El genocida Miguel Etchecolatz volvió a sentarse frente a un tribunal oral para ser juzgado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar. En esta ocasión, debió escuchar al secretario del TOF número 6 leer los secuestros, las torturas y los homicidios de hombres y mujeres que pasaron por los centros clandestinos de detención conocidos como Puente 12, en La Matanza, y la Comisaría de Monte Grande, mientras él fue director de Investigaciones de la policía bonaerense.  

 Además de Etchecolatz hubo otros ocho represores en el banco de los acusados. Pero si el juicio hubiera comenzado cuando estaba planificado, un año atrás, habría habido allí otros cinco que fallecieron o fueron apartados por cuestiones de salud. Etchecolatz todavía camina, aunque se lo vio desmejorado y fue ubicado en una silla de ruedas. En sus manos sostuvo un bastón durante toda la jornada, en su cuello colgó una cruz plateada, enorme. Cuando le ofrecieron la palabra, balbuceó que estaba preso “por defender a la Patria” y se negó a dar información. “Hijo de puta, ni tu hija te quiere”, le dedicaron desde el público, entre gritos de reclamos y otros insultos. Raquel Robles, hija de desaparecidos, se quitó la remera y, desde su piel, le preguntó dónde está su mamá, dónde su papá, dónde Jorge Julio López.

El juez federal Daniel Rafecas, quien tuvo a su cargo la instrucción de la causa, elevó a juicio oral en 2013 la investigación por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos Puente 12 –también conocido como División Cuatrerismo y Brigada Güemes– y Comisaría de Monte Grande entre 1974 y 1983. La zona funcionó entonces bajo la supervisión de la División Investigaciones de la Bonaerense, cuyo jefe era Etchecolatz, pero además de bonaerenses también hubo grupos de tareas del Ejército implicados en las violaciones a los derechos humanos que se cometieron allí. El debate oral revisará secuestros, torturas y homicidios en perjuicio de 134 personas. Durante la primera jornada, fueron leídos sus nombres y las circunstancias en las que se cometieron los crímenes. Muchas víctimas eran integrantes de la organización FR17, de origen peronista de izquierda, y de la Juventud Guevarista, del PRT y de Montoneros. 

Los jueces Julio Panelo, José Martínez Sobrino y Herminio Fernando Canero evaluarán las responsabilidades en tales crímenes de Etchezolatz y de los entonces oficiales subinspectores José Félix Madrid y Guillermo Horacio Ornstein, que integraban la Dirección General de Investigaciones de la policía bonaerense; los ex cabos de la División Cuatrerismo de La Matanza Ángel Salerno y Carlos Alberto Tarantino; el ex cabo de la comisaría primera de Monte Grande Nildo Jesús Delgado; y los ex guardias dedicados a la custodia de detenidos de esa seccional Alberto Faustino Bulacio y Daniel Francisco Mancuso. 

Al momento de la elevación a juicio, la lista de acusados era mayor, al igual que los casos a evaluar. “Cuatrerismo funcionó desde 1974. Uno podría decir que fue uno de los más antiguos entre los que funcionaron en la década del 70. Y teníamos a varias víctimas que eran de esos primeros años, 1974, 1975. Pero los imputados que tenían casos de esos años fallecieron o fueron apartados por cuestiones de salud del juicio en los últimos meses así que las víctimas perdieron la posibilidad de Justicia”, apuntó Pablo Llonto, uno de los abogados querellantes. El debate oral estaba pautado para comenzar en octubre de 2016, pero por cuestiones de organización tribunalicia se demoró un año. 

De los que siguen en camino hacia la sentencia, el único que aceptó la invitación a declarar fue Etchecolatz. Dijo que hablaría “cuando fuera el momento apropiado” y que estaba preso “por haber defender a la Patria”. “¿Te dan la posibilidad de hablar y decís que lo vas a hacer cuando lo consideres apropiado? ¿Quién sos? ¿Yo te tengo que escuchar?”, preguntó Raquel Robles. Cuando oyó a Etchecolatz balbucear se quitó la remera y mostró las tetas desde la pecera en donde el público presencia los juicios en la Sala Amia de Comodoro Py. Debajo de cada teta, Raquel tenía escritas las preguntas “¿dónde está mi mamá?” y “¿dónde está mi papá?”. Luego giró y mostró su espalda, que preguntaba en rojo furioso “¿Dónde está Jorge Julio López?”. “Los juicios son el resultado de la lucha de muchos de nosotros y nosotras, y por eso son algo muy importante, pero es un piso muy bajo que deja afuera un montón de cosas. Seguimos sin saber un carajo de los desaparecidos, los imputados son apenas un puñado... Se torna simbólico el juicio, casi una afrenta. Estamos en pelotas frente a la Justicia. Somos cucharitas de plástico luchando contra armas largas. Hay que empezar a decirlo”, reflexionó Robles. El caso de sus padres no integra el debate que comenzó ayer –y que continuará, por el momento, todos los jueves en los Tribunales de Retiro–, sino un expediente relativo a Campo de Mayo que ya fue elevado a juicio, con solo tres imputados: “No alcanzan ni a representar la cantidad de personas que vinieron a mi casa a llevárselos”, apuntó y concluyó: “Sigo teniendo las mismas preguntas sin responder que tenía a los cinco años”.