“Aquí la votación ha empezado media hora más tarde de lo normal porque no podíamos acceder al censo. Llevamos con cortes todo el día”. Lo cuenta Esther en uno de los colegios electorales del referéndum catalán minutos antes de cargar una urna llena de papeletas para guardarla a buen recaudo. Tras depositarlas en otra sala, un joven cierra la puerta con varios giros de llave. Y un hombre pone delante varias sillas. “Tememos que venga la Guardia Civil y se lleve las urnas, así que la idea es cerrar la puerta y que la gente de la calle resista de forma pacífica para impedirlo. Esta puerta no la tumban”, dice esta voluntaria que hoy tiene el papel de representar al Gobierno catalán en la consulta soberanista.

En la sala de votación del colegio Sagrado Corazón de Jesús Jesuitas, en el barrio del Eixample de Barcelona, el presidente de cada mesa electoral lee en alto el número del documento de identidad de los votantes. Los vocales, a su lado, lo buscan en el censo electrónico -en una tablet- antes de apuntarlo a mano en un cuaderno. 

“Vota... gracias”, dicen cuando la papeleta con el “sí” o el “no” a la independencia de Cataluña entra por la ranura de la urna de plástico, similar a una caja de almacenamiento. 

La prensa puede tomar fotografías pero no retratar a las personas que están en las mesas de votación. “Se la están jugando”, argumentan en alusión a posibles repercusiones judiciales.

Es que el referéndum convocado por el gobierno de Cataluña fue prohibido “de facto” por el Tribunal Constitucional a instancias de un recurso interpuesto por el gobierno español. Durante semanas, las autoridades españolas trataron de impedirlo mediante la incautación de papeletas y notificaciones electorales en operativos policiales que se saldaron con 14 funcionarios detenidos.    

Ayer, poco antes del arranque de la consulta, el gobierno catalán anunció un censo universal online. La Guardia Civil lo bloqueó parcialmente y se intentó dejar sin Internet a los colegios.

“He esperado una hora para votar”, dice Adrià, de 26 años. “No tenía pensado venir pero después de ver las cargas policiales de esta mañana he decidido dar el paso”, explica. 

La jornada de votación arrancó con enfrentamientos entre Policía y manifestantes en varios colegios electorales. En el exterior del Eixample, los votantes que hacen fila aplauden al paso de los vehículos de los Mossos d’Esquadra, la Policía catalana, que no intervino ayer ante la resistencia de los secesionistas para evitar el cierre de los 2.315 locales habilitados para el voto. 

“Hay gente que tiene miedo, sobre todo gente mayor, pero los jóvenes han venido en masa”, asegura Laura, miembro de la entidad secesionista Òmnium Cultural. “También hay gente que se emociona al votar. Una mujer me ha abrazado y ha llorado”, relata.

“Las medidas de la Policía han sido desmesuradas”, lamenta Pilar, una profesora jubilada de 61 años que lleva todo el día apostada en el colegio del Eixample.

Muchos de los que constituyen las mesas electorales son voluntarios y no cobran dinero como en otras elecciones oficiales. “Pero hambre no hemos pasado porque los vecinos han ido trayendo comida desde esta mañana”, explican los organizadores.