–El punto cruz hecho con hilo marrón sobre la tela de lino color crudo, por eso te quedó tan lindo el mantel. 

–Me dio más trabajo este mantel que el juego de carpetas, que son ocho pares… si pagaran mejor las labores me convendría tomar una sirvienta con cama y dedicar más tiempo a labores, una vez hecha la clientela ¿no te parece? 

–Las labores parece que no cansaran pero después de unas horas se siente la espalda que está un poco dolorida.

Este es el célebre comienzo de la novela más importante del siglo XX: La traición de Rita Hayworth de Manuel Puig. Allí comienzan y allí convergen todas las escenas de la literatura argentina. Es la novela que cambió el lenguaje de la literatura y el arte argentino para siempre y, como no podría ser de otro modo, es el lugar donde abreva el origen de la “Arqueología suave” de Chiachio y Gianonne cuando quieren imaginar el origen de su arte y de su artesanía. Desde el comienzo de su tarea en pareja, los Chiachio y Gianonne, vienen desafiando las convenciones, las de género, como las de las imposiciones en la división capitalista del trabajo que separa las tareas “insignificantes” (artes del hogar, educación, y supervivencia) para las mujeres y las “importantes” (máquinas, deportes y negocios) para los varones. Desafían la idea de progreso al trabajar con los materiales más rudimentarios y “colonizados” (la tela de los indios y el telar que se les imponía a los indígenas). Desafían el tiempo, al llevar adelante una obra minuciosa, precisa, casi insignificante.

Encerrados en el taller que mezcla la cerámica con la obra textil, todas tareas y materiales del arte menor, Chiachio y Gianonne arman un mundo. Un mundo que está conformado a partir de los materiales más triviales del arte, los más casuales, pero también los más venerables, aquellos de una tradición más constante y, por lo mismo los más discutidos, los que más hablan en una “arqueología latinoamericana”. Y ese mundo de telas, moldes, dechados de bordado, hilos traídos de lugares remotos, puntos, cadenas, jarrones,  ideas de exotismo y viajes por el mundo, en esta última muestra es también la búsqueda de una tradición propia. Una tradición baja, decididamente minoritaria y llena de colores y pequeñas alegrías que aparecen desde que el espectador se interna en el mundo maravilloso de una “casa de telas” donde sin dudas compraban las mujeres de las novelas de Puig y donde las Chiachio y Gianonne son las tenderas, con sus guardapolvos y su sabiduría de telar, su conocimiento del retazo y los consejos acerca de cómo hacer, a partir del teñido de unas telas o de la construcción de un biombo, un palacio exótico de la india donde antes había un living de casa de provincia.  Eso es lo más valioso de la obra de estos artistas: el ensueño y la fantasía que prometen y entregan sin pudor. El saber que el arte tiene y debe tener siempre algo de viaje en el espacio y en el tiempo, algo aventurero, algo lúdico. 

Mediante la yuxtaposición de unos ínfimos mosaiquitos de tela, son capaces de hacernos viajar en el tiempo y aun ir a  transformar ese tiempo remoto interviniendo antiguos bordados con imágenes nuevas, o buscando en su arte los orígenes de la cultura que les dio lugar a su propia técnica y a esa manera constructiva, pero ácida de intervenir sobre la cultura. Chiachio y Gianonne se sientan a charlar con Mita, Clara, y Adela mientras bordan y observan la revuelta, el verso y el reverso de la cultura a la que dieron lugar; exploran los materiales como los arqueólogos que son, es decir, deformando y transformando su objeto arqueológico, subvirtiendo sus objetos, rompiendo los moldes y desafiando la verdad que aparentemente estaba contenida en sus significados. 

Se podrá visitar hasta el 4 de noviembre, de martes a sábados de 14 a 19 en Ruth Benzacar (Ramírez de Velasco 1287).