para vulnerarla.

Además se vuelve hacia la pared y da la espalda a la escena. La lectura se extiende así por varios minutos. Cuando llega al punto en el que se le ofrece la palabra a Milagro, ella sigue de espaldas con las manos en los oídos, y Pullen Llermanos dicta al escribiente que de su actitud se entiende que se abstiene de declarar. En ese momento, Milagro vuelve a mirar al frente y se dirige directamente a su captor.

–Cararrota. Seguí inventándome causas.

–Guarde silencio– ordena el juez.

–No sos patrón de estancia vos. Simplemente sos un juez. Seguí inventando causas.

–Una vez más le digo que guarde silencio.

Milagro no deja de increparlo y Pullen Llermanos parte en busca de la autoridad perdida:

–En este acto le corro vista al ministerio público fiscal de que la señora no guarda silencio ante la orden impartida por mi parte.

–Otra causa más– farfulla Milagro.

–Exactamente.

–Que sean 50 causas más para juntar las 60 causas que dice Gerardo Morales.

Pullen Llermanos ordena que la retiren del despacho.

–Cararrota, sinvergüenza– le dice al pasar a su lado mientras la conducen al pasillo. La defensora oficial la sigue pero Milagro no acepta sus razones:

–Es ilegal lo que está haciendo. Todo lo ilegal lo quiere hacer legal y lo legal, ilegal. Creo que está pasado de rosca. Debería mermar un poquito con la… hmmm. Digale usted.

–Si me dejase explicarle Doña Milagro, se quedaría más tranquila– tercia la defensora oficial Quintar.

–¿Cómo quiere usted que me tranquilice si el sinvergüenza del juez me está inventando causas? Y viene a hablarme como patrón de estancia. ¿Qué le pasa, se cree que está hablando con los que le cuidan la finca? Yo soy negra pero no estúpida.

La defensora produce otro gesto extraordinario, que brota de lo más profundo del formalismo tribunalicio:

–Usted no va a declará y no se va a hacé cargo de ninguna causa y si no quiere firmá no va a firmá. No quiere que yo sea su abogada. Pero el Estado, sí o sí, por imposición de las leyes, usted no puede no tené, porque no puede quedá indefensa. Para que usted esté amparada es que yo estoy acá.

Milagro está esposada, sola su alma entre agentes penitenciarios, jueces, secretarios, escribientes. Difícil imaginar mayor desamparo, pero aún así intentan cumplir con la formalidad de la designación de una defensora oficial. La realidad y el expediente son dos mundos paralelos. Milagro se niega a firmar y pronuncia la última palabra:

–Ya va a terminar este gobierno de gorilas. 

Pullen Llermanos se retira y cuando pasa junto a ella, Milagro lo despide:

–Cararrota, sinvergüenza.