Las primeras funciones de la Selección sub 23 fueron en 2015 en una “casa cultural” que rápidamente les quedó chica, y desde entonces este grupo itinerante adapta sus espectáculos a los espacios que lo alojan: actuó en lugares que luego fueron clausurados, en otro en el que tuvieron que hacer el piso antes de la función, pero también en el C.C. Recoleta, la C.C. Konex y la TV Pública. “En el Teatro Mandril nos comían el escenario, nos chocábamos con la gente. Siempre tuvo algo medio de cancha lo que hacemos, y ahora que nos vamos a un teatro con todos los chiches, podemos darnos el gusto”, dice Manuel Montero Quiroga sobre las presentaciones de las dos partes de Descenso. “Cada una cierra en sí misma, pero si ves la primera, ves la segunda”, se entusiasma sobre estas historias: la de una “ninja adolescente” y una “aventura científica”, respectivamente.

Los 20 integrantes del grupo cumplen un rol en esta especie de cooperativa artística que incluye productores, actores, poetas, bailarines, cineastas y músicos. Ellos actúan pero también escriben el guión, dirigen, hacen la escenografía, el diseño de luces, el vestuario, la música y eventualmente hasta el armado de la sala. Todo eso para hacer una única función de cada espectáculo. “Es en caída libre –explica Montero Quiroga–, y apenas termina no sucede nunca más. Se ensaya hasta el cansancio y se invierte tiempo, dinero y estrés; explota en algo increíble y hay que pasar a lo próximo. Estrenábamos los viernes y el domingo estábamos armando otra cosa. No hay período de luto”, confiesa.

Para combatir lo efímero de las funciones únicas también hacen la serie web Praliné, que nació con material audiovisual que hicieron para las obras y cobró vida propia como proyecto: “Es un cuerpo de trabajo con la estética del colectivo. Es la manera que tenemos de hacer las cosas: si algo nos parece interesante, ¡hagámoslo!”.

La apuesta por la función única la sostienen desde aquellas presentaciones de 2015, cuando el formato era más de varieté y artistas de distintas disciplinas armaban sus números en relación a una temática que cambiaba cada función: la familia, las adicciones, los medios. En un mes pensaban, escribían y armaban el espectáculo, que a veces llegaban a presentar sin ensayo general. Con el tiempo fueron acercándose a algo más teatral, manteniendo la articulación de diversas disciplinas artísticas, y hasta llegaron a representar el funeral de un integrante del elenco, con cajón, sobre el escenario.

“A este formato le decimos mutante, es un monstruo raro que está constantemente en mutación porque nosotros cambiamos las cosas todo el tiempo”, explica el poeta. Para las dos partes de Descenso, (“Su nombre terrenal era Fuego” y “El mundo en mis guantes de látex”), sin embargo, llevan cuatro o cinco meses de trabajo: “Esta es la que más tiempo tuvimos. Ese fue un desafío en cierto punto: ¿qué hacés con todo el tiempo del mundo?”, concluye.

* El primer capítulo de Descenso irá el domingo 15/10 y el segundo el domingo 5/11, ambos a las 21 en Sala Caras y Caretas, Sarmiento 2037.