“Necesitamos ganarle a Cristina Fernández de Kirchner.” Ese es el mantra que se escucha por estos días en Casa Rosada. En la mesa política del Gobierno consideran que una victoria hasta por un voto es una condición necesaria para avanzar con la transformación que buscan para el país. “Y tenemos que acompañar esa derrota de Cristina con una serie de triunfos en otras provincias”, indican en Balcarce 50, en donde ya planifican cómo serán los próximos pasos después del 22 de octubre: para los macristas, llegará entonces el tiempo de intentar correr al kirchnerismo de la escena y diseñar una oposición “con la que se pueda dialogar”. Para esto, miran con interés los movimientos del PJ que hay en Diputados y en la Cámara de Senadores. Y también piensan en los gobernadores peronistas como interlocutores.

El macrismo se puso una serie de objetivos ambiciosos para la elección de octubre: un porcentaje nacional cercano al 40 por ciento, la derrota de CFK en la provincia de Buenos Aires y sostener el 50 por ciento en la Ciudad de Buenos Aires, si es posible, fagocitando los votos de Martín Lousteau. Uno de los habitantes de Casa Rosada sincera otros objetivos que guían los pasos de la campaña hacia octubre: perder ante CFK no es una opción para el presidente Mauricio Macri. “Necesitamos derrotarla”, insisten en su entorno. Y eso, en el escenario que delinean en la Rosada, debe tener como correlato una victoria en nueve provincias. Los macristas se proponen dar vuelta, además del resultado bonaerense en las PASO, los de Santa Fe, Chubut, Tierra del Fuego y Chaco. 

Los pasos de Macri en las próximas semanas –no inaugurará más obras porque lo tiene prohibido, pero sí continuará recorriendo el país sin descanso– están guiados por esos objetivos estratégicos. También los de los dos dirigentes a los que se le confía el discurso electoral para que recorran otros distritos en su nombre: el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. A esa dupla se podría sumar la vicepresidenta Gabriela Michetti, quien durante las PASO estuvo alejada de la Argentina, cumpliendo con compromisos internacionales del Gobierno. 

Si se concreta este escenario de victorias, el macrismo se sentirá en condiciones de buscar que el kirchnerismo sea corrido a un lugar de marginalidad en el sistema político argentino. Este plan tiene sus correlatos judiciales (un ejemplo de esto, aunque no el único, es la remoción de Alejandra Gils Carbó que Macri busca desde que llegó a la Presidencia), en los medios de comunicación y en los sindicatos. 

En lo político, el Presidente imagina una segunda etapa con mucho más protagonismo de los gobernadores en la interlocución con el gobierno nacional, y de mayor peso de sus decisiones en la aprobación de las leyes que Cambiemos impulsará en el Congreso. 

Para esto, el oficialismo busca que en el Senado Miguel Angel Pichetto se convierta en el principal interlocutor, marginando a CFK a un pequeño bloque propio. Por eso, el macrismo mira con mucho interés las reuniones que Pichetto viene teniendo con intendentes peronistas, como Gustavo Menéndez, de Merlo; Leonardo Nardini, de Malvinas Argentinas; y Santiago Magiotti, de Navarro. También el encuentro con la cúpula de la CGT y las conversaciones con sectores del randazzismo y del massismo para armar un único bloque peronista que, según leen en el oficialismo, será “más razonable” a la hora de negociar leyes.

En Diputados, en tanto, la estrategia macrista ha sido más espinosa. Por un lado, porque Macri quiere correr del lugar de interlocutor privilegiado a Sergio Massa, a quien le dice “Ventajita”. Los negociadores macristas se quemaron en demasiadas oportunidades con Massa. Por otro lado, porque hubo un intento por reemplazar al negociador PRO en esa cámara: el titular de Diputados, Emilio Monzó. “Monzó no vuelve a la mesa chica. Pero queda como responsable del Congreso”, indicaban en la Rosada. Desactivado está, entonces, el intento de reemplazar a Nicolás Massot –vinculado a Monzó–  y al propio Monzó. Es una señal de que la relación con Macri mejoró desde el enojo presidencial cuando Monzó hizo críticas públicas al Gobierno y propuso incorporar a figuras del peronismo, pero tampoco volvió a ser lo que era originalmente. 

No obstante, en Diputados también los macristas esperan que los gobernadores construyan un bloque que les permita tener un interlocutor. Miran con cariño los encuentros que hay para ampliar el bloque justicialista, impulsados entre otros por los gobernadores Juan Schiaretti, de Córdoba, y Juan Manuel Urtubey, de Salta. De hecho, uno de los que suena para encabezar ese bloque es un hombre de Urtubey: Pablo Kosiner.

El diseño de la oposición que imagina el macrismo tiene a estas figuras como protagonistas: Pichetto, Urtubey, los gobernadores –a quienes Macri podría convocar tras las elecciones–. También suponen que varios intendentes y hasta gobernadores estarán tentados de agarrar la garrocha y saltar al oficialismo. Frigerio lo expresó con claridad ayer en un reportaje con el periódico Perfil: sostuvo que hay sectores de la oposición que “probablemente quieran sumarse a este proyecto de cambio de la Argentina” y que en 2019 imagina “una parte del peronismo dentro de Cambiemos y otra parte conformando una oposición, quizás también con otros sectores de la vida política argentina”, y con un “kirchnerismo residual”.