El Comité del Premio Nobel no llegó al punto de honrar el acuerdo firmado por varios países con Irán en 2015, pero parece haber enviado un mensaje al presidente Donald Trump, quien se apresta a hundir ese compromiso y mantiene una peligrosa guerra de palabras con Corea del Norte. El Premio Nobel de la Paz fue para la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), pero entre los candidatos estaban el ex secretario estadounidense de Estado, John Kerry, y el canciller iraní, Mohamad Javad Zarif, los principales artífices del histórico acuerdo de 2015.

Otorgar el premio a Kerry y Zarif habría representado un gesto intolerable para el actual presidente estadounidense, abiertamente hostil a un acuerdo que propone sepultar en las próximas semanas. El escoger a la ICAN, “el mensaje que ha sido enviado es más sutil e indirecto” pero mantiene “un impulso a preservar’’ el acuerdo con Irán, dijo a la experta Melissa Dalton, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, de Washington).

El ICAN es una red de entidades que impulsaron la firma el mes pasado de un acuerdo internacional para eliminar todas las armas nucleares. Ayer el Departamento de Estado reaccionó con evidente frialdad al premio, alegando que “la iniciativa de eliminar armas nucleares no tornará  el mundo más pacífico” ni “mejorará  la seguridad de ningún estado’’. Sin embargo, aún resta ver si la decisión del Comité Nobel podrá hacer que el presidente cambie de opinión con relación al acuerdo con Irán.

Trump ya definió ese acuerdo como una “vergüenza” para Estados Unidos y el jueves afirmó que Teherán no respeta “el espíritu” del entendimiento.

“No estoy segura de que exista una oportunidad de influenciar a la Casa Blanca”, lamentó Dalton. Fuentes de la Casa Blanca informaron a la prensa el jueves que “en los próximos días” Trump se negará a certificar ante el Congreso estadounidense el cumplimiento del acuerdo por parte de Irán.

La ley obliga al presidente estadounidense a informar al Congreso, cada 90 días, si Irán respeta el acuerdo y si el levantamiento de las sanciones está en el interés nacional de Estados Unidos, una obligación que ya lo ha puesto en aprietos políticos en dos ocasiones. El acuerdo firmado por Estados Unidos durante el gobierno de Barack Obama –así como por Alemania, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China– en 2015 ofrece a Teherán un escape de las duras sanciones económicas a cambio de limitar el enriquecimiento de uranio y permitir inspecciones internacionales.

En la Casa Blanca, diversos funcionarios afirman que el gesto presidencial de no certificar el cumplimiento del acuerdo con Irán no representaría en sí mismo el colapso del entendimiento, pero dejaría esa decisión en manos del Congreso. Ante una negativa presidencial de la certificación, el Congreso pasaría a tener un plazo de 60 días para decidir si repone o no sanciones contra Irán, y eso sí representaría la muerte política del acuerdo.

Un diplomático occidental fue más directo: “Le hemos dicho al gobierno estadounidense: la certificación no es el problema. El problema es la política interna de Estados Unidos”. Más allá de Estados Unidos, todos los otros firmantes (Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China) se oponen a renegociar el acuerdo, y afirman que ha rendido frutos. Por eso, la batalla política se trasladará de la Casa Blanca al Congreso. Según el mismo diplomático occidental, “los legisladores desearían no ser responsabilizados de una crisis internacional, y hay senadores que buscan una salida de compromiso para no matar el acuerdo”.

De cualquier forma la no certificación de la Casa Blanca abriría un período de altos riesgos, ya que hay legisladores más radicales –como el senador republicano Tom Cotton– que defienden una línea dura. “Si certificamos ese acuerdo desastroso con Irán, mostraremos a Corea del Norte que no tenemos la determinación para enfrentarlos”, justifica.

De hecho, numerosas voces expresan inquietud sobre las consecuencias de hundimiento del acuerdo con Irán sobre el futuro de las relaciones con Corea del Norte, una de las más serias crisis internacionales de la actualidad. Ayer, poco después de recibir el Premio Nobel de la Paz, la directora del ICAN, Beatrice Fihn, condenó las “declaraciones incendiarias” que podrían “conducirnos a todos fácilmente, inexorablemente, hacia un horror sin nombre”. 

Desde el punto de vista de Corea del Norte, apuntan expertos, el fracaso del acuerdo con Irán es un “mensaje claro”. El líder norcoreano Kim Jong-un “no tiene ninguna razón para pensar que un acuerdo sería respetado de un gobierno estadounidense al próximo’’ dijo la investigadora Jung Pak, del Instituto Brookings. “El mensaje es claro: EE.UU. no es confiable”.

Mientras tanto Estados Unidos anunció que “no firmará” el tratado de prohibición de armas atómicas defendido por la organización ganadora del Premio Nobel de la Paz, pero reafirmó su compromiso de “crear las condiciones para el desarme nuclear”. “Este tratado no hará que el mundo sea más pacífico, no conducirá a la destrucción de ninguna arma nuclear ni fortalecerá  la seguridad de ningún estado”, dijo un portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos , subrayando que el texto apoyado por la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) no es apoyado por ningún país que tenga la bomba atómica.

“El anuncio de hoy no cambia la posición de Estados Unidos sobre este tratado, que ignora los desafíos de seguridad actuales haciendo necesaria la disuasión nuclear”, insistió, unas horas después de la atribución del Premio Nobel a la ICAN.

La ICAN es una coalición de organizaciones no gubernamentales que obtuvo una gran victoria en julio en la ONU cuando decenas de países lanzaron la firma de un tratado que prohibía las armas atómicas. Pero el alcance del texto sigue siendo simbólico debido al boicot de potencias nucleares como Estados Unidos, Rusia, Reino Unido y Francia o las que aspiran abiertamente a convertirse en una como China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte.

Sin embargo, Estados Unidos sigue “comprometido con cumplir sus obligaciones bajo el Tratado de No Proliferación Nuclear”, firmado por la mayoría de las principales potencias, “y trabajando con todos los países para mejorar la seguridad internacional” y “la reducción de los riesgos nucleares en todo el mundo”, según el mismo portavoz del Departamento de Estado.